Una exposición se adentra en el 'lado oscuro de la moda' y los macrotalleres textiles asiáticos

  • A partir del accidente de 2013 en un taller textil de Bangladés con más de mil trabajadores muertos, 'Fast Fashion' pide una 'regulación ética' del sector.
  • La muestra, que organiza el MKG de Hamburgo, se plantea como un 'laboratorio' para que los visitantes mediten sobre su responsabilidad como consumidores.
  • Con fotos, vídeos, estadísticas y propuestas, se analizan la pobreza y la explotación, el coste ambiental de la industria, los márgenes de beneficio...
  • A FONDO: Lo que cuesta de verdad la ropa que nos ponemos.
Foto de Taslima Akhter del cadáver de una trabajadora de un taller textil de Bangladés que fue arrojada por sus jefes desde el tejado de la fábrica en julio de 2010
Foto de  Taslima Akhter del cadáver de una trabajadora de un taller textil de Bangladés que fue arrojada por sus jefes desde el tejado de la fábrica en julio de 2010
© Taslima Akhter
Foto de Taslima Akhter del cadáver de una trabajadora de un taller textil de Bangladés que fue arrojada por sus jefes desde el tejado de la fábrica en julio de 2010

La tragedia del macrotaller textil de Dacca, capital de Bangladés, donde en 2013 murieron más de mil personas tras el derrumbe del edificio de nueve plantas logró que la conciencia social despertara, al menos temporalmente, sobre la realidad de la industria de la moda, sostenida por la explotación, las condiciones de trabajo casi medievales y los enormes márgenes de beneficio. En las instalaciones colapsadas, donde había cinco grandes talleres que trabajaban para, entre otras empresas, Primark, El Corte Inglés, Bon Marché, Joe Fresh y Benetton, trabajaban empleados que ganaban un salario medio de 38 euros al mes.

La exposición Fast Fashion - Die Schattenseiten der Mode (Moda rápida - El lado oscuro de la moda) toma de punto como punto de partida el drama —el más grave en número de víctimas (también hubo casi 2.500 heridos), pero no el único: el observatorio Ropa Limpia habla de frecuentes siniestros y de centenares de muertos anuales en las precarias instalaciones de la zona— para ofrecer los detalles que lo explican y pedir a la sociedad consumidora de occidente que exija una "regulación ética" del sector.

Una camiseta de 20 € cuesta 1,5 céntimos

La valiente y novedosa muestra, la primera en llevar a un centro público dedicado al arte la cuestión de la moda rápida y su estructura de producción —que permite que, según el sindicato internacional europeo IndustriALL, el coste laboral de una camiseta fabricada en Bangladés que se vende a 20 euros se en origen de 1,5 céntimos—, está organizada por el Museo de Artes Decorativas y Aplicadas de Hamburgo (MKG según sus siglas en alemán). Estará en cartel entre el 20 de marzo y el 20 de septiembre.

Mediante fotografías, proyecciones, vídeos, estadísticas, paneles y publicaciones, Fast Fashion está planteada como se plantea como un "laboratorio" para que los visitantes mediten sobre su responsabilidad como consumidores y sepan cómo, quién y con que coste personal, económico, social y ambiental fabrica las prendas que venden las grandes cadenas y marcas. Se trata de una "mirada crítica a la parte de atrás del glamour de  la moda" y al "triángulo mágico" que sostiene a una industria basada en la explotación y los beneficios: "el consumo, la economía y la ecología".

'Marcapasos del cambio social'

A partir de la base de que la moda es "un sistema de control social muy particular que puede ser considerado como el marcapasos del cambio social", la exposición ofrece datos y materiales visuales ordenados en apartados presentados en dicotomías: "moda y víctimas", "falta y abundancia", "global y local", "salarios y beneficios"... Los organizadores quieren que los visitantes, una vez salgan de la muestra, sean "más activos" y exijan una "regulación ética" del sector, tanto económica como ambiental.

El consumidor, recuerdan, tiene el poder de informarse y decidir como componer un "armario limpio", optando por comprar ropa a empresas que respeten los códigos de responsabilidad laboral, no exploten a sus trabajadores hasta niveles insostenibles, no establezcan plazos y niveles de producción que conlleven horarios inhumanos y tengan presente la salud del medio ambiente durante el proceso. Indican en este sentido que el cultivo de materias primas como el algodón se acelera con el uso masivo de pesticidas y que el proceso de producción es muy ineficiente en el uso de energía y el tratamiento de residuos.

Modelos tristes

La exposición muestra también la campaña Beyond Fashion (Bajo la moda), donde la fotógrafa y activista Susanne Friedel muestra a modelos luciendo prendas fabricadas en talleres asiáticos en el habitual lenguaje de la cartelería de las marcas y almacenes: imágenes frontales y extrailuminadas. En vez de las típicas leyendas con la descripción de la prenda y el precio, los carteles, con los modelos intensamente tristes, tienen mensajes con declaraciones reales de trabajadoras textiles y el coste en origen de cada elemento de vestuario.

"Me voy de casa a las seis de la mañana y vuelvo a las nueve de la noche", dice Amanthi, de Sri Lanka junto al anuncio de un traje de bebé que cuesta 0,09 dólares. "Trabajamos entre 12 y 14 horas diarias, también en domingos y festivos. El salario no me alcanza para comer", señala Krishanthi, de Bangladés, en el cartel de una camisa con un coste de producción de 0,10 dólares.

El salario más bajo del mundo: 0,32 céntimos por hora

El reportero Tim Mitchel muestra una serie documental sobre las condiciones de trabajo en los talleres textiles y de Taslima Akhter, que se dedica en concreto a los de Bangladés, donde la industria da trabajo a tres millones de personas, la mayoría mujeres, y paga por hora el salario más bajo del mundo: 0,32 céntimos. El país no ha subscrito las convenciones internacionales sobre seguridad laboral y tenía en 2011 solamente 93 inspectores para las 25.000 fábricas textiles de las que sale el 78% de las exportaciones del país, unos 20.000 millones de euros.

La moda "ha estado siempre estrechamente ligada al capitalismo moderno", señalan los organizadores de Fast Fashion, y "está dominada por las corporaciones globales", de manera que la moda rápida y la sociedad de consumo "influyen entre sí, por un lado para que las empresas de ropa operen de modo beneficioso y, por otro, para cumplir el anhelo de la clientela de lucir nuevas colecciones y modelos".

Acusan a las empresas de manejar las políticas de precios para que los clientes se abastezcan de ropa nueva "con más frecuencia de la realmente necesaria". En ningún otro ámbito de la sociedad de consumo los principios del "poder de la marca" y la "creación de nuevas necesidades" funcionan con tanta intensidad como en el de la moda, cuya industria, destinada sobre todo a los mercados de Europa y los EE UU, aprovecha los bajos costes laborales de países como China, India, Bangladés, Vietnam y Camboya, donde  "las condiciones de trabajo son a menudo inhumanas, las normas de seguridad no se cumplen y los salarios están, por lo general, por debajo del nivel de subsistencia".

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