Domingo lujurioso y un único campeón: Nadal

El tenista balear Rafa Nadal celebra un punto, en una foto de archivo.
El tenista balear Rafa Nadal celebra un punto, en una foto de archivo.
EFE
El tenista balear Rafa Nadal celebra un punto, en una foto de archivo.

Para los aficionados al deporte de carácter enciclopédico, los que no excluyen nada, fue un domingo lujurioso. Entre las dos de la tarde y la medianoche, se sucedieron la F1, el Giro, el tenis, el fútbol y la NBA, un mínimo de diez horas con posibilidad de alargue porque siempre hay algo más: Tour de California, campeonato brasileño, dardos en Kazajistán….

La agenda es asumible para un ermitaño con parabólica, pero se complica para cualquier otro ciudadano con cierta implicación en la sociedad, especialmente si el día amanece radiante. Es entonces cuando el decatleta del sillón debe hacer encajar sus necesidades con las del entorno con fingida naturalidad y, a ser posible, sin ninguna urgencia. Es conveniente que el apetito tempranero no se asocie con la salida en Montmeló y que el ataque de ciática no se confunda con el de Nairo. Se recomienda zapear con desgana para concluir tras cada exploración que el deporte es lo único que se puede ver, y seguir viéndolo. Los más expertos saben aprovechar el mínimo espacio que se abre entre dos eventos para concentrar en menos de treinta minutos el paseo por la verbena, el helado de los niños y la visita a los suegros. Hay quienes son capaces de cocinar un bizcocho en el descenso de un puerto o en el descanso de un partido de fútbol. Hay una gran variedad de actos redentores.

Es cierto que con Nadal resulta más fácil. La frase "juega Rafa" es un salvoconducto nacional. Después de tantos años, se ha convertido en un primo de Manacor al que no se discute la oportunidad de sus visitas. Nadal reúne alrededor de la mesa camilla a quienes todavía no comprenden el tanteo del tenis, ni tienen mayor interés en aprenderlo, pero jalean sus raquetazos. Contra el joven Thiem fue el Rafa de las mejores tardes, el que todavía derrumba a rivales mejor dotados a base de no dar una bola por perdida. Va a ser cierto que no pesan los años, sino el hollín que acumulamos en la cabeza.

La Liga tampoco presenta grandes reparos a las miradas suspicaces, más aún en las últimas fechas del campeonato. Esta vez nos encontrábamos, además, ante una jornada vintage, con siete partidos a la misma hora. Para los más jóvenes supone una rareza. Sin embargo, hubo un tiempo en que el encanto residía en la invisibilidad y en la coincidencia. Por la radio se nos contaban partidos siempre frenéticos que eran interrumpidos por los goles de otros campos. No existía Twitter, pero los jubilados con pinganillo eran agencias móviles de información.

En lo que se refiere a la lucha por el título, el Real Madrid fue el primero en golpear. Lo hizo Nacho con un gol de pillo, lo que no deja de tener cierta gracia, porque a Nacho le tenemos por lo contrario a un pícaro. En una época en que los futbolistas apenas se diferencian en fama y aspecto de las estrellas más turbias del rock, Nacho pasaría por un miembro del Dúo Dinámico. Hizo muy bien en dejarse barba, porque su aspecto jugaba en su contra, tanto como su nombre sin apellido (Fernández Iglesias). Y todavía haría mejor en añadir cicatrices a su rostro, aunque fueran causadas por una vieja maquinilla. Los centrales han de ser tipos feroces.

Cristiano puso dos goles en una victoria bien maquillada que no se explica sin las paradas de Keylor, ese portero que nunca hará suficientes méritos. De llegar el doblete (y la fragancia es intensa), costará justificar el fichaje de un guardameta o de cualquier otro jugador que no refuerce el banquillo. En ese futbolista por venir parecía estar pensando James cuando se despidió del Bernabéu al ser sustituido.

El Barcelona tampoco falló, en este caso impulsado por Neymar, que es un genio ciclotímico. Todavía hay que descifrar los estímulos que provocan sus encuentros más brillantes, pero la sensación es que sólo canta cuando Messi le entrega el micrófono. Es curiosa la obediencia de los buenos futbolistas, generalmente insurrectos, hacia los que son mejores que ellos.

El Atlético, el rey de las tormentas, confirmó su tercera plaza y el Sporting bajó a Segunda, porque lo que mal empieza suele terminar peor. No debe ser casualidad que los tres descendidos hayan sido equipos que decidieron cambiar de entrenador, alguno en varias ocasiones.

El fútbol dio paso al baloncesto NBA y no faltarán televidentes que, abriendo un poco la mano, enlacen competiciones (Supervivientes, ecos de Eurovisión) hasta el miércoles, cuando el Real Madrid visitará al Celta en encuentro aplazado. Aquella leyenda de que una ardilla podía cruzar España de árbol en árbol se ha hecho, por fin, realidad. Sólo hay que cambiar la textura de las copas.

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