Sostiene Quevedo al describir al licenciado Cabra que tenía la nariz, "entre Roma y Francia", porque la tenía aplastada (roma) y desfigurada como si hubiese padecido la sífilis o mal francés (Francia). Aunque genial por su construcción, la referencia al mal francés en El Buscón no es original, puesto que en la Edad de Oro de la literatura española las referencias jocosas a dicho mal eran frecuentes.
Tres siglos más tarde, también es habitual hablar hoy del mal francés, porque el país vecino sufre desde hace varias décadas una decadencia económica y también una crisis de identidad: pérdida de poder adquisitivo de las clases medias, crecimiento de las desigualdades, desempleo, corrupción, miedo al terrorismo, desencanto juvenil, crisis del estado del bienestar, desconfianza ante la pujanza alemana, recelo a la globalización...
Pero ni el mal francés del siglo xvii era una enfermedad que solo atacara a los libertinos de París, ni el malestar de hoy es un fenómeno exclusivo de los ciudadanos galos, pues tiene mucho que ver con el voto desencantado visto últimamente en Estados Unidos, el Reino Unido, España, Grecia… El castigo al bipartidismo tradicional encumbró ayer a la ultraderechista Le Pen y al centrista Macron.
Lo previsible es que el voto útil haga presidente de la République al joven liberal, pero este novato necesitará mucho más que su optimismo y su europeísmo para curar al 'Hexágono' del mal francés.
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