Noura, abogada siria: "Prefiero que mi marido esté muerto a vivo en una cárcel de mi país"

  • Esta letrada, residente en Damasco, se encuentra en España para dar una serie de charlas, organizadas por Amnistía Internacional.
  • En ellas hablará de su trabajo defendiendo y entrevistando a cientos de detenidos y exdetenidos y documentando casos de desaparición forzada.
  • Su marido fue arrestado en 2012 y desde 2015 no sabe nada de él.
  • "Cuando sale un fallo de ejecución de la pena capital, el resto de presos le da la enhorabuena al sentenciado por poder librarse de las torturas", relata.
La abogada siria Noura Ghazi, en la sede central de Amnistía Internacional en España.
La abogada siria Noura Ghazi, en la sede central de Amnistía Internacional en España.
ELENA BUENAVISTA
La abogada siria Noura Ghazi, en la sede central de Amnistía Internacional en España.

La última vez que Noura Ghazi vio a su marido fue el 30 de mayo de 2015. Bassel Khartabil, activista de derechos humanos, había sido detenido por las fuerzas de seguridad de Siria el 15 de marzo de 2012, dos semanas antes de la fecha que habían elegido para casarse. Al principio, la pareja pudo estar en contacto y, aunque entre rejas, llegaron incluso a cumplir su sueño de contraer matrimonio. Pero hace casi dos años Bassel se convirtió en una de las más de 65.000 personas desaparecidas desde el inicio de la guerra, según la Red Siria de Derechos Humanos.

"Si me dan a elegir entre si mi marido está vivo en la cárcel o muerto, prefiero que esté muerto", asegura Noura a 20minutos. Sentada en una sala de la sede central de Amnistía Internacional en España hace esa afirmación con enorme tristeza pero con entereza. Como abogada, especializada en defender a reclusos políticos, sabe muy bien cómo es la situación de las prisiones sirias, por lo que sus duras palabras están basadas en un gran conocimiento de causa.

Esta mujer de 35 años lleva desde 2004 ejerciendo la abogacía en Damasco. Lo hacía antes de que empezase el conflicto armado, justo hace seis años, y lo sigue haciendo ahora. A lo largo de este tiempo ha continuado defendiendo y entrevistando a cientos de detenidos y exdetenidos y ha documentado casos de desaparición forzada. Su labor la ha llevado a colaborar con Amnistía Internacional y con otras instituciones, como la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU.

"La situación de los presos políticos en Siria es peor incluso que los bombardeos. Cuando sale un fallo de ejecución de la pena capital, el resto de presos le da la enhorabuena al sentenciado por poder librarse de las torturas", denuncia. Las defensas solo pueden acceder a las cárceles civiles. Hay prisiones militares en las que también se encierra a ciudadanos a las que tienen vetada la entrada incluso los abogados.

El mes pasado Amnistía Internacional acusó al Gobierno de haber desarrollado de forma extrajudicial una campaña de ahorcamientos colectivos en el centro penitenciario de Saidnaya, donde al menos 13.000 personas, la mayoría civiles que se cree que eran opositores, podrían haber muerto. En 2014, tres destacados abogados internacionales denunciaron torturas sistemáticas y ejecuciones de 11.000 encarcelados desde 2011, según reveló el periódico británico The Guardian, basándose en un documento conocido como informe Cesar.

Historias dramáticas

Esto, que a Occidente llega como cifras, para esta jurista son historias cercanas, a muchas de las cuales se ha enfrentado directamente. Son tantas que cuando se le pregunta por la que más le ha marcado es incapaz de aportar un único ejemplo. Recuerda a las mujeres que dan a luz en prisión y a las que en muchas ocasiones les arrebatan a sus hijos. Recuerda a los enfermos de cánceres terminales, que según la legislación penal siria deberían ser puestos en libertad. Recuerda las crisis psicológicas que ha presenciado y cómo muchos de los encerrados a los que intenta ayudar se aferran a ella porque es la única persona que no sea un guardia que ven en mucho tiempo. Y recuerda también circunstancias concretas, como la de un bombero que fue arrestado mientras estaba ingresado en el hospital tras perder una pierna a causa de las heridas que le provocó participar en la extinción de un incendio en el Ejército del Aire. "Fue detenido porque su padre lo estaba y porque había sido activista de joven. Ahora mismo no se sabe dónde está", cuenta.

En su relato esta mujer se acuerda también de un amigo de origen kurdo, encarcelado junto a otras cinco personas: "Les dieron tales palizas que los otros murieron. Él quedó vivo pero sin la mitad del cráneo. Tuvieron que quitarle músculo y hueso del muslo para reconstruírselo". De aquello hace cuatro años. El mes pasado este hombre fue puesto en libertad y su situación es muy delicada. Noura le está ayudando a buscar refugio en Alemania porque "si no va a un país desarrollado no podrá recibir el tratamiento adecuado y puede morir". Mientras habla, la abogada saca su móvil y muestra una foto sobrecogedora. En la imagen se ve la cabeza de un hombre con una gran herida que deja parte del hueso al descubierto. "Esto es cuatro años después", insiste.

Esta siria es consciente de que "lo de rendir cuentas suele venir una vez finalizado el conflicto armado". Hasta entonces, los responsables de estos hechos permanecen impunes y por ahora poco puede hacer ella, más allá de "documentar lo que está ocurriendo, registrar todos estos casos para algún día, cuando se solucionen las cosas, poder denunciarlos". Eso e intentar que su voz llegue al resto del mundo. Por eso ha viajado a la ciudad suiza de Ginebra y por eso se encuentra estos días en España. Aterrizó en Barajas el 14 de marzo para participar en una serie de encuentros organizados por Amnistía Internacional en los que hablará de todo esto y responderá a las preguntas que le hagan. Tras recorrer varias ciudades españolas, el último acto se celebrará en Madrid este viernes por la tarde.

"Hemos creado un grupo de familiares de desaparecidos y detenidos. Se llama Familias para la Libertad. Es un grupo muy importante y quiero darlo a conocer para que tenga eco en la comunidad internacional y que la gente sepa cómo se está viviendo en Siria", apunta. Fuera de las prisiones, al miedo a los torpedos se suman los cortes de electricidad, de agua, la escasez de productos de primera necesidad o la falta de calefacción, cuando las temperaturas pueden bajar de los ocho grados bajo cero. Damasco está considerada en estos momentos como una de las ciudades más seguras del país y eso ha llevado a que doble su población, llegando a los cuatro millones de habitantes. Los alquileres se han encarecido tanto que "es casi imposible para las personas de a pie encontrar algún piso". "Por eso hay unos centros de acogida pero están tan abarrotados que es muy normal ver a familias enteras viviendo en la calle", añade.

Permiso gubernamental para viajar

Para poder salir de su país, esta activista ha necesitado un pase especial del Gobierno. El traslado no puede hacerlo directamente desde territorio sirio. Debe cruzar por tierra a Líbano y de ahí coger un avión. El trayecto para regresar es el mismo. Una vez en Damasco debe pasar por el departamento de Seguridad Nacional, "como los Servicios Secretos", e informar de su vuelta. Es así como podrá solicitar una nueva autorización porque tiene intención de visitar nuevamente Ginebra.

Estos viajes siempre son con retorno. Esta letrada nunca ha sido detenida pero sí recibe citaciones con cierta asiduidad para ser interrogada. Por su trabajo y por su activismo, el régimen del presidente Bachar Al Assad la tiene vigilada. Pero pese a vivir así y pese a que su padre fue arrestado nueve veces y su cuñado tres, tanto ella como el resto de miembros de su familia se niegan a abandonar su tierra.

Noura decidió hacerse abogada precisamente cuando fue consciente, con apenas once años, de cómo trataban los guardias a su padre, apresado por pertenecer al partido Unión Socialista Árabe Democrática y luchar por los derechos humanos y civiles. La detención más larga duró tres años, de 1992 a 1995, en la época en la que gobernaba Hafez al-Asad, progenitor del actual mandatario. "Me dije a mí misma que estudiaría Derecho para defender a gente como mi padre", explica. Con él mantiene una relación muy estrecha, una gran complicidad: "Soy como la otra cara de su moneda. Mi padre fue expulsado de la carrera de Derecho a raíz de una orden del Ministerio de Educación por pertenecer al partido. Todo lo que quería hacer en su vida lo ve reflejado en mí. Muchas veces no nos hace falta ni hablar. Basta con mirarnos para entendernos. Nos sentimos como almas gemelas". Acabar entre rejas no doblegó a este hombre y hoy en día sigue liderando la organización política a la que lleva perteneciendo desde hace tanto tiempo. "Las cosas ahora para él están más tranquilas", cuenta su hija.

Ella reconoce que desde hace un año, coincidiendo con la tercera ronda de negociaciones en Ginebra entre el Ejecutivo y los rebeldes, la presión del régimen sobre los opositores se ha suavizado. "El Gobierno sirio quiere mantener una buena relación con la oposición interna en aras de mejorar su imagen en el extranjero", manifiesta. Cree que esta actitud se debe a que Al Assad ve cerca el fin de la contienda y a que sabe que será el vencedor. "Va a haber un alto el fuego. La paz va a llegar. Y la oposición habrá perdido esta guerra. Los sueños que teníamos se han esfumado. Habrá un poco de apertura pero la paz va a ser muy frágil", augura.

El papel de la comunidad internacional

Noura considera que la comunidad internacional podría haber acabado ya con el conflicto, "pero no parece que quiera": "Lo que dicen en los informativos, en las charlas y en los coloquios no es lo que se ve en la realidad. En la realidad es todo lo contrario. Si la comunidad internacional tuviese la intención de quitar a Al Assad lo habría hecho en una hora. Pueden mediar en temas como las ayudas o los derechos humanos pero nunca llegan al meollo de la cuestión ni ponen el dedo donde está el problema".

En su opinión la crisis de los refugiados debería abordarse igualmente de otra manera. Ella apuesta por comités de la UE o de la ONU in situ para que analicen qué familias son las más necesitadas, las que se encuentran en una situación más precaria o viven en lugares más peligrosos y que no tienen oportunidad de salir de Siria. "¿Por qué un sirio tiene que arriesgar la vida para llegar a Europa? ¿Por qué no hacerlo de manera sistemática y organizada?", se pregunta.

Esta jurista estuvo en las manifestaciones contra el presidente de principios de 2011 que dieron paso a una guerra en la que, según el último recuento del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, han muerto al menos 321.358 personas, de las que 96.073 eran civiles. Admite que vistas las consecuencias durante mucho tiempo se sintió culpable, muchas veces se preguntó si cometió un error al participar en las revueltas e incluso recibió atención psicológica. Pero después de analizarlo mucho ha llegado a la conclusión de que aquellas protestas "tenían que pasar sí o sí". "La culpa no es mía porque ni yo ni los míos nos alzamos en armas. La culpa es de quien quiso cumplir sus sueños haciendo uso de la fuerza", afirma y dice referirse a ambos bandos. "La culpa es de los países que suministraron a esas personas armas y logística. Yo creo en la paz y en la lucha civil y pacífica para cambiar las cosas", resalta con contundencia.

"La revolución es lo mejor que he hecho en mi vida porque ha habido mucha destrucción pero ya no volveremos a ser los mismos. En esta guerra hemos perdido todos pero nunca hay que volver atrás, hay que tener siempre esperanza", defiende. Asegura que va a seguir trabajando para mejorar la situación de su pueblo, por la democratización y por ganar en libertades y agrega: "Yo no solo defiendo a mi marido. En Siria hay 300.000 Bassel, todos los presos políticos y de conciencia. Cuando me dan la oportunidad de hablar siempre digo que la paz llegará, pero no hay que olvidar a esos reclusos, a la gente desaparecida, a la que sufrió menoscabos e injusticias. Porque cuando llega la paz los primeros olvidados son ellos". Noura no olvida al que es el amor de su vida. Sueña con volver a verlo y mientras tanto siente que siempre está a su lado. "Ahora mismo me está acompañando", expresa. En ese instante se le escapa una sonrisa, aunque sus ojos reflejan la pena que arrastra desde aquel 30 de mayo de 2015.

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