OPINIÓN

Hoy me doy el lujo de dudar

Periodista, escritora y política.
Periodista, escritora y política.
JORGE PARÍS
Periodista, escritora y política.

Un grupo de investigadores japoneses descubrió en 2015 que la oxitocina -llamada “la hormona del amor”- ejerce su embrujo misterioso en las relaciones de los perros con sus dueños, especialmente en las hembras. Los que hemos tenido siempre perros ya lo sabíamos, pero nos gusta que la ciencia confirme nuestra experiencia y la del principito de Saint Exupery: “No era más que un zorro semejante a cien mil zorros, pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo”. Cuando un bebé nace, es semejante a millones de bebés, pero el cerebro de la madre segrega oxitocina a espuertas en el parto y la lactancia para que su hijo sea único en el mundo. A eso que nos hace escuchar sus eructitos como un regalo de los dioses lo llamamos “sentimientos”.

Esta semana el Congreso ha aprobado una proposición no de ley para que los animales de compañía sean considerados legalmente seres con sentimientos y no “bienes inmuebles”, como hasta ahora. Reparen en la doble aberración en que hemos vivido: un perro no sólo era una cosa, sino además “inmueble”. A las casas las llamamos así porque no se pueden mover, como indica la etimología “in-mueble”. De lo contrario, nos surgiría el terrible inconveniente que me planteó mi hijo con cuatro años cuando le conté que nos habíamos comprado un piso: “¿Y cómo nos lo vamos a llevar a casa?”

El Derecho admitirá, pues, que los perros y otros animales de compañía se mueven y sienten. Albricias. Al otorgarles esta protección legal, nuestras mascotas se sentirán más tranquilas… Oh, wait!  Pero si no saben qué es el Código Civil ni vibran con un poema de Kavafis, ¿cómo podemos siquiera pensar en reconocerlos algún día como iguales a nosotros, es decir, titulares de derechos? Que no cunda el pánico, pero ése es el verdadero debate. Yo también me abismo cuando lo pienso. E incluso me doy el lujo de dudar: ¿no estaremos degradando al ser humano si concedemos derechos a ciertos animales, así sea unos derechos básicos a la vida, la libertad y a no ser maltratados? Hay quienes sostienen que los animales no pueden tener derechos -ni siquiera los simios- porque no pueden contraer obligaciones; que son seres carentes de conciencia, e incapaces de discernir entre el bien y el mal. Probablemente es cierto, aunque me vuelvo a dar el lujo de dudar. Pero si admitimos que tienen sentimientos, nuestra obligación pasa por no causarles dolor innecesario y protegerlos del daño, porque ellos podrán no ser sujetos éticos, pero nosotros sí lo somos. Y si admitimos que históricamente la forma eficaz de proteger ha sido conceder derechos, hacerlo no sólo no equivaldría a degradar al ser humano, sino que constituiría de hecho la única forma de abordar este asunto desde nuestra humanidad.

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