JOSE ÁNGEL GONZÁLEZ. PERIODISTA
OPINIÓN

Carta a T. y H., 'queers' (género no binario)

Queridas amigas, no puedo desligar mi vecindad de una década en el madrileño barrio de las Letras, limítrofe con el territorio de la República Gay de estos días, de vuestra presencia, casi diaria, siempre estimada, siempre poderosa, a menudo risueña hasta la carcajada. Las apariencias, convenciones de escasa humanidad, nos colocan en terrenos divergentes, pero nunca atisbé una frontera que nos excluyera. [Debo informar como adenda para los lectores ajenos a las destinatarias que H., funcionaria pública de carrera, es mujer por derecho, psicología y, desde 2003, también por biología –la operación de cambio de sexo, con vaginoplastia y mamoplastia de aumento, le costó pedir un crédito de 14.000 euros en 2003, cuando la sanidad pública nada quería saber del asunto de proteger la opción sexual y la diferencia–, mientras que T. nunca se atrevió a entrar en el quirófano por miedo a las intervenciones chapuceras de los médicos sin escrúpulos, tiene pechos desarrollados con hormonas y el sistema genital con el que nació, pero es tan mujer como H. aunque lo tuvo menos fácil: fue detenida por ejercer la prostitución por necesidad económica y tildada con desprecio de travelo].

Os agradezco a ambas la naturalidad del cariño y la escasa estridencia sobre la que labramos una amistad en la que conviven chismes de los aledaños, resúmenes de libros, películas y otros impulsos culturales e irritación por el ultramontano fervor beato de los conservadores españoles, algunos de los cuales son más peligrosos como ciudadanos de a pie que desde un escaño parlamentario. Nadie puede reprocharos falta de conciencia o alejamiento de la 'lucha', pero en vosotras no encontré ni un solo fundamento, base o tesis de los discursos panfletarios y fáciles que se difunden en estos días de Orgullo, merecido aunque demasiado dilatado en el calendario. Ambas opináis, y yo con vosotras, que nada debe ser celebrado más allá de los límites de la humildad razonable. ¿Queremos convertir el Madrid Pride en otra verbena zafia para el turismo y sus lucros? ¿Aceptamos la alegría por decreto una vez más y por muy correcto que sea el origen? Al cerrar los ojos y recordaros –la memoria fílmica de H., el humor indomable de T.–, podría asegurar que la bulla de las verbenas os importa bien poco, que incluso os repele porque, estáis seguras, la disfuncionalidad solo quedará eliminada cuando deje de significar algo y, por inútil, no sea necesario mentarla nunca más.

Enorme y orgulloso abrazo

Jose Ángel González

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