Josep Mª Blanch: "La precariedad laboral produce un desasosiego mayor que estar en el paro"

Josep María Blanch, catedrático de psicología en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
Josep María Blanch, catedrático de psicología en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
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Josep María Blanch, catedrático de psicología en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

Una semana trabajando como reponedor, otra semana en el paro, los cinco días siguientes ayudando en una tienda, los cinco posteriores de nuevo en las Oficinas de Empleo. El panorama de los trabajadores precarios se asemeja a un columpio que sube y baja, que ofrece buenas y malas noticias por temporada, pero siempre con la marca de la inestabilidad y de la baja remuneración: apenas el 5,6% de los contratos que se registran en España son fijos y de jornada completa.

Hace un par de años, el catedrático de Psicología Social Aplicada Josep Mª Blanch Ribas dirigió en la Universidad Autónoma de Barcelona un estudio de campo sobre el grado de bienestar laboral. Hizo cuatro grupos entre los participantes: uno con aquellos que tenían un empleo estable, otros con los que estaban en el paro, un tercero con trabajadores temporales que lo eran de forma voluntaria y un cuarto con los temporales que pretendían un empleo mejor.

"El resultado del estudio fue revelador", asegura a 20minutos este experto y autor de varias docenas de publicaciones especialmente dedicadas a la psicología social del trabajo, el empleo, el desempleo y el subempleo; "los padres y madres de familia que enlazaban situaciones de precariedad con épocas de desempleo, sufrían un desasosiego mayor que aquellos que llevaban bastante tiempo desempleados".

Porque la precariedad no solo afecta al bolsillo.

Así es. Desde un punto de vista psicológico, las personas necesitamos tener varias condiciones para no sentirnos mal. Y entre ellas está la certidumbre.

¿A qué se refiere con certidumbre?

A la idea de que vivimos en un mundo que sabemos cómo funciona y que podemos manejar. Esa es la base de la seguridad de las personas: saber que vamos a poder alimentarnos o que podremos mantener hipotecas en el futuro. Cuando eres un trabajador afectado por la precariedad laboral, la incertidumbre sobre tu situación provoca que una serie de funciones psicológicas se tambaleen más.

¿Como cuáles?

Piense que los precarios tienen problemas para llegar a final de mes. Esa ya es una gran preocupación. Pero a ese dilema se unen otras preguntas habituales que se hacen estos trabajadores: ¿estoy mal, pero puedo estar peor?, ¿me renovarán o no me renovaran?

Eso suena a que ser precario es psicológicamente peor que estar parado.

Exacto, porque cuando una persona está desempleada ya es consciente de que lo tiene mal. Estar en el paro es una experiencia psicológica de certidumbre; es un 'peor imposible' y solo cabe tener la ilusión de que en algún momento encontrarás un empleo. Claro, no esperas que te contraten como ministro, pero desde una situación de desempleo solo puedes mejorar hacia una situación mejor. En cambio, si eres precario, sientes que aún puedes ir a peor.

¿Se llega a autoinculpar un trabajador precario por su situación?

Depende de la persona: hay algunas más propensas a culparse de la mala situación que atraviesan y a preguntarse qué les pasa a ellos, o qué les falta que no les falte a los otros. Pero en un contexto como el actual en España, con tanta gente en el paro o en situación de precariedad, con la mitad de los jóvenes fuera del mercado de trabajo, esta autoinculpación está más diluida. Las personas se siente menos culpables al mirar ahora a su alrededor.

¿Puede llegar a aliviar esa sensación de pertenencia?

Cuando en un grupo social todos se encuentran en una situación similar de precariedad, las personas que lo integran lo viven de una forma más natural que si, digamos, el 90% de los españoles estuviesen bien colocados en el mercado de trabajo. El contrato temporal se creó hace 30 años como medida de excepción para salir la crisis que atravesaba el país. En aquel momento lo normal era tener un empleo para toda la vida, o se saltaba entre empleos fijos, así que los temporales surgieron como una excepción contractual para quien preferían tener cualquier empleo, a no tener ninguno.

Pero ahora no son una excepción: más del 92% de los contratos que se registran son temporales y solo un 5% de los nuevos contratos son fijos y de jornada completa.

Sí, la contratación temporal se ha convertido en la regla y ahora lo antinatural es tener un contrato estable.

Y eso, aparte de los efectos macroeconómicos, ¿qué poso psicológico deja en la sociedad?

Piense en aquella generación que vivía con un trabajo estable y con un oficio para toda la vida que continuaba la formación que había tenido. Esas personas tenían una identidad social y psicológica. Eras el 'hijo del carpintero', o 'el hijo del maestro'. Ahora la gente que trabaja en precario cambia de oficio cada semana y la identidad laboral, especialmente en los jóvenes, no es algo que se busque. El trabajo está dejando de ser fuente de identidad social.

¿Y qué marca ahora nuestra identidad a nivel psicológico?

Cualquier cosa que ofrezca una estabilidad. A las personas que sufren la precariedad laboral les ofrece más estabilidad ahora lo que hacen durante su tiempo de ocio. Se identifican como 'la persona que los fines de semana está en esta discoteca', o presumen de ser un aficionado del Barcelona. Estos dos ejemplos, a esas personas, les ofrece una identidad estable en el tiempo y están sustituyendo a la identidad que en otra época ofrecía el trabajo.

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