HELENA RESANO. PERIODISTA
OPINIÓN

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HELENA RESANO
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Muchas veces necesitas que alguien venga de fuera a cantarte las verdades a la cara para que espabiles. Para que salgas de ese bucle en el que el discurso oficial nos mete y levantes la cabeza y entiendas que esto sí es importante y sí es urgente. Es lo que ocurrió hace unos días en el Congreso y que apenas logró titulares sepultado por la apisonadora catalana.

El responsable de elaborar los informes PISA, esos que nos sacan los colores cada año diciéndonos que nuestros hijos estudian mucho pero rinden poco, pidió a los partidos sacar la educación del debate político. Y puso como ejemplo los sistemas educativos que tanto envidiamos: han logrado grandes acuerdos para pactar un modelo educativo que no se cuestiona, que funciona y que no es parte del pimpampum político. Aquí hemos empezado el curso con la denuncia de los editores de que este curso han tenido que imprimir hasta 25 versiones diferentes de un mismo libro. Y no solo con el de Geografía o Historia o Sociales, que, aun costándome mucho, lo podría entender: también con el de Matemáticas, en concreto 19 versiones. ¿De verdad somos tan diferentes como para tener que editar 19 versiones diferentes del libro de Matemáticas? Es la consecuencia absurda de la última ley de educación.

Pero sus recomendaciones no se quedaron solo en el debate político: pusieron el dedo en un tema vital. "Hay que empoderar al profesor", al profesor, no al centro. Hay que dotarle de medios, mejorar sus herramientas, su formación, su autoridad y sobre todo sus sueldos y su situación laboral. Profesores interinos que cambian constantemente de centros poco pueden hacer por lograr que un grupo, que una clase, conecte con ellos. Es imposible elaborar una mínima estrategia y detectar las necesidades de cada alumno si no sabes si vas a continuar con ellos un mes, dos meses o todo el curso.

Pero sigamos. Aquí estamos muy preocupados con recaudar, estos días son continuas las denuncias de los padres de colegios concertados por las cuotas que les exigen en centros subvencionados públicamente. Pero es que el tema de las tabletas electrónicas ha supuesto otro filón de centros privados y concertados. Se han montado en el tren de la innovación para sablear de nuevo a los padres. Meterles el rejonazo de una nueva cuota, inventada, para acabar financiando la nueva herramienta de trabajo. Y obligando a comprar la tableta electrónica en el centro, sí o sí, y sin explicación. Y los padres estirando el presupuesto familiar para tragar.

Quizás estemos pecando de lo que nos decía el responsable de la OSCE el otro día: en España aprendemos memorizando, pero no pensando. Sabemos mucho, pero no sabemos cómo aplicarlo. Pues actúemos ya y no cometamos el mismo error con nuestros hijos.

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