Michael O'Leary, el "bocazas" tras el caos de los vuelos de Ryanair

El consejero delegado de Ryanair, Michael O'Leary.
El consejero delegado de Ryanair, Michael O'Leary.
EUROPA PRESS
El consejero delegado de Ryanair, Michael O'Leary.

Si uno busca explicaciones al caos que ha obligado a Ryanair a suspender 2.000 vuelos en toda Europa hasta octubre puede encontrar dos explicaciones. Una, que la compañía se ha "liado" a la hora de distribuir las vacaciones de sus pilotos. Otra, que carece de "suficiente personal en reserva" para afrontar los problemas climatológicos o aeroportuarios. Y ambas las ha dado la misma persona: Michael O'Leary.

El director de la mayor aerolínea de bajo coste del continente por número de pasajeros (más de 119 millones en 2016) se ha acostumbrado a vivir en la polémica.

La lista de titulares que ha dado a los medios de comunicación es interminable: desde llamar "cabrones" a los agentes de viajes a proponer que sus pasajeros viajen de pie, pasando por sus bromas sobre la posibilidad de tener sexo en los aviones o sus declaraciones sobre lo "estúpidos" que son los clientes que no imprimen sus tarjetas de embarque [y a los que les cobra una penalización].

En 2014 terminó por admitir durante una entrevista que se había comportado como un "bocazas" con tal de conseguir que los medios de comunicación hablasen (aunque fuera mal) de su empresa. Solo dos años antes tuvo que salir escoltado del aeropuerto de Bilbao, después de acudir a presentar las nuevas rutas de su compañía en plenas protestas de los trabajadores de Spanair por el cierre de la aerolínea. O'Leary no solo ignoró sus gritos, sino que les dedicó un signo de victoria.

La clave: exprimir a todos

El empresario, nacido en la localidad irlandesa de Kanturk hace 56 años y considerado uno de los más ricos de su país, dirige Ryanair desde 1994.

Su política de minimizar costes y exprimir los bolsillos de los viajeros es bien conocida. Sin embargo, los cuantiosos recargos por facturar en ventanilla, viajar con maleta, por elegir asiento o por embarcar con preferencia [que pueden llegar a duplicar el precio], no son un obstáculo para su popularidad si sus billetes se colocan, una y otra vez, como los más baratos del mercado.

Los trabajadores de Ryanair tampoco se libran de la política de máximo rendimiento implantada por O'Leary, que estudió a fondo el modelo de la estadounidense Southwest Airlines a fin de replicarlo en Europa.

Según la misma, los tripulantes de cabina se transforman en auténticos comerciales que apenas dejan descansar al viajero con sus ofertas. Los pilotos, a su vez, aprovechan al máximo sus jornadas laborales a fin de hacer todos los vuelos diarios posibles. Un avión de Ryanair toca el suelo lo justo para poder repostar y despegar.

Sin embargo, ello se ha traducido en jornadas maratonianas, plantillas muy ajustadas [como la que ha dado lugar al último rosario de cancelaciones], cargas de combustible cortas e incidentes recurrentes (retrasos, aterrizajes de emergencia) que han puesto a la empresa en el punto de mira de las autoridades aéreas, sin que ello le haya supuesto ninguna sanción grave hasta el momento por violación de las normas de seguridad.

La mayor y más reciente de las multas en España provino del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, que le impuso 220.000 euros por infringir los derechos de los consumidores y exigir tasas abusivas.

O'Leary aseguró en 2013 que comenzaría Ryanair cambiaría de forma progresiva algunas de las prácticas que más molestaban a sus clientes, como la de penalizarles económicamente si su equipaje de mano sobrepasaba por centímetros las dimensiones establecidas. En ese momento aseguró también que daría un paso atrás.

Desde entonces, el excéntrico director ha reducido su exposición pública y ha dedicado su tiempo libre a su cuadra de caballos de carreras. Por el momento, no ha abandonado el taxi que se compró para poder utilizar los carriles preferentes de transporte público y esquivar los atascos en su Irlanda natal.

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