La absurda idea romántica de la guerra como honorable enfrentamiento entre caballeros dejó de ser usada artísticamente a partir de la I Guerra Mundial. El conflicto, el primero del siglo XX de las comunicaciones de masas, llegó por primera vez de manera casi inmediata a la opinión pública y también la ferocidad atroz de los combates.
Aunque la fotografía no estaba suficientemente desarrollada para mostrar el horror bélico —los equipos no eran fáciles de trasladar y necesitaban largas exposiciones que eliminaban la carga documental—, los pintores se encargaron de difundir y amplificar lo que sucedía en los frentes de batalla. Alistados como soldados artistas, eran ilustradores profesionales que tenían la misión expresa de dar forma a la comprensión de la experiencia de la guerra para aquellos que se quedaban en casa.
Ocho artistas, comisionados como oficiales del ejército estadounidense, fueron incorporados a las fuerzas expedicionarias en Francia a principios de 1918. Su misión era plasmar las actividades de los soldados de su país, incluyendo el combate, con la intención de "dar forma a la comprensión popular" y hacer propaganda que contrarrestara la opinión de los contrarios a la intervención.
La exposición Artist Soldiers (Artistas soldados) reúne casi sesenta dibujos, acuarelas y óleos de las 700 obras de aquella misión. Pertenecen a ocho artistas que representaron el combate, la tecnología militar, la vida cotidiana y el costo humano de la guerra y se exponen, hasta el 11 de noviembre, en el Museo Nacional del Aire y el Espacio de Washington.
En paralelo y para que actúe de complemento también está programada, en la misma localización y fechas, Soldier Artists: Self-Expression in the Trenches (Soldados artistas: autoexpresión en las trincheras), la exhibición de una colección de fotos de Jeff Gusky sobre las tallas sobre roca y madera que dejaron como huellas de paso y sufrimiento los militares de los EE UU en refugios subterráneos en territorio francés.
Transporte, descanso, refugiados...
Los bocetos, pinturas y dibujos, realizados durante la estancia de casi un año de los ocho artistas en las actividades y misiones de otras tantas unidades militares muestran desde la logística del transporte en los terrenos embarrados del invierno, hasta momentos de descanso de las tropas o atención a refugiados.
No hay complacencia en la visión que ofrecen: el perfil de un ingeniero parece a punto de sucumbir por la cantidad de equipo que arrastra y los camilleros transportando a un herido transmiten la desolación de la batalla.
Humor, religión, anhelo...
Las fotos de Gusky muestran antiguas canteras de piedra que servían como santuarios y refugios subterráneos. Con martillos y cinceles, los soldados dejaron marcas significativas en las paredes de piedra caliza. Hay retratos, símbolos patrióticos, mensajes de anhelo por los seres queridos, de humor, expresiones de fe religiosa e incluso elaboradas capillas talladas en la piedra.
Estos espacios han estado en gran medida ocultos a la vista del público desde la guerra y el fotógrafo, trabajando en colaboración con los dueños de los terrenos, revela un mundo subterráneo escasamente conocido.
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