El alejamiento de la casa real de los Borbón Urdangarin: de los salones de palacio al ostracismo

La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, en una imagen de archivo.
La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, en una imagen de archivo.
EUROPA PRESS
La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, en una imagen de archivo.

La infanta Cristina y su marido, Iñaki Urdangarin, han pasado en poco más de un lustro de pasearse por los salones de palacio saludando a los invitados que hacían cola para estrechar su mano a quedar relegados al ostracismo en Suiza como consecuencia del caso Nóos que ha juzgado los negocios que el exduque de Palma emprendió valiéndose de su condición de miembro de la familia real.

Un caso que por primera vez llevó a los tribunales a dos miembros de la familia real —hoy ya fuera de ella— y que concluyó este viernes con el fallo del tribunal, que absuelve a la infanta como cooperadora necesaria de dos delitos fiscales cometidos por su marido y condena a este a una pena de cárcel de seis años y tres meses de prisión.

La situación de los dos era muy diferente hace cinco años. El 12 de octubre de 2011 la infanta Cristina y Urdangarin acompañaron al resto de la familia real en la celebración de la Fiesta Nacional. Primero desde la tribuna de autoridades para ver el desfile militar y luego en la tradicional recepción en el Palacio Real.

Sonriendo y conversando de manera animada con todo aquel que se paraba a saludarles, sin que sus gestos expresaran preocupación alguna, nada hacía presagiar la tormenta que se avecinaba. Unas semanas después de los festejos del Día de la Hispanidad, el caso Nóos, cuya investigación judicial había arrancado en 2010, abrió todos los telediarios al salpicar de lleno a la casa real. El 7 de noviembre de 2011 la Policía entraba a registrar varias empresas relacionadas con el Instituto Nóos que presidió Urdangarin en el marco de una investigación sobre un supuesto desvío de fondos públicos.

Desde ese día, el goteo de informaciones sobre los negocios irregulares del exduque y su socio Diego Torres ejercieron una presión insoportable sobre la casa real, descrita por un alto cargo de la institución como un "martirio". Un mes después del escándalo, la Casa del Rey anunciaba que apartaba a Urdangarin de los actos oficiales de la familia real por su comportamiento "no ejemplar".

Aunque esa medida, comunicada a los medios de comunicación por el entonces jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno —investigado posteriormente por el presunto uso fraudulento de las 'tarjetas black' de Cajamadrid— se presentó como dirigida en exclusiva a Urdangarin, lo cierto es que desde aquel momento tanto él como la infanta quedaron vetados para representar a la familia real, y por tanto sin posibilidad de cobrar hasta 72.000 euros al año de los presupuestos de la Casa Real que la infanta recibió en ejercicios anteriores por estas actividades.

Así se lo comunicó un alto cargo de la Casa del Rey a la infanta Cristina: "Lo siento Alteza, pero no cuento con usted", según revelaron fuentes de Zarzuela años después. La infanta no encajó mal la decisión, no así su marido, que consideraba que Zarzuela le estaba condenando de antemano y perjudicando su defensa judicial.

Pero el gesto de apartar a los duques de Palma de la agenda de la casa real no fue suficiente para la opinión pública. Menos aún después de que en noviembre de 2012 se presentaran en el hospital junto al resto de la familia real para visitar al rey Juan Carlos tras una de sus operaciones de cadera.

Por aquel entonces, Urdangarin dejaba su puesto directivo en Telefónica en Washington y se mudaba a Barcelona con su familia, pero solo temporalmente, porque en 2013 se instalaron en Ginebra, donde la infanta continuaría trabajando para La Caixa y empezó a colaborar con la Fundación Aga Khan.

Con esa visita inesperada de los duques de Palma al hospital, la Casa del Rey se vio de nuevo obligada a marcar distancias con Urdangarin y eliminó su perfil de la web de la institución. Los esfuerzos de Zarzuela por desvincularse del caso Nóos se complicaron en abril de 2013, cuando el juez José Castro citó a declarar a la infanta como imputada.

El cortafuegos en torno a la infanta

Dejar caer a Urdangarin era una cosa, pero con la hija del rey Zarzuela siempre intentó establecer un cortafuegos, al menos mientras que su padre se mantuvo en el trono. Así, lejos de desvincularse, la Casa del Rey manifestó su "sorpresa" por la decisión del magistrado de imputar a la infanta.

El propio rey Don Juan Carlos intervino en la elección del abogado que representaría a la infanta en el juicio del caso Nóos, el ex secretario general de Convergencia Democrática de Cataluña y ponente de la Constitución Miquel Roca, amigo personal del rey emérito desde los tiempos de la Transición.

Ante la posibilidad de que la infanta Cristina se sentase en el banquillo como cooperadora necesaria de dos supuestos delitos fiscales cometidos por su marido, la única vía efectiva de desligar a la Casa del Rey del caso Nóos resultó ser la abdicación de Juan Carlos I en su hijo.

Desde el mismo día en que Felipe VI fue proclamado rey de España, la infanta Cristina —al igual que su hermana Elena— dejaron de ser miembros de la familia real. Cristina ni siquiera asistió al acto de proclamación en el Congreso.

El distanciamiento de Felipe VI

Pero el distanciamiento entre los dos hermanos no se quedó ahí. Cuando ya se había confirmado que la infanta sería juzgada y a punto de cumplirse el primer aniversario de Felipe VI como rey, el monarca revocó el título de duquesa de Palma a su hermana, y por extensión también a Urdangarin.

Desde ese día el matrimonio tiene prohibido hacer uso del título que Juan Carlos I concedió a su hija con motivo de su enlace con Urdangarin. El golpe sobre la mesa de Felipe VI escenificó un enfrentamiento público con su hermana que se hizo patente con un cruce de comunicados.

Unas horas después de que Zarzuela anunciase la revocación del título nobiliario a la infanta, sus abogados hacían pública una carta de Cristina de Borbón a su hermano en la que le anunciaba su voluntad de renunciar al ducado de Palma.

Ese movimiento de la infanta obligó a la Casa del Rey a desmentir que la revocación del título fuese una renuncia voluntaria de la infanta y a dejar claro que la carta se había recibido después de que Felipe VI hubiese comunicado a su hermana su decisión de revocarle el título.

Con esta medida, el rey Felipe, que accedió al trono prometiendo ser un referente de ejemplaridad, agotaba todos los recursos que tenía a su alcance para marcar distancias con el matrimonio procesado, pues él no tiene capacidad para despojar a su hermana de sus derechos de sucesión al trono, a los que solo ella puede renunciar.

Hasta la fecha, la infanta no ha dado muestras de estar dispuesta a renunciar a sus derechos dinásticos, pese a que hasta su padre, a través de un intermediario, se lo pidió, como ha revelado el periodista Fernando Ónega en su libro Juan Carlos I. El hombre que pudo reinar.

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