Un trabajador perdió su empleo por enviar mensajes personales desde el ordenador del curro. La empresa espió sus chats y lo despidieron. Resulta que la empresa lo tenía prohibido, pero no le avisó. Siete años después, el Tribunal de DD.HH. de Estrasburgo le da la razón al chaval. Si quieren espiar, que avisen. Aun así, un horror saberse monitorizado por el jefe. Solo falta que pongan una cámara en el café.
OPINIÓN06.09.2017 - 06:36h
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