NASA y ESA eligen a un profesor en Alicante para estudiar cómo desviar un asteroide de la Tierra

  • Adriano Campo Bagatín, profesor de la Universidad de Alicante, ha sido invitado a trabajar en un proyecto de la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA).
  • Buscan saber si existe la tecnología para evitar el impacto de un asteroide; lo harán lanzando un proyectil sobre un satélite en su aproximación a la Tierra.
  • Su hándicap es la falta de financiación hasta que la ESA se haga cargo del proyecto en 2016: "El Ministerio nos ha denegado la ayuda, igual renunciamos".
Adriano Campo Bagatin, profesor de la Universidad de Alicante seleccionado para la misión espacial sobre asteroides.
Adriano Campo Bagatin, profesor de la Universidad de Alicante seleccionado para la misión espacial sobre asteroides.
Adriano Campo Bagatin
Adriano Campo Bagatin, profesor de la Universidad de Alicante seleccionado para la misión espacial sobre asteroides.

2022 podría ser una fecha clave en la preparación para un posible impacto futuro de un asteroide en la Tierra. Será entonces cuando la principal línea de investigación, la de desviar el objeto antes del evento, encuentre respuestas: ¿es posible evitar una catástrofe natural por la colisión de un asteroide?, ¿hay tecnología suficiente para ello?, ¿cómo responderá el objeto a la intervención humana? A todas estas preguntas deberá responder la misión espacial AIDA, conjuntamente con la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA), que cuenta con la aportación de Adriano Campo Bagatín (Valencia, 1962), profesor de la Universidad de Alicante (UA).

Si un acontecimiento extraordinario no lo impide, será entonces cuando un proyectil impactará con el sistema binario 'Didymos'—formado por un asteroide de 800 metros y su satélite, de 150— en su punto más próximo a nuestro planeta. El objeto del estudio hasta el lanzamiento del proyectil en 2020 es precisamente ese pequeño satélite, objetivo más fácil de desviar por tener menos masa y estar compuesto de materiales muy comunes, silicatos, "bastante estándar para un experimento".

En el equipo de dirección y coordinación de los cuatro grupos que van a trabajar sobre él se encuentra este profesor. "La idea es colisionar sobre ese satélite, midiendo bien la desviación de su órbita sobre el primario", explica. A partir de ahí se recopilarán datos de cuánto impulso han sido capaces de darle al objeto y saber si sería aplicable en una futura ocasión en la que de verdad hubiera que alejar un objeto. "Durante años se ha barajado la idea de la capacidad que hay para desviar un asteroide que no sea ni muy grande ni muy pequeño. La teoría nos dice que es posible hacerlo, pero ahora realmente vamos a ver si la tecnología nos lo permite".

Su trabajo es puramente teórico. Tiene un año y medio, hasta finales de 2016, para presentar ante la ESA los informes de observación. Pero aquí se encuentra con su principal problema: la falta de financiación. Durante este tiempo depende de la ayuda estatal. Han pedido una ayuda de post-doctorado para él y un becario, además de una renovación del equipo informático valorado en unos 30.000 euros. Financiación que le ha sido denegada. "Igual tenemos que acudir a recursos de otros grupos de investigación o simplemente renunciar. En año y medio la ESA debe decidir si el proyecto sigue adelante y, por tanto, ofrecer financiación, contratar personal, etc. Mientras, dependemos del Ministerio. Vamos a presentar una reclamación, pero ya veremos. No estamos muy alentados en este momento". La situación no es coyuntural, ya que tiene la sensación de que no hay compromiso. "Si se invirtiera poco ya sería algo. Pero en 2011 empezó a caer la financiación y en los cuatro o cinco últimos años ha caído a niveles ridículos. Se ve la voluntad que hay".

Si supera estas dificultades y su participación prospera, formará parte del trabajo teórico europeo, que deberá servir a la parte estadounidense de la misión para el envío del proyectil DART (Double Asteroid Redirection Test). Pero, ¿qué pasaría si hubiera un acontecimiento imprevisto antes de la fecha? La clave está en el tamaño y la previsión de colisión. "Por ejemplo, en 2013 impactó uno en Rusia y dejó 1.500 heridos. Era pequeñito. De ese tamaño son muy difíciles de encontrar. Si se encontraran, lo más sensato es evacuar la zona, porque no vale mucho la pena en cuanto a coste". Sin embargo, si el objeto es de 100, 200 o 300 metros, entonces la única forma de que no cause muchos daños es intentar desviarlo. "Si a mediados de la próxima década nos dicen que va a haber una aproximación, lo que se haría es, en lugar de esta misión programada para hacer un test, intentar directamente utilizarla con todos los estudios y competencias tecnológicas que se tengan. No habría tiempo para mucha experimentación. Incluso habría que mandar más de una sonda, dos o tres, por si la primera desviación no hubiera tenido efecto. La realidad es que si esto se produce con un anticipo de menos de cinco años, estamos realmente al límite".

Hasta ahora se han calculado acontecimientos con muy baja probabilidad a muchas décadas, incluso a ciento y pico años. "De los relativamente pequeños puede haber decenas de miles y solo se conocen un 10%". La situación es mejor para los grandes, de más de un kilómetro. "En estos casos habría tiempo de reacción. En ese sentido podemos estar bastante tranquilos, pero el peligro está en el tamaño intermedio. Ahí una colisión sería catastrófica. No un evento de extinción ni nada por el estilo, pero sí con muchos daños materiales". Este proyecto parte de la base de unos estudios que ya indican que podría ser efectiva una disuasión. La meta es ver cómo responderá el objeto, que en gran parte dependerá de su material y de cuánto va a salir inyectado debido al choque. También si puede influenciar el impulso del objeto que recibe. "Podría darse el caso de que con una colisión se destruyera el asteroide completamente, aunque sea una posibilidad remota. El impacto se daría con mucha energía. ¿Tiene el satélite suficiente cohesión interna para aguantar toda esa energía? Es algo que pretendemos esclarecer".

Por el momento es la línea más certera y viable. "Hay quien plantea explosiones nucleares, pero estamos hablando de cuestiones muy complejas porque habría que superar escollos legales muy importantes y tratados internacionales que prohíben llevar material nuclear al espacio".

"Es importante estar preparados"

Lejos del catastrofismo del cine, donde las películas son "exageradamente apocalípticas", hay una realidad que puede suceder en cualquier momento, la del impacto en una zona habitada, aunque sea dentro de mil años. Insiste por tanto en la necesidad de estar preparados, aunque sin preocuparnos. "No podemos perder de vista una cosa que va a ocurrir, y que lo único que no sabemos es cuándo. Ha ocurrido en el pasado y va a seguir ocurriendo. Tiene todo el sentido estar preparados, invertir en buscar estos objetos, conocer sus órbitas, y tener la tecnología al menos planteada para reaccionar si hiciese falta. Es una postura racional. No hay que asustar a la gente, porque estas cosas pasan muy de vez en cuando, pero puede ser en cualquier momento".

Campo Bagatín pide más atención para los eventos de poca energía, los pequeños, de 50 a 80 metros, que estallan en la atmósfera, como el de Rusia en 2013. "Hay que tener en cuenta que cada vez va a ser más frecuente saber con antelación si un pequeño evento de este tipo va a ocurrir. Antes ocurría y punto, como un terremoto, pero ahora se empieza a saber el momento en el que impactará, ahora serían necesarios planes de evacuación. Y en eso me parece que estamos un poco retrasados". Ante esta situación pide una reacción continental, "porque siempre hay mucha incertidumbre de dónde va a explotar, y hay que estar preparados para intercambiar información de manera rápida. Y educar a la población. En Japón enseñan a los niños a meterse debajo de los pupitres cuando hay un terremoto. Uno tiene que saber que a veces ocurren estas cosas, y hay que estar preparados".

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