CARLOS G.MIRANDA. ESCRITOR
OPINIÓN

Mad Cool: el 'show' sí debía continuar

Carlos G. Miranda.
Carlos G. Miranda.
CARLOS G. MIRANDA
Carlos G. Miranda.

Fui uno de los 45.000 asistentes al Mad Cool. Por suerte, el viernes tenía trabajo y me salté los conciertos, así que no presencié la desgraciada muerte de Pedro Aunión, emitida en directo por las pantallas del festival y en diferido por las redes sociales. Seguí desde Twitter el desconcierto inicial y la indignación posterior al ver que el festival no se pronunciaba sobre lo ocurrido. Los amigos que estaban allí me confirmaron por Whatsapp que dentro tampoco les decían mucho. Eso sí, en redes ya estaban juzgando de máquinas de diversión sin corazón a todos los que se quedaban, aunque a mí algunos no me respondieron hasta el día siguiente porque no se habían enterado de nada.

El primer comunicado de Mad Cool, torpe y escueto, no ayudó a mejorar la debacle. Argumentaban el silencio como necesario para evitar que cundiera el pánico; decían que habían actuado en coordinación con los miembros de seguridad del Estado. Al leerlo en la pantalla del móvil me sonó todo de lo más frío, pero el sábado, desde el corazón del festival, tuve que darles la razón.

Hice una hora de cola para entrar porque la seguridad se había duplicado tras el accidente. A las siete ya había dentro del recinto gente para parar un tren; para cuando se hizo de noche, podíamos haber detenido un transatlántico. Cada vez que terminaba uno de los cabezas de cartel nos movíamos en masa hasta otro escenario. Nos ayudaban los de seguridad, pero ir en dirección contraria suponía pelear con una resaca como la del mar picado. Si el grupo salía al escenario te lo tenías que tragar entero porque moverte entre la gente era como hacerlo por arenas movedizas (literalmente, que había lodos de las lluvias). Atrapado en medio del concierto de Kings of Leon, pensé: ¿habría querido que cancelaran el viernes después de la muerte de Pedro Aunión? Rotundamente no. Hacerlo habría generado el caldo de cultivo para una tragedia mayor.

Había dos salidas principales del recinto y muchas más de emergencia, tan anchas como una carretera de dos direcciones. Parece suficiente, pero esa misma amplitud tenían los arcos de entrada que llevaban a los escenarios secundarios y en el concierto de M. I. A. terminaron por cortar el acceso porque que se había formado un "controlable" atasco humano. Si en una situación así se hubiera escuchado por los altavoces que el festival se cancelaba, quizás se habría desencadenado una hecatombe.

Solo algunos tenían toda la información sobre lo ocurrido y no me suena tan raro que hubiera mutado de muerte por accidente a atentado o cualquier otro miedo de los que flotan en el ambiente. Intentar llegar hasta la salida habría supuesto empujones, avalanchas... Además, poner un pie en la calle solo habría sido el primer paso porque salir de la Caja Mágica era otra odisea. Los autobuses estaban contados y la cola para coger un taxi, sin desalojos que sacaran a todo el mundo de golpe, iba desde los treinta minutos hasta las dos horas. A toda esa yincana habría que sumarle los minis y las copas de los festivaleros que no habrían casado muy bien con tener que colaborar para desalojar un recinto. El caos.

Se tuitea mucho que cualquiera con corazón habría comprendido que se cancelara un festival por el fallecimiento de una persona. Igual sí, en un mundo ideal, pero no en el que vivimos. En este, no todas las personas comparten los mismos niveles de empatía hacia la muerte de alguien que no conocían. Además, a los que hay que señalar es a los organizadores de un festival que seguro que tenía un plan de evacuación, pero parecía difícil ponerlo en marcha. Tal y como estaban las cosas, el show sí debía continuar.

El músico Guille Mostaza (Ellos, Mostaza Gálvez) decía en su Facebook: "Si algún día muero en un festival, por favor, que no pare la música". Nunca sabremos qué habría querido que se hiciera Pedro Aunión, pero la música, si es necesario, debería poder pararse.

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