Hay icebergs bastante más cálidos que el abrazo que se dieron en Vistalegre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. La palabra 'humildad' suena más creíble en Cristiano Ronaldo que en la voz del nuevo re-secretario general. Y la primera acepción de ‘unidad’ es "propiedad de todo ser, en virtud de la cual no puede dividirse sin que su esencia se destruya o altere". Pablo Iglesias no puede dividirse, no puede perder su esencia, es indestructible y es inalterable. Es la pura masa madre de Podemos. Y si bien es verdad que no puede obviarse que un tercio de la militancia podría sentirse más que representado en Íñigo Errejón y que querían un Podemos Zero -con igual sabor pero con muchas menos calorías-, más de la mitad de esa misma militancia está representada en Pablo Iglesias y le ha pedido más madera, que se suceda a sí mismo, más "Alfonso, dales caña", que le gritaban a Guerra en los mítines. Pobre del que le pille en medio todo este proceso de sucesión que a lo mejor pensaba que nos habíamos abonado a las victorias sorpresa: primero el resultado del brexit, luego el referéndum colombiano, más tarde la victoria de Donald Trump. En Podemos no ha habido hueco para lo inesperado: arrasó el que tenía que arrasar.

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