JOSÉ MOISÉS MARTÍN CARRETERO. ECONOMISTA
OPINIÓN

La rebelión de los ricos

José Moisés Martín Carretero, colaborador de 20minutos.
José Moisés Martín Carretero, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
José Moisés Martín Carretero, colaborador de 20minutos.

Corrían los años noventa cuando el sociólogo norteamericano Christopher Lasch escribió una obra premonitoria titulada La rebelión de las élites, en la que el autor vaticinaba la pérdida de interés de las clases altas norteamericanas en el destino de las clases trabajadoras de su propio país. Lasch relataba cómo los ricos de su país se habían desconectado del conjunto de la población, rompiendo, de esta manera, el pacto social que había dominado Estados Unidos desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Los resultados de esta desconexión han sido posteriormente relatados en numerosas obras, destacando la narración realizada por Piketty en El Capital en el Siglo XXI sobre el incremento de las desigualdades y que ha sido corroborada por otros muchos autores, como es el caso del tristemente desaparecido Anthony Atkinson, profesor de la London School of Economics.

La rebelión de los ricos ha tenido fuertes consecuencias prácticas: no se trata solo —y quizá no lo más importante— de la porción de renta que mantienen bajo su control en detrimento de los trabajadores o de las clases bajas, sino sobre todo del poder político que han acumulado a través de su interacción con las élites políticas de los países occidentales: eso que hemos venido a llamar en España el 'capitalismo de amiguetes', y que diseña una estructura social donde las élites precondicionan los resultados políticos a través de sus redes de contactos y la interacción con los servidores públicos. En España, este fenómeno ha sido explicado por algunos estudios, como el desarrollado por Iago Santos en La élite del poder económico en España (Maia Editores, 2013) y más recientemente por Rubén Juste en Ibex35 (Capitan Swing, 2017). En algún momento de la historia, los ricos se desconectaron del destino de sus sociedades y empeñaron sus esfuerzos en configurar una estructura legal y de mercado que preservara sus intereses, mirando con desconfianza y desinterés hacia el conjunto de la sociedad. En España, los resultados obtenidos en el marco de la reciente crisis económica no podrían ser más esclarecedores: mientras que la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social se incrementaba del 22,7% al 27,2% de la población, el número de supermillonarios se ha incrementado en un 24% desde el año 2012.

Esta naturaleza desigual del impacto de la recuperación no debería ser, per se, negativa. O al menos es lo que nos transmiten aquellos que quieren focalizar su atención en los más pobres, y no en los más ricos. Pero la evidencia empírica nos dice otra cosa: de acuerdo con los cálculos de Atkinson, el incremento de la proporción de renta capturada por el 1% más rico de la población correlaciona, en Europa Occidental, con una persistencia de tasas de pobreza más altas.

Los mecanismos por los que el fenómeno de la existencia de los superricos se traslada al conjunto de la sociedad requiere de más estudio: las relaciones no son unívocas y no falta quien se ha esforzado en evidenciar la ausencia de cualquier tipo de relación. Tampoco falta quien ha pretendido encontrar una relación directa y nítida entre "la rebelión de los ricos" y el empeoramiento de las condiciones sociales. En ambos casos, la mayoría de las veces se trata de intentos con un marcado interés político, no siempre riguroso.

Lo peor de este proceso es la fractura que produce. Hoy por hoy, las élites se sienten menos comprometidas a mantener los vínculos solidarios con el conjunto de la sociedad. Como muestra, un botón: de acuerdo con los datos del propio instituto de opinión de la Generalitat, el sentimiento independentista catalán crece en función de la renta del entrevistado. No significa esto que el procés no tenga un fuerte componente popular. Pero obviar el papel de la élite catalana en su promoción es no contar toda la verdad.

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