IRENE LOZANO. ESCRITORA Y DIRECTORA DE THE THINKING CAMPUS
OPINIÓN

Carta a Anna Gabriel, Inés Arrimadas y Cristina Fallarás, mujeres amenazadas

Periodista, escritora y política.
Periodista, escritora y política.
JORGE PARÍS
Periodista, escritora y política.

Queridas Anna Gabriel, Inés Arrimadas y Cristina Fallarás:

Nunca pensé que os escribiría una carta conjunta. Sois tres personas dispares, por profesión, ideología y hasta geografía, pero la misoginia os ha unido. Las tres habéis recibido amenazas execrables por una razón: sois mujeres. En el siglo XXI todas las mujeres occidentales con presencia pública parten con un déficit de credibilidad y un superávit de odio: esa es la esencia de la discriminación. Vosotras dos, Inés y Anna, ya compartíais destino, es cierto. Ambas representáis las dos mitades de una sociedad catalana rota. Ahora la situación está fuera de control y vosotras sois las primeras en padecer las consecuencias.

Vayamos a los hechos. El periódico británico The Guardian investigó el año pasado el comportamiento de sus lectores en redes analizando los comentarios que postean en su web. De todos los autores que publican en The Guardian, la mayoría abrumadora son hombres. Sin embargo, de los 10 autores más acosados, amenazados e insultados, ocho eran mujeres; los otros dos, hombres negros. ¿Quiénes eran los 10 autores menos atacados? Diez varones blancos. Concluyente, ¿no?

El caso de Cristina se enmarca en esa tendencia, aunque lo hace más sangrante el hecho de que las graves amenazas recibidas fueran atizadas en Twitter por el sindicato de la propia Policía —el SUP en Navarra—. El odio en las redes es un trasunto del odio en la calle, alimentado por el anonimato, la falta de empatía, las frustraciones personales… Numerosos factores han convertido las redes en una escupidera global de odio, en la que las mujeres sufren un plus de inquina en contra.

No resulta fácil cambiar este estado de cosas, pues requiere a numerosos actores. Los periódicos deben filtrar los comentarios, la fiscalía debe perseguir las amenazas anónimas, el ministro del Interior debe castigar a sus efectivos y dar ejemplo de buen comportamiento en la red. Por último, Facebook —allá lejos— debe actuar tan rápido contra el odio como lo hace contra un torso desnudo.

Lo que no podemos permitirnos es no hacer nada, fingir que esa vomitona de aversión a las mujeres no infiltra todas nuestras relaciones sociales, no impregna nuestra cultura. No podemos pretender que cada amenaza a una de vosotras no nos hace a todos peores como sociedad.

Fuerza chicas, mucha fuerza.

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