CARLOS SANTOS. PERIODISTA
OPINIÓN

El ocaso de Chulen Villar (y de otros dioses)

Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.

Tuve a Villar muchos años colgado en la pared de mi cuarto, junto con Iríbar, Clemente, Uriarte, Rojo, Guisasola y otros héroes del Athletic Club de Bilbao, mi equipo. Hasta Almería llegó noticia, uno de esos años, de que Villar le arreó una bofetada a la estrella del Barça, un tal Cruyff que, a diferencia de los valores de la tierra representados por los bilbaínos, representaba la naciente moda del futbolista multimillonario de importación. Antes de que el árbitro le sacara la tarjeta, Villar se marchó al vestuario, consciente de la gravedad de sus actos, mientras el público jaleaba su chulería coreando su mote, que aún no se escribía con tx:

-¡Chulen, Chulen, Chulen!

Desde entonces he seguido con interés las andanzas de Villar, que a finales de los 80 entró en la presidencia de la Federación Española de Fútbol poniendo fin al periodo de ‘abrazafarolas, correveidiles, pablillos y pabletes’ que cada noche denunciaba en la radio José María García. Hoy, García está sopesando la posibilidad de retirarle el saludo a su amigo Villar, a quien los jueces han metido en prisión. Atrás quedan treinta años de ejercicio de un poder autónomo, esquivo a los controles, por el que han corrido millones a mansalva e intercambio de favores a cascoporro. Sea cual sea su futuro judicial, la pregunta no es: ¿Qué va a pasar con Villar? sino: ¿Cuántas personas deben sus millones a Villar? ¿Cuántas están quemando papeles desde que fue detenido? Y una más: ¿Lograrán las instituciones democráticas rematar la limpieza a fondo del negocio del fútbol español?

Horas después de que se produjera el apresamiento de Villar, de evidente contenido simbólico, se producía otro suceso cargado de simbolismo: el suicidio de Miguel Blesa. Érase un funcionario del Estado que subió a los cielos del poder cuando su amigo de oposición, José María Aznar, accedió a la presidencia del Gobierno; la caída no ha podido ser más triste: una condena y varias causas abiertas, un ingente patrimonio embargado y, lo peor de todo, una bala en el pecho. La trágica muerte de Blesa y el encarcelamiento de Villar, aun siendo sucesos de índole muy diferente, tienen algo de acto final, de desenlace, de última escena. Si se suma la declaración como testigo ante los jueces del presidente del gobierno, quizá estemos asistiendo a los primeros síntomas del fin de una era política.

Uno de los elementos distintivos de esa era ha sido la impunidad, que, según el secretario de Estado para el Deporte, José Ramón Lete, se va terminando: "Aquí nadie escapa a la acción de la Justicia. Si alguien quiere pensar que es impune, es un hecho palmario: la Justicia funciona".  Además de funcionar la justicia, funciona el sistema democrático. Desde que empezó la crisis hemos visto caer a muchos dioses. Con excepción de Rajoy, han caído los líderes de todos los partidos, han desaparecido algunos (el de Duran i Lleida) o han tenido que buscar otro nombre (el de Pujol) mientras otros quedaban diezmados, abdicaba el Rey y cambiaban los secretarios generales de los sindicatos, los directores de los periódicos más importantes, los presidentes de la patronal, los bancos, las grandes empresas, las comunidades autónomas, los ayuntamientos… La democracia construida en la Transición tendrá sus defectos, pero funciona.

Mientras Puigdemont busca la manera de burlar la legislación vigente (a la que debe el cargo) y Rajoy prepara su comparecencia ante los jueces, porque en su partido algunos han transgredido la ley, vemos caer torres donde ya habían caído reyes. Seguimos siendo los peones quienes cargamos con el peso de las políticas erróneas frente a la crisis, pero al menos nos queda esa satisfacción: el sistema funciona mejor de lo que algunos pensaban. De la época del ‘todo vale’ estamos pasando a la del ‘nadie escapa a la acción de la Justicia’. La caída del dios Chulen Villar, que ya no está entre mis héroes, puede ser un buen ejemplo.

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