Discriminadas laboralmente por nacer mujeres: "Me hice empresaria para poder conciliar"

  • Una empresaria, una empleada y una mujer en paro explican sus dificultades en el mundo laboral por el hecho de ser mujeres.
  • La OIT ha comprobado que los salarios de las madres son un 5% inferiores que los de las mujeres que no lo son.
  • En general, el sueldo de las mujeres es un 17% menor al de los hombres.
  • Ocho retos para que el ocho de marzo deje de ser reivindicativo.
Ana, Paula y Consuelo dan su testimonio como mujeres trabajadoras.
Ana, Paula y Consuelo dan su testimonio como mujeres trabajadoras.
JORGE PARÍS
Ana, Paula y Consuelo dan su testimonio como mujeres trabajadoras.

Con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, 8 de marzo, tres mujeres —una empresaria, una empleada por cuenta ajena y una mujer desempleada de larga duración— cuentan cómo es su día a día y sus batallas contra la discriminación laboral que sufren las mujeres en el mercado laboral español. Las escuchamos.

Ana Lamas: "Nuestros techos no son de cristal, son de metacrilato"

Es temprano por la mañana y Ana Lamas coge el teléfono en la oficina, pidiendo disculpas por no haber podido atendernos el día anterior. Su jornada laboral acabó a las 11 de la noche, en un acto de entrega del certificado que le permite entrar en los consejo de administración. ¿En días así resultará difícil conciliar?, preguntamos. La solución pasa porque sean su marido y sus hijos, mayores de edad, los que le acompañen a la celebración de su reciente éxito formativo. "Ya sabes, si Mahoma no va a la montaña...", dice. De todos modos, no parece que sea una excepción. El día a día de esta mujer "es complicado, como el de todas", apostilla. "Nos metemos en todo, tienes que ser una gran profesional, triunfar como madre, esposa... Yo me encuentro agobiada porque todo tienes que hacerlo bien", confiesa así de primeras.

Lamas es dueña de su propia empresa de publicidad desde hace veinte años y que "tras unos años extremadamente duros (por la crisis), afortunadamente estamos saliendo adelante", cuenta. En Five Rooms, que así se llama su pequeña pyme, coordina un equipo de quince empleados. La fundó precisamente después de que sus jefes en la multinacional para la que trabajaba con anterioridad le dijeran en su segundo embarazo que "con dos hijos ya no iba a poder estar a la altura, ni iba a poder seguir adelante con lo que estaba haciendo". "¿Cómo?", recuerda que pensó, "¿Que no voy a ser capaz? ¡Vamos!" y se despidió.  "Empecé mi propia compañía para poder conciliar", resume.

Lamas también es la presidenta WomenCeo, una asociación de mujeres directivas, cuyo objetivo es promover el acceso de las mujeres a los puestos de gobierno de las empresas. Al mundo asociativo también llegó por el enfado de saberse relegada en lo profesional a causa de la maternidad. "Me empecé a involucrar porque creo que las mujeres hay una cosa que no hacemos bien y es tejer redes propias. Y pienso que si las mujeres están arriba tirarán de las de abajo, que tirar desde abajo es bastante más complicado".

En su opinión, para las mujeres "los techos profesionales no es que sean de cristal, es que son de metacrilato". Ella misma se pasa el día rodeada de mujeres que han llegado bien a niveles medios "pero a partir de ahí, nada. Y luego en el tema de participación en los Consejos de Administración, la cosa está para llorar", describe gráficamente. "Hubo un plan que intentaba que las mujeres estuviesen más representadas en los consejos de las empresas cotizadas, que su cuota fuera del 30% antes de 2020, pero no estamos ni en la mitad. Para alcanzar la paridad deseable, al ritmo que vamos, faltan 70 años", se lamenta.

"¿Lo que debería preguntarse la sociedad es cómo es que no hay un 50% de mujeres en puestos directivos si somos el 50% de la población y más de la mitad de las licenciadas?", se revuelve Lamas. "¿Nos podemos permitir el lujo de desperdiciar tanto talento? Yo creo que no", se contesta. ¿Y qué sería urgente cambiar? Lamas lanza varias propuestas en cascada. "Que las propias compañías consensuemos unos horarios más razonables, que no se enfade nadie en una empresa si alguien se va a su hora, que haya políticas públicas con las maternidades y las paternidades para que ellos se responsabilicen lo mismo que nosotras. Eso sería un avance".

Así es mi día a día, por Ana Lamas: Me levanto 7,15 de la mañana. Tengo mis hijos mayores, afortunadamente no tengo que vestirles ni darles de desayunar, otra cosa es que deje todo organizado. Llego a la oficina,  reunión tras reunión. A medio día intento, no digo que lo haga, ir al gimnasio para hacer un 'break' y recargar las pilas, por la tarde de vuelta a la oficina. Mi horario es largo, salgo pasadas las nueve de la noche en cuanto me descuido. Toca organizar la cena, que mis hijos comen, te juro que comen. Y comen bien. Es el momento de charlar un poco del día, de comentarnos la jugada. Ese suele ser mi día habitual, con reuniones miles. Con la asociación... Conferencias, que además soy  miembro de dos juntas directivas. Es tan difícil frenar. ¿Donde paro, donde? Tengo un libro encima de mi mesa que se titula 'El timo de la superwoman'. Es un timo. Eso es real. Estamos metidas en una dinámica tremenda…

Paula Sánchez: "Me degradaron laboralmente cuando tuve un aborto"

A sus 39 años, casada desde hace 12, tiene tres hijos de 9, 6 y 3 años. Profesionalmente es la encargada del departamento de importación de una empresa española, y actualmente se considera una afortunada. Pero no siempre fue así. "Cuando mi primer embarazo yo tenía un puesto de más responsabilidad que ahora. Pero sufrí un aborto, tuve que decirlo porque estaba hospitalizada, y cuando volví en la empresa me comunicaron que mis atribuciones cambiaban. Directamente me dijeron eso de que "mujer abortada mujer preñada" y como descubrieron así de repente que era una chica y no un ángel, pues decidieron que no podían confiarme ciertas responsabilidades, que los embarazos iban a imposibilitar viajes, no calcularon que después de los partos volvería, no. Con un hombre que sea padre eso ni se lo plantean".

En esa empresa el trabajo que le ofrecían Paula Sánchez  era una degradación "en toda regla" y por ese motivo se marchó. A su siguiente compañía llegó ya en un puesto de categoría inferior al primero.  Cuando se quedó embarazada del segundo hijo decidió recurrir a la jornada reducida. "Con el consabido pánico de ¿me lo darán? ¿No me lo darán?, que por mucho que sea un derecho y la legislación está preparada para asumirlo, al final lo dudas", dice Sánchez. A la empresa por la crisis no le vino mal, y así comenzó con su jornada reducida, en sueldo que no en responsabilidades.

"Técnicamente tenía una jornada laboral de cinco horas, pero la exigencia no cambió de cuando era de 8 horas. Terminaba en casa todo lo que no estaba hecho cuando salía de la oficina" recuerda. Así que se volvió a cambiar de empresa.

"Yo siempre digo que nadie te avisa de que las cosas van a ser complicadas. Te educan para que estudies mucho para poder conseguirlo todo, y luego te lo niegan", se lamenta. "Recuerdo un día, después de tener a mi primer hijo, que me enfrenté a mi padre y le dije que para qué me había hecho estudiar tanto si luego no lo iba a poder utilizar. Si no me dejaban" .

Paula Sánchez pone también el dedo en la llaga de la conciliación. "Se trata de conciliar la vida de las personas no de las mujeres". De conseguirse la corresponsabilidad en el reparto de tareas se evitaría el efecto tan pernicioso que las crisis tienen en la faceta laboral de las mujeres. "Sin duda la crisis nos ha perjudicado, en el sentido de que en general tenemos puestos de menos responsabilidad que los hombres y si alguien se tiene que quedar sin trabajo por algo, como nosotras costamos menos, tú te quedas en casa porque, total, tu sueldo no es el más representativo de la casa", dice. Pero Sánchez también le encuentra cierto atisbo de esperanza. "En parte esta crisis también ha beneficiado a algunas mujeres porque ha fomentado la creatividad de muchas emprendedoras que son las que ahora sacan las castañas de fuego a sus familias. Es que nosotras somos más resolutivas".

Paula Sánchez es la autora de un blog que se llama Yo no soy superwoman.

Así es mi día a día, por Paula Sánchez: Suena el despertador a las 6,30, me levanto y me arreglo. A las 7,30 salgo, con los niños recién levantados. Salimos los dos mi marido y yo a la vez. Tenemos que contratar a una persona para que les de el desayuno y los lleve al colegio. Estoy en la oficina hasta las 17,30 horas, con un descanso que me impide ir a casa a comer.  A las 18,30 horas llego a casa. También han recogido a los niños. Es un puzle de cuidadora, extraescolares...  A partir de ese momento empieza el trabajo de verdad. El que no se ve fuera, pero me exige mucha energía, y que además me toca a menudo a mí sola, porque mi marido pasa seis meses al año fuera de España. En ese tiempo me encargo de hacer la comida del día siguiente, de preparar las cenas... Tengo que sacar tiempo para deberes, charlas y conflictos. A las nueve ya están acostados y entonces yo me muero, porque no me quedan energías… Pongo una película, pero al minuto me quedo dormida en el sofá.

Consuelo Míguez: "Prefieren a un chico de 18 que a una mujer de 50"

El último empleo en condiciones dignas que tuvo Consuelo Míguez data de 2009. Desde entonces lleva seis años en los que lo máximo que consigue son sustituciones por días y casi siempre en verano. Formada como profesora de EGB, siempre ha trabajado como administrativa en labores de contabilidad. Está inscrita en todas las páginas web de empleo que existen, públicas y privadas, hasta la fecha sin demasiada suerte. "Mi caso es grave", reconoce esta madre de una niña de 10 años, que ha tenido que traerse a su padre a vivir a casa para que él pueda alquilar el piso y ayudar con la renta.

Hace mucho que el subsidio de desempleo se acabó, también la ayuda por hijo a cargo. En su caso a la edad, los mayores de 45 años lo tienen crudo para reinsertarse en el mundo laboral, se suma el hecho de ser mujer y madre. Cuando va a una entrevista de trabajo, Consuelo cree que las empresas se fijan más en la edad del aspirante que en su currículum. "Se quedan siempre con el chico de 18 años en lugar de contratarme a mí". Le pasa con frecuencia. "No se fijan en mi currículum, ni en mis conocimientos, tal vez porque la mayoría de las ofertas a las que aspiro los conocimientos se pueden adquirir en una breve formación".

En estos últimos años de la crisis, Consuelo Míguez ha encadenado empleos que rondan entre los 5 y los 15 días de duración. Como teleoperadora, como vendedora, de administrativa, en logística o de grabadora de datos. "Las que me entrevistan para los trabajos me preguntan: ¿Y por cinco días te merece la pena cogerlo? Pues claro, les digo, entre no hacer nada y hacer algo".

En su pasado laboral, sin buscar mucho, encuentra algunas experiencias de discriminación por género. "Por ejemplo que los que promocionaban siempre eran los hombres. Yo no entendía por qué le promocionaban a un compañero si él y yo sabíamos lo mismo, o incluso yo algo más", rememora.  En su presente de búsqueda de empleo, otro obstáculo es el horario de preferencia de una madre, la mañana. "Ahora casi todas las ofertas son de tarde y noche, pero yo no puedo porque entonces necesito contratar a una persona que cuide a mi hija y lo ganado lo pierdo". Pero Consuelo Míguez no tira la toalla y se prepara en la escuela de idiomas el inglés y el italiano porque no descarta presentarse a las oposiciones de profesores de EGB.

Así es mi día a día, por Consuelo Míguez: Me levanto sobre las ocho y cuarto, que mi niña entra al colegio a las 10. Se viste ya sola, pero yo la peino, la llevo al colegio. A la vuelta hago la compra y la comida. Dedico mucho tiempo mirando las webs de empleo: Infojobs, Laboris, en las páginas de la comunidad de Madrid, en Cruz Roja. Todas las ETTs tienen mi currículum. No sé si me queda un sitio donde enviarlo. Estudio y por la tarde ayudo a mi hija a hacer los deberes, cenamos y ya, a la cama.

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