CÉSAR JAVIER PALACIOS. PERIODISTA EXPERTO EN MEDIO AMBIENTE
OPINIÓN

Somos los guiris de nuestras ciudades

César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.
César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.
JORGE PARÍS
César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.

Perdón por el palabro, pero es necesario desturistizar la economía. El turismo se nos está yendo de las manos. Al rebufo del low cost, de los vuelos baratos, los cruceros tirados de precio y el todo incluido, Baleares y Canarias como territorios isleños, pero también ciudades icono como Madrid, Barcelona, Sevilla o Santiago de Compostela se han convertido en las principales víctimas de una saturación turística sin precedentes que no para de crecer. En 2016 España pulverizó todos sus récords superando por primera vez los 75 millones de visitantes extranjeros. Este año se espera llegar a los 80 millones y algunos ya sueñan con los 100 millones, pues no hay techo para la ambición. Fuerteventura, Lanzarote, Ibiza, Menorca y Mallorca, por este orden, son las cinco islas del mundo con mayor número de turistas por cada 100 habitantes. Ganamos por goleada a las Bahamas y las Maldivas. Aunque no todo es facturar.

Ahora los guiris somos nosotros, desplazados de los centros urbanos por la gentrificación de los barrios más populares, alquileres vacacionales en casas particulares convertidas en hoteles clandestinos, calles atestadas, tiendas y restaurantes franquiciados, paellas congeladas, calimocho de garrafa, despedidas de soltero, palos de selfi, el machaqueo nocturno de las maletas con ruedas, las estatuas vivientes y los disfrazados de Disney entre otros horrores. Sales a la calle a tirar la basura y los turistas te hacen más fotos que a la Puerta de Alcalá. Te sientes un bicho raro y lo sabes; lo eres. Intentas pasear tranquilo, pero cada poco los desorientados te interrumpen con preguntas en inglés, dando por supuesto que todo el mundo en España habla inglés. Los cascos antiguos de las ciudades se han convertido en escenarios de cartón piedra donde ya es imposible vivir como personas normales, despojados de supermercados y colegios, sin más vida cultural que la de unos músicos callejeros por lo general de calidad insufrible.

Solo en Mallorca hay 100.000 coches de alquiler colapsando las carreteras para llegar a esos lugares emblemáticos "que no te puedes perder bajo ningún concepto" y donde no estarán más de los cinco minutos de rigor que consumen en hacerse la foto y seguir su loca carrera por completar la lista de los "100 sitios que ver antes de morir". Si tienen suerte, porque la siniestralidad de los más despistados es muy alta.

En Palma se ha creado una asociación ciudadana cuyo mero nombre debería avergonzar a nuestros mandatarios: La Ciudad para quien la Habita. Reivindican algo tan obvio como el derecho a disfrutar de su barrio, ahora masificado de turistas en bermudas y sandalias. Es tal su cabreo que van a inaugurar un 'carril guiri', diseñado como una suerte de 'corredor para aborígenes'. Han organizado una ruta para la que es obligatorio llevar maleta tipo trolley, vestir a la típica usanza guiri-fashion, y hacer mucho estruendo con cualquier tipo de elemento que sirva a los efectos de tocar las narices al vecindario. Imagino que el siguiente carril se habilitará en las Ramblas de Barcelona.

No se trata de acabar con el turismo, nuestra principal economía, pero sí de ponerle límites. 2017 ha sido declarado por las Naciones Unidas como Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo. Con más de mil millones de turistas internacionales viajando por el mundo todos los años, esta actividad se ha convertido en una poderosa fuerza transformadora que tiene una influencia decisiva en la vida de millones de personas. Para bien y para mal. Se dice fácil, pero ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién limita piscinas, playas artificiales, campos de golf, centros comerciales, aire acondicionado, coches de alquiler, hoteles? Esto del turismo sostenible empieza a ser un oxímoron, una contradicción. Cuando el mejor viaje es el que hacemos al interior de nosotros mismos y los mejores paisajes son los reflejados en unos ojos hermosos.

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