Atraído por las teorías científicas del color, el silencioso y ermitaño Georges Seurat (1859-1891) pintaba con puntos para buscar un estilo que le permitiera reducir a la esencia las figuras del mundo que le rodeaba. Los puntos reflejaban los efectos de la luz, iban a la raíz del espíritu del impresionismo.

A pesar de su temprana muerte a los 31 años —por causas desconocidas, tal vez por una neumonía, difteria o meningitis. Su hijo, de 1 año, murió dos semanas después de la misma enfermedad infecciosa— el artista es decisivo para entender la evolución del arte moderno. Con sus cuadros de pura atmósfera afinó el lenguaje de sus predecesores impresionistas y allanó el terreno al simbolismo y al entonces incipiente art nouveau.

El museo holandés Kröller Müller —situado en Otterlo, en el centro del Parque Nacional De Hoge Veluwe, uno de los mayores espacios naturales de los Países Bajos— combina la majestuosidad del entorno natural del centro con la delicadeza ambiental de la pintura del posimpresionista francés. Seurat. Meester van het pointillisme (Seurat. Maestro del puntillismo) reúne hasta el 7 de septiembre 23 pinturas y 24 dibujos del autor y además repasa con 60 trabajos de otros el peso que tuvo sobre artistas posteriores franceses, belgas y holandeses.

La pinacoteca exhibe algunas de las joyas de Seurat procedentes de los fondos del centro, entre ellos la sorprendente escena de espectáculo de can-can Le Chahut (El alboroto), pintada entre 1889 y 1990, en la etapa final de su vida. También está presente en la colección Le Cirque (El circo), procedente del Museo de Orsay, la obra que Seurat dejó inacabada cuando murió. El óleo muestra la fascinación por el ambiente circense al igual que lo hicieron Degas, Toulouse-Lautrec o Renoir, pero con una escogida selección de cuatro colores principales, que sin necesidad de mezclar, consigue complementar hasta que parecen fundidos en tonalidades.

Junto a su amigo el posimpresionista Paul Signac, Seurat popularizó el puntillismo y dejó un legado que inspiró a artistas de su tiempo y a generaciones posteriores. La exposición descubre trabajos del francés Maximilien Luce, el modernista belga Henry van de Velde, el pintor asociado al luminismo belga Théo van Rysselberghe y el simbolista y modernista indonesio-holandés Jan Toorop.