Aunque las exploraciones europeas de Asia y los consiguientes intercambios comerciales y el envío de delegaciones diplomáticas se remontan a quinientos años antes de nuestra era y el Imperio Romano mantuvo trayectos mercantiles con la India desde el año 30, el gran continente oriental se mantuvo como una superficie en blanco para la mentalidad occidental hasta mucho después y sólo los primeros viajeros con interés científico añadido al monetario, los venecianos hermanos Polo, empezaron a desmontar mitos a partir del siglo XIII y despertaron la curiosidad pública sobre los caminos que conducían al vasto oriente.
La exposición The Traveler's Eye: Scenes of Asia (El ojo del viajero: escenas de Asia) repasa los últimos cinco siglos de la imagen de Asia en Occidente mediante un centenar de obras, desde piezas maestras del arte asiático en extravagantes grabados en madera hasta recuerdos, pinturas de tinta, fotos artísticas, dibujos, tarjetas postales, diarios... La muestra, que organiza del 22 de noviembre al 31 de mayo de 2015 el Smithsonian de Washington en la Arthur M. Sackler Gallery dedicada a arte asiático, utiliza las imágenes procedentes de viajes en todas sus formas —comerciales, de exploración, peregrinación o por simple placer— para mostrar cómo hemos visto y vemos a Asia desde Occidente.
'Belleza, cultura y tradición'
La exposición, que presenta lugares anónimos y destinos icónicos, se sirve de las obras de artistas, fotógrafos y estudiosos que registraron viajes reales, así como las de aquellos que crearon desplazamientos imaginarios. Unos y otros, aseguran los organizadores, han ayudado a "transformar las ideas sobre la belleza, la cultura y la tradición" asiáticas. Entre las obras más modernas destaca la colección de vibrantes fotos de Raghubir Singh (1942–1999), un pionero del color que recorrió la India en coche y mostró la caotica modernidad del país.
The Traveler's Eye se abre con una magnífica pantalla de casi once metros de largo del periodo Edo (siglo XVII) que muetra, en exuberantes tonos dorados, a marineros portugueses en un puerto japonés. Creado en una época en que los japoneses recibían una afluencia creciente de comerciantes y misioneros europeos, las pantallas, que se han interpretado tradicionalmente como escenas de encuentro cultural con los extranjeros exóticos, ofrecen también exactas pistas visuales que sugieren que eran encargos de los comerciantes japoneses más prósperos como símbolos de buena fortuna.
La belleza de los trayectos
Cinco rollos chinos de pinturas realizadas entre los siglos XVI y XIII también muestran a comerciantes que viajan a través de caminos de montaña, ríos o canales, rutas fundamentales de transporte comercial en las dinastías Ming y Qing. En estas piezas el centro de atención de los artistas es siempre la belleza irresistible de los vastos paisajes del trayecto en lugar de los puntos de partida o destinos. Se trata de escenas donde manda la actividad humana: comidas al aire libre en las paradas de descanso de los pasos de montaña o barqueros lidiando para cruzar un río. Estas obras de arte transmitían a las élites comerciales del país la sensación de China como reino pacífico y bien ordenado.
Las xilográficas japonesas de Hiroshige y Hokusai representan escenas en la carretera Tōkaidō, que conectaba las ciudades más poderosas de la época, Edo y Kioto, el camino de Tokaido. La ruta, con 53 estaciones de paso y descanso para las expediciones comerciales, era también un símbolo de la unidad nacional. Como los viajes por esta ruta estaban restringidos a las personas de gran riqueza, y estatus social, los dibujos eran las únicas represantaciones de la carretera que llegaban a la población común.
El 'iranólogo' que exploró Samarra
La exposición concluye con los viajes hacia y a través de Asia en el siglo XX. Se centra en dos viajeros occidentales que viajaron para aprender sobre el patrimonio cultural asiático: Charles Lang (1854-1919), fundador del museo donde se celebra la exposición, y el arqueólogo e iranólogo alemán Ernst Herzfeld (1879-1948). La documentación exhaustiva de este último sobre la antigua ciudad iraquí de Samarra muestra una comprensión magistral del lugar.
La instalación final de la exposición muestra también postales de entre 1890 y 1920, la edad de oro de este soporte para mostar en Occidente cómo era la vida en la lejanía asiática. Hay bellas imágenes de jóvenes chinas en una carretera tirada por un hombre, una caravana en Irak y un numeroso grupo de porteadores chinos al borde de un río.
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