Crítica de 'Kingsman: El círculo de oro': Mismos ingredientes para un producto a medio hacer

  • Este viernes se estrena la secuela de la cinta de espías que rompió los clichés.
  • Los agentes americanos cambian el humor inteligente por el chiste fácil.
  • Da la sensación de que falta algo para no hacer comparaciones, que son odiosas.
Los protagonistas de 'Kingsman: El círculo de oro' tendrán que visitar a sus "primos" americanos.
Los protagonistas de 'Kingsman: El círculo de oro' tendrán que visitar a sus "primos" americanos.
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Los protagonistas de 'Kingsman: El círculo de oro' tendrán que visitar a sus "primos" americanos.

Nadie dudaba antes del estreno de la primera película de la saga Kingsman: Servicio secreto de que las superproducciones de espías tenían que seguir el modelo Bond, a saber: elegante protagonista, malvado megalómano, chica por la que luchar y, sobre todo, tomarse demasiado en serio en cada escena.

La cinta, basada en los cómics de The Secret Service, rompió los clichés del género para enseñarnos a un protagonista macarra, un malo (Samuel L. Jackson) que daba más risa que miedo y un Pigmalión interpretado por Colin Firth que se llevó el aplauso de la crítica por encarnar como nadie al estereotipo inglés.

En Kingsman: El círculo de oro se ha intentado repetir la misma fórmula del éxito para lograr, esta vez, un resultado un tanto descompensado. Ahora el protagonista, Eggsy (Taron Egerton), tendrá que viajar a Estados Unidos para visitar la agencia secreta homóloga a la del Reino Unido, pero con más sombreros de vaquero, whiskey y escupitajos de tabaco.

El problema esta vez es Poppy (Julianne Moore), la jefa del mayor cártel de droga del mundo, que quiere ser reconocida como una empresaria de éxito y no como una delincuente. Al regreso de Colin Firth –traje a medida incluido– y Mark Strong, uno de los mejores secundarios que ha dado el país del fish and chips, se unen actores de la talla de Jeff Bridges, Halle Berry, Channing Tatum o Pedro Pascal, entre otros. Parece que nadie se quería perder esta segunda parte, quizá para arrimarse al éxito rotundo de la primera cinta.

Pero, como decíamos, el resultado no ha sido el esperado. Si Taron Egerton era en el inicio de la saga un joven deslenguado con ganas de hacer el bien y redimirse de su pasado, su versión 2.0 tiene que lidiar con unos problemas de pareja infantiles con la princesa de Suecia y con (¡oh, sorpresa!) conocer a sus suegros, los reyes.

Los agentes americanos cambian el humor inteligente británico por el chiste fácil y las espectaculares peleas de la primera edición quedan relegadas –a pesar de su artificio– a escenas mareantes y pasadas mil veces por la magia de la posproducción, hasta pasarse de rosca.

De Trump a John Denver

Eso sí, parece que la llegada de Trump al poder ha cambiado el paradigma de interpretar al presidente de los Estados Unidos en una película. El héroe que acaba salvando al planeta desde la Casa Blanca se ha convertido en un tirano que quiere buscar su propio beneficio a costa de sus ciudadanos y, de paso, soltar un par de bromas a las que solo les falta un pelucón rubio.

Da la sensación de que en Kingsman: El círculo de oro falta algo –un cambio en el previsible guion, más diálogos ingeniosos o menos peleas acongojantes– que no nos haga retrotraernos cada segundo al anterior filme para hacer comparaciones, que ya sabemos que son odiosas.

A pesar de todo, las actuaciones de los papeles principales son maestras y algunas escenas –sobre todo una relacionada con el cantante country John Denver– logran hacer reír y recuperar ese espíritu gamberro que caracteriza a los espías mejor vestidos a este lado del Atlántico

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