Crítica de 'La guerra del planeta de los simios': cine de autor disfrazado de acción palomitera

  • Esta semana se ha estrenado 'La guerra del planeta de los simios'.
  • La película de Matt Reeves cierra una fantástica trilogía de precuelas.
  • Humanos y simios no combaten por el planeta sino por la propia humanidad.
Fotograma de la tercera entrega de la nueva saga de los simios.
Fotograma de la tercera entrega de la nueva saga de los simios.
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Fotograma de la tercera entrega de la nueva saga de los simios.

Entre tanto subproducto sin alma fruto de la nigromancia hollywoodiense, la resurrección de El planeta de los simios a manos de Matt Reeves ha sido como un oasis de calidad cinematográfica en el vasto universo de los remakes.

Lo que comenzó como el relato de la génesis de una nueva era en la Tierra se ha convertido ahora, con el estallido de la guerra entre humanos y simios, en el broche perfecto para una trilogía que desmuestra que el entretenimiento no está reñido con un buen guion y profundidad argumental.

Con un tono que se mueve entre el wéstern, el cine bélico (las referencias a Apocalypse Now son claras, a veces explícitas) y las historias de fugas carcelarias, La guerra del planeta de los simios no muestra tanto la batalla entre hombres y monos por dominar un territorio como la lucha por la propia humanidad, cada vez más escasa en esos que intentan reivindicarla con violencia.

La crueldad del coronel McCullough (villano a veces un poco arquetípico interpretado por Woody Harrelson) y su obsesión por construir un gran muro dibujan, con claros paralelismos con el Estados Unidos de Donald Trump, un conflicto basado en la xenofobia y el racismo (de especies), en el miedo a los que son diferentes, y también en la venganza y la ira como peores enemigos del "hombre".

De este modo, lo que en otro tiempo habría parecido la parodia de una película de guerra protagonizada por monos es en realidad un serio e intenso relato capaz de contentar tanto a los cinéfilos exigentes como a los espectadores que no desean más que ver monos con ametralladoras.

La credibilidad de lo que aparece en pantalla es máxima y el mérito está repartido a partes iguales entre el talento de Matt Reeves como dierector –ningún plano sobra, ninguna escena está injustificada–, la calidad de las interpretaciones y, totalmente vinculado a ellas, la evolución de la tecnología de captura de movimientos, que ha vuelto a convertir a Andy Serkis en César, el líder de los simios.

Cuesta asimilar, debido al realismo de las imágenes, que lo que estamos viendo en pantalla no son animales sino criaturas digitales construidas a partir de los movimientos de actores con trajes de licra y marcadores faciales.

En este sentido, La guerra del planeta de los simios es un prodigio visual, quizá el mayor logro técnico que ha alcanzado el cine en los últimos años (y con un sentido práctico, no como el 3D de la sobrevalorada Avatar).

Como a sus predecesoras, cuesta ponerle pegas a esta entrega. Personalmente, por el título del filme, esperaba un conflicto mayor, quizá a escala planetaria, pero en realidad todo se limita más bien a una escaramuza local. Es más, la promesa belicista, que se hace muy patente en los primeros minutos del filme, pronto deriva hacia otros géneros.

Diría que La fuga del planeta de los simios habría sido un título más sincero aunque, claro, menos épico y conclusivo... y se suponía que esto se iba a quedar en trilogía. Parece ser que al final no, que los simios se seguirán extendiendo por el globo. Aún no han visto la Estatua de la Libertad y dudo que dejen escapar la oportunidad de hacer un guiño explícito a ese momento icónico.

Si todo sigue en manos de Reeves, que tiene buen gusto y pone mucho mimo en lo que hace, genial. Si se retira para dirigir The Batman y sus secuelas y los simios caen en otras manos, recordad Conan (2011), Robocop (2014) o Poltergeist (2015) y temblad.

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