IRENE LOZANO. ESCRITORA Y DIRECTORA DE THE THINKING CAMPUS
OPINIÓN

La hormiga no está confusa, somos nosotros

Periodista, escritora y política.
Periodista, escritora y política.
JORGE PARÍS
Periodista, escritora y política.

Hace unos días, el país entero quedó absorto por la peripecia de una hormiga, no una cualquiera, sino una especialmente osada que se atrevió a profanar la cámara hermética donde vive el busto de la Dama de Elche. Un visitante del Museo Arqueológico le hizo una foto y la subió a Twitter. De repente la hormiga era contemplada por el público, los medios, los grupos políticos. Sin saberlo, se hizo rica.

Hasta hace algunos años, disponer de información —no digamos ya de conocimiento— resultaba una tarea ardua, solo accesible a unos pocos que, tras años de estudio y gracias a fuentes personales, bibliotecas, colecciones de revistas científicas, dominio de los idiomas, ingresaban en un espacio restringido. Periodistas, académicos, profesores o expertos, administraban un bien escaso y preciado. Por el contrario, hoy toda la información está disponible, hay más petabytes de datos de los que la humanidad puede, no ya gestionar, sino siquiera concebir. La consecuencia de este torrente de información la vio Herbert Simon: "En un mundo rico en información, la abundancia de esta significa una escasez de otra cosa: la atención de los receptores".

Lo valioso hoy —desde el punto de vista intelectual y económico— es nuestra atención, a su vez empobrecida y dispersa. Por eso no nos sorprenden fenómenos de vampirización de la atención. "Si todo el mundo está mirando la hormiga, voy a ponerme cerca para que se me vea", es más o menos el razonamiento que hizo Compromís antes de reivindicar públicamente que la Dama de Elche se traslade a la Comunidad Valenciana.

También sucedió tras los atentados de Cataluña. Dado que la atención del mundo entero se encontraba allí depositada, era el momento de proclamar su cansino mensaje. Resulta que el Estado centralista que, a decir de los independentistas, los oprime es el mismo cuya descentralización ha permitido que la Generalitat gestionara los atentados con la eficacia de un Estado pleno, dicho también por ellos mismos. En esta coyuntura, ¿qué es la realidad sino un espeso engrudo que carece de forma? ¿Dónde está el hilo lógico de los acontecimientos?

Sin duda, la atención humana es débil y promiscua. Entrenado para la supervivencia, nuestro cerebro acude impulsivamente a los estímulos novedosos o urgentes y quienes quieren llamar nuestra atención explotan esas vulnerabilidades psicológicas. Pero en la tarea de asignar la atención de forma eficiente nos jugamos no solo el estar informados, sino la capacidad de dar forma a la realidad y de configurarnos a nosotros mismos. Somos aquello a lo que atendemos, y si nos dejamos llevar por el torrente de información, naufragaremos en un bucle de confusión.

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