Leer el rostro para adivinar la clase social de los demás

Si no quieres que sepas cuánto ganas, sonríe.
Si no quieres que sepas cuánto ganas, sonríe.
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Si no quieres que sepas cuánto ganas, sonríe.

Nuestro rostro es el amigo menos fiel, el que peor guarda nuestros secretos. Aunque se trate de experiencias muy lejanas en el tiempo, la cara revela los episodios y emociones pasados que nos han ido conformando como personas a lo largo de los años y que quedan, así, al descubierto cuando alguien nos mira.

Un estudio canadiense ha ido más allá para demostrar que simplemente viendo el rostro de otra persona podemos adivinar si le ha ido o no bien en la vida, si es rico o pobre, si pertenece a lo más alto del estatus social o a lo más bajo.

En la citada investigación de la Universidad de Toronto, los autores fotografiaron a un grupo de estudiantes con diferentes expresiones faciales. Las imágenes se pasaron a otros alumnos a los que se solicitó indicar si los fotografiados eran ricos o pobres según sus caras.

El experimento arrojó conclusiones sorprendentes, pues el 53% de los consultados fue capaz de adivinar a qué estatus pertenecían los primeros, un porcentaje que supera al simple azar.

Además, los aciertos fueron independientes del tiempo de observación de las fotografías y del género o la raza de los que salían en ellas.

Ahora bien, estas dotes "adivinatorias" solo se confirmaron cuando los rostros ofrecían expresiones neutrales, sin emociones concretas.

Es la protección con la que contamos para "esconder" lo que realmente somos o hemos llegado a ser. Porque el cerebro no es capaz de identificar nuestro estatus social o económico si ofrecemos alguna emoción, como la risa, o un aspecto feliz. En esos casos en que no nos mostramos neutrales, las emociones esconden las experiencias que, a lo largo del tiempo, se han ido grabando en nuestro rostro y que nos acaban delatando.

La profecía autocumplida

El problema de descubrir "quién es quién" en una primera impresión es que solemos utilizar de forma sesgada esas intuiciones iniciales sobre los demás. Como se explica en la investigación, se produce el fenómeno de la "profecía autocumplida". Es decir, lo que pensamos de los demás influirá en las interacciones que tengamos con ellos y en las oportunidades con las que finalmente cuente esa persona.

Nuestro cerebro se comporta de forma muy selectiva. Así, si identificamos a alguien como "rico" lo colocamos en una mejor posición social para tener un buen trabajo y éxito en la vida, en relación a otra persona que hayamos reconocido como "pobre". ¿Es esto justo? En todo caso, es así. Y las neuronas del cerebro especializadas en el reconocimiento facial trabajan de esta manera.

En una segunda fase del estudio, recogido en la revista Journal of Personality and Social Psychology, se investigará si en personas de edad más avanzadas las señales del rostro que muestran su periplo vital son tan evidentes como en la juventud.

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