JOSÉ ÁNGEL GONZÁLEZ. ESCRITOR
OPINIÓN

Un trastorno afectivo de alcance nacional

José Ángel González, escritor y periodista.
José Ángel González, escritor y periodista.
JORGE PARÍS
José Ángel González, escritor y periodista.

Es fácil entender el temor a la oscuridad, envés, subsuelo y reflejo, pero no es absurda la certeza de que casi siempre hay grietas a mano para que entre la luz. Incluso en estos cavernarios tiempos de insolencia, soledad y sombras, con la salud universal agonizando y el ser humano en el papel estelar de Terminator del biotopo planetario, uno solo puede aliviarse con fogonazos de redención.

Un asomo de azul entre los nubarrones, el grito de guerra de una pandilla de críos en una sesión de juego redentor, los recuerdos desvelados por una olvidada canción que llega como de ninguna parte y de todas a la vez, la coreografía de una falda en un sencillo caminar captado por azar, la inocencia del azahar trasladado por la ventisca... Cada día, como predicaron Mahoma, Cristo y Buda, puedes encontrar inevitables golpes luminiscentes entre lo que consideramos, con pueril injusticia, sombrío. Hasta ahora.

La falta de luz ambiental puede enfermarnos. El llamado 'trastorno afectivo estacional' está catalogado desde los años ochenta del siglo xx como dolencia mental. Es una depresión aguda relacionada con el descenso de la producción de serotonina y el aumento de melatonina, el par de hormonas que manejan el estado de ánimo de los humanos.

La enfermedad tiene un acrónimo inglés frente al que sobran las explicaciones: SAD, palabra que significa triste además de seasonal affective disorder. A causa de la reducción otoñal e invernal de la luz solar, los tristes pierden interés, se irritan, se sienten desesperados, culpables e inútiles, tienden al letargo y a la somnolencia por falta de energía y aumentan por impulso involuntario la ingesta de hidratos. Están, en suma, de persistente bajón y, quizá en recuerdo de la identidad del animal que un día fuimos, optan por la hibernación.

Con España en el frente de mayor riesgo del cambio climático ya sin solución y con más fotones encima que nunca, no parece que debamos temer más que otros el impacto del SAD en su común acepción. El otoño se anuncia incandescente, nos sobran horas de luz, pero no quiere la previsión decir que vayamos a esquivar sin heridas el blues del invierno. La asistencia obligatoria a la batalla política nacional es bastante más peligrosa para la salud que la baja exposición a la luz natural.

Por una parte, la zarzuelita que iguala nacionalismo con solipsismo y el patriotismo basado en mentiras históricas. Por otra, un elenco de políticos reptilianos nunca antes soñado... Unos y otros, en elevados tronos, buscando la complicidad del ciudadano entendido como zombi.

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