Carolina Marín gana la medalla de oro olímpica en bádminton

Carolina Marín celebra el último punto de la final olímpica, el que le daba el oro.
Carolina Marín celebra el último punto de la final olímpica, el que le daba el oro.
EFE
Carolina Marín celebra el último punto de la final olímpica, el que le daba el oro.

Carolina Marín llegó a los Juegos Olímpicos de Río convencida de que el oro olímpico de bádminton era suyo: porque es la mejor del mundo y porque nadie se había preparado como ella, entrenando jugadas, visualizando partidos y ensayando gritos frente al espejo para intimidar a sus rivales. "Vengo a por el oro, no me conformo con otra cosa", fue su tarjeta de presentación en Brasil. No era arrogancia, solo confianza.

Y la onubense ha respondido a las expectativas, que la situaban como mayor opción española al podio, conquistando la medalla de oro olímpica tras derrotar a la india Shindu Pusarla en tres sufridos sets, y sumando así la undécima medalla española. Carolina ya es campeona de todo.

La final fue pura tensión entre dos rivales que se conocían bien y que convirtieron el pabellón en un hervidero: gritos por un lado y otro, compitiendo en decibelios indios y españoles. En la grada ganaron ellos; en la pista, Carolina. El primer parcial, empero, fue para Pusarla, que supo mantenerse conectada pese a las sucesivas ventajas de Carolina y terminó remontando en los últimos puntos, instante en el que su juego de red superó al de la española.

Perder y reaccionar fue todo uno. No hubo historia en la segunda manga, del lado español por un contundente 21-12. Llegaba la hora del desenlace y el último set subió un peldaño más, bádminton de primera jugado con toda la pasión del mundo. Ninguna estaba dispuesta a rendirse y los puntos, con sus respectivos gritos, iban cayendo de un lado y otro, eternos. Pusarla sumó 15... Carolina, 21!!

El set, por tanto,  fue para Carolina; el partido, también; la medalla de oro, por supuesto. Y ahora, a disfrutarlo, y a cuidarse la garganta.

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