JOSÉ MOISÉS MARTÍN CARRETERO. ECONOMISTA
OPINIÓN

Más diversidad, por favor

José Moisés Martín Carretero, colaborador de 20minutos.
José Moisés Martín Carretero, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
José Moisés Martín Carretero, colaborador de 20minutos.

¿Cuál es el secreto del crecimiento económico? Por mucho que se empeñen los economistas académicos, es difícil establecer una "fórmula ideal" para promover, un crecimiento económico sostenido en el tiempo. Como dijo en su momento el actual economista jefe del Banco Mundial, Paul Romer, "una vez que uno comienza a pensar en ello, es difícil dejar de hacerlo".

Hay que permitir a las ideas "tener sexo" entre ellas para favorecer la creatividad

Uno de los últimos intentos por lograr una interpretación de los procesos que llevan al crecimiento económico sostenido la ha ofrecido Cesar Hidalgo, físico y profesor en el MIT, que ha publicado recientemente en Español su obra El triunfo de la información. En el libro, Hidalgo describe los procesos por los que se genera la información en un universo donde el desorden y el incremento de la entropía son la norma, y como esa información se genera en un planeta como el nuestro, proceso maximizado por la presencia del ser humano. Partiendo de este proceso, Hidalgo expone parte del trabajo que, conjuntamente con el economista Ricardo Haussman y con otros profesores del MIT, desarrolla a través del atlas de la complejidad económica, para concluir que el crecimiento económico es causa, y a la vez consecuencia, de una mayor complejidad económica.

Sí, las sociedades que crecen a largo plazo son sociedades en las que la sofisticación y la complejidad de los procesos productivos permite que el mayor número de ideas se transformen en productos y servicios nuevos. Las sociedades con economías homogéneas y poco sofisticadas pueden ser el paraíso de los amantes de la uniformidad, pero son, al mismo tiempo, poco propicias a promover la prosperidad. Por supuesto que para que la diversidad se transforme en crecimiento económico hace falta un mínimo de capital social capaz de ordenar el conflicto social y favorecer la transmisión y el intercambio de conocimiento, que permita a las ideas "tener sexo" entre ellas para favorecer la creatividad y la aparición de nuevos modelos productivos.

Hace años que Richard Florida trasladó este esquema a las localidades, señalando que el entorno creativo de las ciudades tenía mucho que ver con su diversidad cultural y social. Ciudades con un mayor grado de tolerancia ante la diversidad tendían a ofrecer mejores desempeños en materia de innovación y creatividad. Son ellas, las ciudades creativas, las que se convierten en el motor de crecimiento de las economías avanzadas.

Lamentablemente, la diversidad no surge sin costes, y no son pocos los que la temen: el auge de los movimientos xenófobos de todo tipo, el nacionalismo uniformizador o la intolerancia religiosa y social suponen graves obstáculos frente a la prosperidad y el crecimiento económico. Donde todos piensan igual, nadie piensa demasiado. Y donde no se piensa demasiado, el crecimiento económico tiende a languidecer a largo plazo.

Por eso necesitamos más diversidad, y no menos: más mestizaje de culturas e ideas, de estilos de vida y de formas de entender el mundo. Es en esa diversidad en la que surgen los entornos propicios para la economía del conocimiento y la creatividad. Y debemos resistir la tentación de sucumbir al discurso facilón y suicida de la importancia de "mantener nuestra identidad". Nuestras identidades son siempre construídas, y sólo existen desde la constatación de mestizajes previos. Aquellos que ven en todo lo que se mueve fuera de su estrecho recinto mental una amenaza a su "identidad" local, regional o nacional, están haciendo un flaquísimo favor a sus propias comunidades. Bien al contrario, los esfuerzos deberían dirigirse a garantizar una diversidad social que sea compatible con la necesaria cohesión social; a establecer unas reglas del juego donde las ideas convivan, se mezclen y generen nuevas fórmulas de solucionar los problemas y retos sociales y económicos de nuestro tiempo. No es en la Arcadia, sino en Babel, donde el ser humano puede desarrollar todo su potencial creativo.

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