CARLOS G.MIRANDA. ESCRITOR
OPINIÓN

Cerrado por 'trabacaciones'

Carlos G. Miranda.
Carlos G. Miranda.
CARLOS G. MIRANDA
Carlos G. Miranda.

Trabajar en vacaciones es tendencia. Para convencernos de que realmente mola, algunos medios lo han bautizado como ‘trabacaciones’. La idea es combinar el descanso vacacional con la resolución de asuntillos de trabajo desde la toalla, como cuando nos toca responder mails de última hora mientras freímos el huevo de la cena. Dicen que el empleo ha cambiado, es mucho más independiente y la oficina nos la podemos montar en un chiringuito con wifi, así que los periodos de descanso también requieren una actualización. Las ‘trabacaciones’ ayudan a no sentirse desconectado de la empresa y fomentan el espíritu de servicio, características que siempre han tenido los pelotas, pero parece que son básicas en todos los empleados.

Las ‘trabacaciones’ proponen paradas más frecuentes, aunque, eso sí, breves. Se supone que ahora hay menos gente que pone ladrillos y más universitarios con un trabajo intelectual. Que ese desgaste se soluciona con un par de Red Bulls lo tienen claro hasta nuestros políticos; a pesar de que en el Congreso no hay pleno ni en julio ni en agosto (algunos están ocupados declarando), Cifuentes, musa de las ‘trabacaciones’, ha asegurado que ella va a veranear en su despacho porque eso de las vacaciones está muy bien, pero debería ser voluntario (sic). Al menos no ha dicho que copiemos a los americanos, para los que el tiempo libre remunerado es un beneficio y no un derecho, o los japoneses, que no se cogen días de descanso y luego tienen una de las tasas de suicidio más altas del mundo.

Esta moda me ha hecho recordar otra palabra molona: ‘workalcoholic’. Así se denomina al que no puede desconectar nunca del trabajo, por ambición, porque tienen pocas ganas de encontrarse consigo mismo o por ambas cosas. Se toma tan en serio lo de currar que acaba convirtiéndose en jefe y, desde las alturas, decide que trabajar un poco en vacaciones sería bueno para sus empleados. Cada vez hay menos disidentes porque tener trabajo ya no es un derecho, sino un regalo. Eso fue lo que nos enseñó la crisis y, desde entonces, vivimos calentando la silla hasta que el jefe apaga la luz, aguantando contratos que son un chiste y hasta combinando las vacaciones con el mail. Lo que sea con tal de no vernos de nuevo en la calle.

Hay tanto miedo en el aire que al final nos van a convencer de que hay que vivir para trabajar y no al revés. No hace tanto que no se podía colgar nunca el cartel de cerrado por vacaciones; la cuarta semana de asueto no se consiguió hasta mayo del 68, aquella primavera en la que el mundo se dio cuenta de que el trabajo no le iba a abrazar. Sólo el hecho de que lo de las ‘trabacaciones’ esté en el aire ya es un paso atrás. Trabajemos para vivir que los jefes no serán los que nos llevarán flores a la tumba.

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