IRENE LOZANO. ESCRITORA Y DIRECTORA DE THE THINKING CAMPUS
OPINIÓN

Niña migrante, si tú no pierdes la esperanza, nadie tiene derecho a hacerlo

Periodista, escritora y política.
Periodista, escritora y política.
JORGE PARÍS
Periodista, escritora y política.

Eres, querida Mary, la esperanza sin fronteras. Como tú, cientos de miles de niños y niñas refugiados o migrantes vagan solos en busca de un futuro mejor, de un continente a otro. Unicef ha elegido tu historia para representar a los 300.000 menores que, solo en los últimos dos años, han pasado a engrosar las filas de la migración más vulnerable. Los adultos que los acompañaban se han quedado en el camino: quizá bajo las bombas saliendo de Siria o aplastados por el peso del agua marina.

Aquí en España, un señor muy importante que no conoces, el ministro de Asuntos Exteriores, explicó anteayer en el Congreso que le gustaría cumplir los compromisos españoles con la UE respecto a acogida de refugiados, pero lo ve complicado por las trabas de los procedimientos comunitarios.

Explícale que saliste sola de tu país a los 17 años: "No hay esperanza en Nigeria", has declarado. Cuéntale que no eres siria y, aun así, mereces esa esperanza. Para conservarla has perdido todo lo demás: el país, la familia, el dinero, la libertad sexual, la integridad física. Te violaron, te engañaron… Pasaste por Libia, o sea por el infierno, y finalmente te rescató la Guardia Costera italiana. De las cientos de miles de chicas que han tenido peor suerte tendremos noticia cuando la Guardia Civil irrumpa por sorpresa en un burdel de carretera. Y entonces otro ministro sacará pecho de cómo se combaten las redes de explotación sexual. Cada día de retraso os hace más vulnerables a caer en sus redes. Pero el Gobierno se conforma con endosar la culpa a la burocracia europea –como si nosotros mismos no fuéramos Europa y no pudiéramos cambiarla–.

Los chicos huyen de otro tráfico forzoso, el de la guerra, pues en Siria los soldados los reclutan por la fuerza. Quedarse es más peligroso que huir. Cuando los padres no pueden pagar a las mafias el pasaje de toda la familia, deciden mandar a  los hijos solos. Lo imagino como el grado más ínfimo de esperanza, la ilusión vicaria de ese futuro que uno desespera de encontrar para sí. Eso es Siria: una madre cuyo último recurso para proteger a su hijo es ponerlo solo en un bote hinchable tripulado por un traficante de personas.

España debe acoger a 16.000 refugiados en cuatro meses para cumplir sus compromisos europeos. Es prácticamente imposible, pero si tú no pierdes la esperanza, Mary, nadie tiene derecho a hacerlo. Estaremos vigilantes.

Un abrazo

Irene Lozano

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