CARLOS G.MIRANDA. ESCRITOR
OPINIÓN

Así es ir a un desfile de moda sin tener ni idea de moda

Desfile de moda, Carlos G. Miranda.
Desfile de moda, Carlos G. Miranda.
CARLOS G. MIRANDA
Desfile de moda, Carlos G. Miranda.

¿El azul marino y el negro pegan? Si estás a la última en moda dirás que sí, pero como seas de los míos te parecerá que se dan de tortas porque eso era lo que proclamaban los pijos en los 90. Tampoco tengo clara la diferencia entre una chaqueta y una blazzer, y hasta hace dos días pensaba que Palomo Spain era un señor al que le caía mal Puigdemont. Lo reconozco, la ropa no es lo mío. Tampoco es que me ponga cualquier cosa, pero mi criterio a la hora de vestirme por las mañanas se basa en si la prenda es cómoda y en que esté limpia. El fin de semana también me pregunto si mola, pero la moda, la de verdad que ocupa portadas, siempre me ha despertado poco interés. Para ser sinceros, me sonaba a mundo frívolo y superficial en el que había poco que rascar.

Ese discurso de mirada por encima del hombro me lo escuchó Ana Ureña, periodista especializada en moda a la que acudo para no cagarla cuando me toca ir a una fiesta con dress code (bueno, solo me han invitado a una y fue ella). En lugar de tomárselo a mal, me retó a que profundizara un poco más en el tema acompañándole a la Mercedes Fashion Week Madrid. Me prometió una vuelta por el backstage y un asiento en el desfile de Alvarno, la firma de los diseñadores Álvaro Castejón y Arnaud Maillard que lo han petado hasta en París, en front row (la primera fila reservada a las celebridades). Como condición, Ana me pidió que dejara los prejuicios en casa e intentara no llevar la chaqueta llena de pelos de gato. Total, que me planté en Ifema, en plan experimento, con un pantalón negro y unos calcetines azul marino porque eran los únicos que tenía limpios. Esto es lo que aprendí:

1) El mundo de la moda es inteligente. Se tiende a pensar que los del mundo de la moda son esos que estudiaron en universidades privadas de las que venden los títulos, pero en la pasarela no encontré cabezas huecas. Los expertos con los que hablé en el backstage manejaban un lenguaje particular para hablar de las colecciones, referentes de diseñadores históricos, nombres del mundo del cine… Sabían de lo suyo tanto como un cardiólogo de corazones, pero la cosa es que casi nadie se cree doctor sin el título y en moda todos tenemos “criterio”. Los peores ejemplos del fenómeno blogger, reducido ahora a instagramers que suben fotos de outfit y ya, le han quitado prestigio a la profesión. El caso es que también hay escritores a los que editan y autores de literatura, pero a los segundos no se les cuestiona por ello. Menos mal que se lo toman con humor…

2) La moda tiene buen humor. Para mi sorpresa, me encontré con pocos cuellos estirados. Ana me presentó entre los importantes como el periodista que no tenía ni idea de moda. Todo fueron sonrisas, explicaciones y comprensión ante mi ignorancia. Vamos, que me da que habría más juicios si un experto en moda se presentara en una tertulia literaria. Los primeros que entendieron el chiste fueron los  diseñadores, Alvarno, que accedieron a sentarme a sólo un par de sitios del que iba a ocupar Lindsay Lohan (al final, no vino porque era tempranito). Cuando les pregunté qué debía hacer alguien que no tenía ni idea de moda en su desfile, me lo resumieron así: “Disfruta”.

3) La moda es espectáculo. Antes de que empezara el desfile, en la sala había luz y música creando ambiente. Sí, había famosos que se llevaron la atención de las cámaras, pero también van a los estrenos de cine y eso no le resta valor a las películas. La cosa arrancó con la salida de las modelos. Reconozco que, entre la altura, tanto móvil grabando y lo de que Lindsay Lohan no llegaba, estaba poco centrado en ver la ropa, pero, pasados los primeros minutos de desconcierto, empecé a fijarme. Descubrí que no tiene nada que ver con verla en una tienda. Es como un cuadro, que hasta que no se cuelga en una galería no acaba de estar enmarcado. Igual es porque la moda es arte (ahí está la exposición de Sonia Delaunay en el Thyssen para confirmarlo), aunque no pude evitar que me viniera a la cabeza la pregunta más hortera posible: ¿Esto cuánto cuesta?

4) La moda mueve mucha pasta. Pregunté si no daba algo de reparo navegar por los mares del lujo tal y como se está en tierra firme, pero me respondieron que no todo es Alta Costura y que hay compras baratas que hacen mucho más daño. Se sospecha que esas marcas con las que te tropiezas cada dos pasos por la Gran Vía de cualquier ciudad se alimentan del Tercer Mundo para producir, al que tratan como un estercolero. La producción de firma se hace sin regatear en el precio de las telas, muchas veces en talleres naciones y con salarios mucho más justos. Además, no tiene pinta de que las blusas se desintegren a los tres lavados. La otra polémica es la de las tallas. Se rumorea que los bolsos son el verdadero negocio porque no hay que tener el cuerpo de una modelo para que sienten bien. Supongo que esa es una cuenta pendiente de las pasarelas, aunque fuera de ella sí se manejen muchos cortes.

5) En la moda vale todo. Bueno, igual no tanto, pero parece que las normas se las ponemos más los que no tenemos mucha idea. Además del negro y el azul, resulta que el rojo y el rosa tampoco se dan de tortas. En realidad, no había una norma cromática que descartara esas combinaciones, ni antes, ni ahora, pero el que se salten es sinónimo de rebeldía. Me da la sensación de que esto de la moda tiene algo que ver con llevarle la contraria a tu madre, la misma que te colocaba el jersey de cuello vuelto para que no cogieras frío aunque te quedara de tomatazo. Moda puede ser sinónimo de sorprender con los tejidos, los colores y sus combinaciones, y con seguir líneas marcadas o ser rupturista. Esto último, al parecer, no es algo que aquí pase tanto…

6) La moda avanza por rebeldía. En Cibeles hay clásicos, divididos en los que nunca defraudan y los que aburren, nombres que se van asentando, emergentes que siguen líneas abiertas y los que lo ponen todo patas arriba. Desde lo del tristemente fallecido David Delfín, que puso a las modelos con capuchas, parecía que le faltaba rebeldía a la cosa, pero han pegado patadas a la pasarela Maria Ke Fisherman, apostando por la vuelta del bakalao (banderas de España incluidas en plumas como los Pedro Gómez de la época) y Palomo Spain, del que habla todo el mundo. Su rollo Genderless de vestidos para hombre le encanta a Almodóvar, cosa normal porque es de su época. Lo que ha hecho Palomo no es nuevo, pero igual sí necesita revisitarse. Ahora que vamos para atrás, quizás tenga sentido una “reMovida” que empiece en lo que se viste. Y es que resulta que la moda habla de la sociedad que se la pone.

7) La moda es representativa de la sociedad. Lo es de la manera más descriptiva posible. Si ves una foto de una persona desconocida, a través de cómo va vestida puedes contextualizar; desde la época en la que está, su estrato económico y hasta detalles de su personalidad. La moda tiene un indudable significado (incluso el que niega participar de ella también se está señalando como outsider) y puede llevar la etiqueta del pensamiento sociopolítico del momento. Las minifaldas tenían un innegable sentido reivindicativo, igual que lo tiene ahora la presencia de cantantes de Trap en los desfiles. Pero el mayor de todos esos significados es la pertenencia al grupo a través de las tendencias que crea la moda. Me refiero a las camisas hawaianas y los jerséis azul cerúleo que saltan de las pasarelas a las tiendas. Con el tiempo, todos llevamos lo que decidieron que molaba los que de verdad saben (de esto me enteré por El diablo se viste de Prada).

8) Todos somos parte de la moda. La industria de la moda es muy valiosa. Mueve millones en el mundo porque no hay nadie que deje de participar de ella. Vestirse por las mañanas es de las pocas acciones que todos los seres humanos tenemos en común. Se puede hacer con más o menos gusto y con más o menos dinero, pero el punto de origen de lo que todos nos ponemos es siempre el mismo: la pasarela. El problema es ver sólo esa parte frívola del asunto, sin dotarlo de la profundidad que merece. Yo he aprendido que la moda no es sólo ponerse cosas estrambóticas encima. En esos diseños también hay historia, sociedades, ideas y hasta revoluciones que pueden ser de todos los colores. Incluso de azul marino y negro.

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