El Real Madrid y la fuerza histérica

Los jugadores del Real Madrid celebran el segundo gol ante el Valencia.
Los jugadores del Real Madrid celebran el segundo gol ante el Valencia.
EFE
Los jugadores del Real Madrid celebran el segundo gol ante el Valencia.

Mucho se ha escrito sobre la adicción al riesgo y muy poco se entiende sin los correspondientes estudios de fisiología o neurociencia. La idea principal, sin entrar en profundidades, es que hay personas que sienten placer en situaciones de peligro. Las razones son variadas, pero nunca tienen relación con eso que llamamos "valentía" y que es un concepto muy poco científico. Es la reacción química de cada cuerpo/cerebro ante una amenaza la que determina su respuesta fisiológica. A partir de aquí, los niveles de sustancias como la adrenalina o la dopamina determinan cómo gestionamos nuestra supervivencia. Aunque lo normal es recular ante el vacío, existen otras alternativas. Un paracaidista salta. Un piloto acelera. Y un jugador del Real Madrid remonta.

La enésima remontada en el Bernabéu merece ya una explicación más erudita. No podemos recurrir de nuevo a los argumentos habituales para desentrañar el comportamiento de un equipo que alcanza el paroxismo justo cuando otros serían devorados por la angustia. Lo que activa en los últimos minutos a los madridistas (futbolistas y público) no es la urgencia, sino el riesgo. Es entonces cuando la dopamina acciona el mismo sistema de recompensas cerebrales que se establecen con la comida o el sexo. El deseo, en definitiva.

La adrenalina completa la transformación. Esta hormona aumenta la notablemente la frecuencia respiratoria y cardiaca, abasteciendo a los músculos de una recarga extra de sangre oxigenada para producir contracciones más fuertes. Los efectos pueden ser asombrosos. Nada nos aproxima tanto a los superhéroes como la llamada “fuerza histérica”. Hay casos bien documentados de personas que lograron levantar coches para liberar a familiares en riesgo de muerte.

Según relató a la BBC el profesor E. Paul Zehr, de la Universidad de Victoria de Canadá, en un estudio reciente sobre la cuestión, ni siquiera un atleta de élite aprovecha más del 80% de su fuerza teórica. El motivo es que nuestro cerebro apuesta por la "eficiencia" y utiliza la menor cantidad de unidades motoras de músculos y nervios.

Creo que, desde esta perspectiva, se comprende mejor lo que le ocurre al Real Madrid en los últimos minutos de un partido que debe remontar. En primer lugar, asocia el hecho a una experiencia placentera, mitad alimenticia y mitad sexual. Prendida la mecha del estímulo, la adrenalina se dispara por las venas de los jugadores y el equipo desarrolla una fuerza histérica que genera espectáculos como el vivido frente al Valencia y tantas veces antes. No es que los enemigos flaqueen de pronto. Sucede que los de blanco corren, presionan y saltan más porque, en líneas generales, desean más. Recuerden ahora la cara de Marcelo después de conseguir el gol que valió el triunfo. Su rostro desencajado y vociferante, con las venas del cuello a punto de estallar, no es el de quien ha ganado un partido, sino el de quien acaba de levantar un coche. O quizá un tráiler.

La teoría fisiológica de las remontadas se simplifica cuando nos referimos al Barça. En este caso, Messi ejerce como dopamina, adrenalina y gato hidráulico. En Cornellà, Luis Suárez regresó con doblete al mundo de los goleadores (24 en Liga), pero fue el genio barbudo quien convirtió el asalto en aplastamiento. Vencer y convencer, ya lo dijo otro filósofo, también con luengas barbas.

Al Atlético de Simeone le corresponde otra teoría, más relacionada con la gemología, sección rocas indestructibles. Lo extraño, esta vez, fue la proliferación de margaritas entre la piedra de cuarzo. Los cinco goles son un premio extraordinario que desconcierta a los atléticos más austeros. No han faltado quienes murmuran que mejor hubiera sido reservar algún gol para la visita al Bernabéu, este mismo martes, día de los fusilamientos de Goya.

Así es el fútbol, sin tiempo para digerir la Liga nos adentramos en las semifinales de la Champions. Lo haremos tan atentos a los onces y a las estrategias como a las hormonas suprarrenales y a los diamantes que no se rayan. Emoción, riesgo y un cierto aderezo sexual. Para que luego digan que se juega con los pies.

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