Sábado noche, barrio bien de Madrid. Una pareja adulta y estirada pasea un perro en compañía de dos adolescentes. El animal defeca en la acera. Los chicos observan los excrementos, ríen a costa del hedor y echan a correr. La pareja continúa. Sin recoger las heces ni acelerar el paso. Igual de estirada. Más edad, menos vergüenza.
OPINIÓN26.09.2016 - 07:14h
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