ISASAWEIS. ESCRITORA Y BLOGGER
OPINIÓN

Las tardes en casa de los abuelos nunca deberían faltarnos

Isasaweis, colaboradora de 20minutos.
Isasaweis, colaboradora de 20minutos.
ISASAWEIS
Isasaweis, colaboradora de 20minutos.

Es enero, fuera hace frío, pero entra el sol por la ventana y la sensación en casa es muy agradable. Hemos terminado de comer hace poco, recogido la mesa y reunido en el salón, que es la habitación más cálida de la casa. El abuelo ha puesto el fútbol en la tele y lo ha hecho con el volumen bajito a sabiendas de que no tardará en dormirse. La abuela se ha quedado en la cocina y ya llega hasta aquí el olor a café recién hecho y el ruido de la cafetera italiana que tantas tardes nos ha acompañado. Se oyen tazas chocando con sus platos y una bandeja que traerá algunas pastas o un bizcocho casero con nueces, porque es época de nueces, el abuelo ha recogido un montón y las ha tenido secando al sol durante días y ahora dice que ya podemos comerlas.

La abuela entra en el salón, se ríe al verle dormido y me mira meneando la cabeza. Deja la bandeja sobre la mesa, coge una manta y le tapa. Es algo muy suyo el taparnos cuando nos quedamos dormidos en el sofá, porque dice que no se puede dormir sin cubrirse, que así es como se tiene un sueño rico. Se sienta a su lado y cambia de canal.

Mateo está en la mesa rodeado de piezas de colores con las que construye algo. Empezó por la mañana, hubo que convencerle para que lo dejara mientras comíamos y ha continuado en cuanto se le ha dado permiso para levantarse de la mesa. Encaja unas piezas en otras, y lo hace despacio, en silencio y metódico, concentrado en lo que será su premio final: el gran parque de bomberos que promete la caja y las alabanzas de su familia, tan orgullosos como sorprendidos de que un niño de cinco años haga ya construcciones para niños de 12.

Yo leo en el sillón a rayas. Me he propuesto mejorar mi nivel de inglés que se quedó en el del instituto y que con los años y la poca práctica probablemente ha empeorado. Carlos me ha aconsejado que lea libros en inglés y me ha encantado la idea, porque encuentro un algo maravilloso en dedicar tiempo a la lectura. Así que al llegar a casa de mis padres, he recordado que debía tener alguno de adolescente y he subido a mi habitación a rebuscar en mis estanterías. Lo he encontrado con un poco de polvo, lo he limpiado y he bajado al salón. Me he sentado en un sillón colocado estratégicamente al lado de una ventana por la que entra mucha luz, he cogido una manta de lana, me la he colocado en los hombros a modo de chal y aquí estoy ahora. Muerdo un trozo de bizcocho, doy un sorbo al café que ha dejado mi madre y comienzo a leer mientras el sol me calienta las piernas.

Sancho se ha encaramado al sillón con su peluche naranja y se ha hecho un hueco a mi lado. Habla con él, le dice que está malito y le cuenta todo lo que ha descubierto ese día. Entre ellos se entienden.

Levanto la vista del libro, les miro y pienso, "las tardes en casa de los abuelos nunca deberían faltarnos"...

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