IRENE LOZANO. ESCRITORA Y DIRECTORA DE THE THINKING CAMPUS
OPINIÓN

Diálogo ya hay, pero de besugos

Periodista, escritora y política.
Periodista, escritora y política.
JORGE PARÍS
Periodista, escritora y política.

"Si declaras la independencia, aplico el artículo 155". "Si aplicas el artículo 155, declaro la independencia". Este diálogo de besugos resume el intercambio epistolar entre los dos máximos responsables políticos en el momento más crítico que ha vivido España desde la muerte de Franco. ¿Qué está pasando?

La situación es la siguiente: Puigdemont no declaró la independencia el pasado día 10 de octubre. Dijo: "Asumo el mandato" de la votación. A continuación suspendió la declaración de independencia que no había hecho. Rajoy le pidió aclaración, y precisó que cualquier ambigüedad se interpretaría como un "sí". El presidente catalán ha respondido con ambigüedad, pero en el último párrafo de su carta afirma que si el Gobierno aplica el artículo 155 de la Constitución, "el Parlament podrá proceder a votar la declaración formal de independencia que no votó el día 10". Más confusión. Porque el día 10 no hubo ninguna declaración formal, sino una informal que firmaron en la trastienda del Parlament los diputados del bloque independentista, por no irse a casa sin levantar el ánimo a la sufrida muchedumbre. Por mucho voluntarismo que pongan algunos, en su carta del pasado jueves Puigdemont no niega haber declarado la independencia; solo afirma que no se votó y sabemos que una votación no es en absoluto imprescindible para una DUI.

Da la impresión de que ninguno de los dos quiere ser el primero en dar un paso drástico. Sin embargo, no se puede equiparar la aplicación de la Constitución para salvaguardar el interés general con una declaración unilateral de independencia basada en una votación fraudulenta. ¿Por qué ambos se resisten a actuar? Diría que han entrado avant la lettre en el bucle de una falacia que se conoce como post hoc ergo propter hoc. Consiste en asumir que lo que ocurre después de algo es consecuencia de ese algo. Para poder sostener esa falacia, solo es necesario que tu decisión tenga lugar posteriormente en el tiempo. Rajoy piensa que si la independencia se proclama primero, puede justificar el 155 como consecuencia de la actuación de Puigdemont. Y este, a su vez, cree que, puesto en marcha el 155, podrá presentar la independencia como consecuencia de una inaceptable suspensión de la autonomía catalana.

La cuestión es que Puigdemont necesita esa falacia para exhibir ante el mundo algún hecho —aunque sea solo uno y por la mínima— que sustente el mito de la terrible opresión que se vive en Cataluña. A Rajoy no le hace falta. Le bastaría con reconocer que la independencia se produjo de facto los días 6 y 7 de septiembre. Y que la quiebra del Estado de derecho es una amenaza real, no a la unidad, sino a la democracia.

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