Crítica de 'Alien: Covenant': En busca del eslabón alienígena perdido

Escena de la película 'Alien: Covenant'.
Escena de la película 'Alien: Covenant'.
FOX
Escena de la película 'Alien: Covenant'.

De las muchísimas franquicias resucitadas en los últimos años, pocas han generado tanto revuelo como Alien. En 2012, Ridley Scott decidió regresar a su fantasía de terror espacial para explorar los orígenes de la saga con Prometheus. La película generó sentimientos encontrados, mayormente negativos, pero eso no mermó el interés del cineasta y de Fox por seguir expandiendo ese universo.

Ahora, cinco años después, y con las opiniones sobre la precuela muy suavizadas (probablemente por la lejanía de las altas expectativas que la lastraron), Scott se lanza sin tapujos a explicar, ahora sí, de dónde salieron esas aterradoras criaturas que llevan generando pesadillas desde finales de los 70. De este modo, Alien: Covenant se convierte en el perfecto eslabón perdido, tanto de la saga como del árbol genealógico alienígena, una combinación de lo mejor y peor de Alien y Prometheus, un cóctel en el que la palabra "híbrido" cobra más de un sentido.

Con un trasfondo filosófico sobre la existencia y la creación, Scott no teme bajar al barro de un planeta casi desierto y manchar la blancura y limpieza del pensamiento con sangre, ácido y sustancias viscosas. El británico tampoco tiene reparos a la hora de reciclar algunas de las escenas más memorables de la saga así como gran parte de su iconografía, un recurso fácil para ganarse a los fans pero que ciertamente logra hacernos ver que esto es Alien y no una precuela de dudoso vínculo con Ripley y los xenomorfos.

Y, por si cabía alguna duda de ello, los bichos ya han dejado de ser mera insinuación. Los inquietantes monstruos han vuelto y con ellos la tensión, los nervios, el terror y la acción, lo que hace que esta película sea mucho más disfrutable que la primera, incluso en sus recursos más burdos, o quizá precisamente gracias a ellos.

Porque Ridley Scott no se ha cortado un pelo a la hora de recurrir a clichés, no solo de la propia franquicia sino del cine de terror en general y de la serie B en particular (en el espíritu, no en la forma). Personajes que parecen incapaces de atar cabos con los que el espectador ya ha hecho tres nudos, comportamientos contrarios al instinto de supervivencia, confirmación de la regla no escrita que reza que "los que tienen sexo, mueren"...

Pero no importa, es Alien. Tenemos a una heroína, Daniels –que no es la teniente Ripley pero cumple su función–, tenemos una avería inesperada, una señal de origen desconocido, un planeta extraño, violencia, angustia, oscuridad, atmósfera tenebrosa e inquietante, persecuciones por los claustrofóbicos pasillos de una nave, tenemos bicharracos, retazos de lo mejor de la saga y, sobre todo, tenemos a Michael Fassbender, único actor de Prometheus que repite y que es, sin duda, el alma de Alien: Covenant.

Cada vez más parecido a los replicantes de Blade Runner, también de Ridley Scott, el sintético al que da vida Fassbender es irónicamente el personaje más humano de todos –algo bastante sencillo entre tanto astronauta genérico con cuatro líneas de diálogo y un par de gritos–, un androide con una profundidad emocional e intelectual que pone los pelos de punta.

Él es el eslabón que une el pasado y el futuro argumental de Alien, la cadena que –tal vez un poco forzada– enlaza las imprecisas aspiraciones de Prometheus con el espíritu original de la franquicia. Él es la pieza maestra que une los eslabones débiles con los fuertes y hace que incluso los momentos más excesivos, los más simplones y los más criticables, que los hay, lo parezcan un poco menos.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento