¿Qué se considera fiebre en adultos o en bebés? ¿Cómo tomar la temperatura?

La epidemia de la gripe campa por España, con 174,5 casos por cada 100.000 habitantes, y la fiebre es uno de sus síntomas, junto a la tos, el dolor de garganta y de cabeza, la mucosidad y la fatiga muscular.  Probablemente el síntoma que más alarma y más visitas genera a las consultas de atención primaria y a los servicios de urgencias.

¿Pero realmente sabemos cuándo podemos hablar de que tenemos fiebre?  ¿En qué casos acudir a los profesionales de la salud? ¿Cómo tratarla en casa? La fiebre es una vieja conocida, por la que todos hemos pasado como pacientes y como enfermeros, sobre la que hay mucho desconocimiento y, sobre todo y peor, muchas falsas creencias.

¿Cuándo tenemos fiebre?

Según apunta la Asociación Española de Pediatría, se considera fiebre en niños cuando la temperatura es superior a 37,5 grados en la axila o 38 en el recto, que siempre da medio grado más.  Cualquier temperatura inferior a 37,5 grados se considera febrícula. Con más de cuarenta grados ya se habla de fiebre alta y es recomendable acudir al médico

Con los adultos estos rangos no difieren. La temperatura media normal, tanto en niños como en adultos, es de 36 grados, pero se puede tener entre 35 y 37,5 y no haber el menor problema. Y hay que tener en cuenta que durante la tarde la temperatura corporal puede subir hasta medio grado.

¿Cuándo hay que acudir al médico?

En este caso, "más que los grados de fiebre hay que mirar la edad  y otros factores" asegura la doctora Amalia Arce, médico pediatra en la Fundació Hospital de Nens de Barcelona, donde ha coordinado el Servicio de Urgencias y que también es autora de varios libros sobre salud infantil y del blog Diario de una mamá pediatra."Con los bebés menores de tres meses hay que ir al médico siempre que haya fiebre. Y hasta los tres años también hay que mirarlos más, porque a partir de dos o tres años es más fácil que encuentres el foco: unas otitis, unas anginas, que veas que claramente es una gripe... pero cuando son más pequeños es más difícil y las infecciones se pueden generalizar con mayor frecuencia", explica la doctora Arce.

La pediatra Irene Maté, habitual también de los servicios de urgencias, coincide: "los grados  y la respuesta al antitérmico agobian mucho a los padres, pero lo importante es mirar si está demasiado adormilado o irritable, si tiene petequias, dificultad para respirar... Hay mucho miedo a las convulsiones febriles en los niños, pero esas descargas que son las convulsiones no tienen que ver con la temperatura. El niño que va a convulsionar lo hará igual con 37 grados que con cuarenta".

"Si la fiebre se mantiene en el tiempo más de dos o tres días, también hay que ir al médico", añade Maté.

¿Y con los adultos? ¿Cuándo la fiebre es motivo de preocupación? "Cuando parece que es una gripe con los síntomas típicos en principio no hay que preocuparse salvo que estés en una situación más delicada. En un adulto sano o normal, salvo que haya algún síntoma que no encaje, no hay razón para alarmarse", explica Arce.

Es importante tener presente que en los ancianos la fiebre es especialmente peligrosa, más incluso que en niños. En una publicación de los doctores Carlos de la Fuente y Manuel Montes recogida en la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología,  se explica que en los ancianos hay “una disminución de la respuesta febril ante agentes infecciosos”, a lo que se une una mayor dificultad a la hora de tomar la temperatura y la interacción con medicamentos que toman de manera habitual, por lo que “entre el 20 y el 30% de los ancianos con infecciones virales o bacterianas importantes no muestran fiebre”.   La ausencia de hipertermia  (sí, puede haber fiebre sin subida de temperatura) puede retrasar diagnósticos y tratamientos. Hay que valorar cada caso teniendo en cuenta la condición del anciano y su historia clínica.

"Los ancianos pueden haber pasado 65 gripes que les protegen parcialmente,  pero son los que lo pasan peor cuando enferman. Tienen menos incidencia pero son los que realmente tienen un riesgo alto", apunta la doctora Maté. "Los abuelos más mayores son como los bebés, tienes que mirar otra sintomatología, ver si están más adormilados, más nerviosos o desorientados..."

También las recomendaciones de acudir a un servicio médico de urgencias se acentúan y varían en personas trasplantadas, embarazadas, madres en el puerperio, que han tenido una intervención quirúrgica reciente, inmunodeprimidas... que deben seguir las indicaciones de los profesionales que los atienden.

¿Cómo tomar la temperatura?

Hubo un tiempo en el que únicamente se empleaban termómetros de mercurio y la respuesta era muy sencilla, pero de la mano su prohibición en 2006 por tratarse de una sustancia peligrosa para la salud y contaminante han surgido distintos tipos de alternativas que, con frecuencia, generan confusión.  " Estamos en una situación difícil desde que se fue el mercurio", reconoce Amalia Arce.

La doctora, que cree conveniente "no obsesionarse y estar tomando la temperatura cada hora", prefiere y recomienda los termómetros de galinstano. Se trata de una aleación de galio, indio y estaño, líquida a temperatura ambiente. "Tiene el inconveniente de que tarda tanto como el mercurio y hay gente que parece que no es capaz de aguantar tres minutos, pero da una temperatura más fiable. También se rompen, pero no son tóxicos".

Respecto a los distintos tipo de termómetros digitales, los que menos le convencen son los de frente y oído, aconseja en todo caso los que tienen forma de termómetro convencional, "pero mi sensación es que el grado de fiabilidad es justito, que al principio funcionan y con el tiempo se descalibran. Y la primera medición no es la fiable, tienes que ponerlo varias veces hasta que ves que no cambia el nivel de temperatura".

La farmacéutica y profesora universitaria Marián García, autora de distintos libros y del blog Boticaria García  coincide en no recomendar los termómetros sin contacto, de frente o de oído, que “a veces nos vuelven locos".  "Tampoco soy especialmente partidaria de las aplicaciones de smartphones que te hacen gráficas porque generan obsesión", añade.

En cambio ella recomienda los digitales normales, los de pila que usan en los hospitales. Preferiblemente de una buena marca y los de detección rápida que apenas necesitan diez segundos. “Tienen una buena relación calidad precio y en principio son precisos, lo que pasa es que medimos mal. Me devuelven muchos termómetros porque no funciona bien y es que no saben usarlos, aunque parezca una tontería. Hay que ponerlo en vertical apuntando al cielo y solemos ponerlo en paralelo al suelo. Los de galinstano son muy lentos; cuanto más tiempo necesite un termómetro, peor”.

La doctora Maté coincide en la poca fiabilidad de los termómetros de oído y frente y en recomendar los termómetros digitales, "con los de galinstano no he trabajado". Añade además que "siempre es mas fiable una temperatura rectal que una axilar".

Para tratar la fiebre

Marián García explica que "han cambiado un poco las recomendaciones. Aunque una persona tenga 38 grados de fiebre, si tiene un buen estado general no hace falta tomar antitérmicos. Solo hay que tomarlos si no hay malestar y dolor. En general la fiebre es un mecanismo de defensa y hay que dejarla actuar. Por si misma no causa daños".

Amalia Arce coincide hablando de niños: "Yo soy partidaria de darles antitérmicos si se sienten mal aunque tengan pocas décimas, pero si están con fiebre pero jugando tranquilamente no hay que dar nada. No es algo vinculado a la temperatura".

García apunta a que "tampoco se recomienda alternar tipos de antitérmico porque hay mayor riesgo sobredosis por equivocación. Te ciñes a uno, lo das con su pauta y punto. Solo en casos de dolor o fiebre muy alta, a partir de 39 grados, el profesional médico puede considerar alternar. Pero tú en tu casa y por tu cuenta, no debes hacerlo".

"Si a un niño le falta una hora para la siguiente dosis de antipirético y no está fatal, no pasa nada por esperar porque no va a convulsionar. No pasa nada por tener fiebre, bajamos la fiebre para encontrarnos bien", explica Irene Maté.

Marián García concluye recordando que los viejos remedios están desaconsejados: " Los baños, las friegas, los paños húmedos… no son más efectivos que bajar la temperatura con antitérmicos y es más incómodo, sobre todo para los niños". La doctora Maté explica que "el calor se tiene que disipar, si se abriga uno en exceso se impide. Con los baños y las compresas frías constriñes la piel y también impides que se disipe el calor: enfrías por fuera pero el calor sigue por dentro".

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