Trato de pensar estos días qué diría José Antonio Labordeta de lo que está pasando en España. Se cumplen siete años de su muerte y para quienes tuvimos la suerte de conocerlo y tratarlo de cerca, su desaparición deja uno de esos boquetes en la vida difíciles de llenar. Un punto de vista con perspectiva de luces largas hacia atrás y hacia delante, una socarronería que quita dramatismo a un momento difícil, un gesto que reordena las prioridades y se impone al ruido.
La narración exprés de lo que va ocurriendo ha dejado para la historia del Congreso de los Diputados dos o tres intervenciones suyas de esas que caben en un titular sonoro y que fuera de contexto reducen al personaje a una caricatura. Aquel "A la mierda" que dijo desde la tribuna de la Cámara Baja en el año 2003, en una legislatura muy tensa con la guerra de Irak dibujándose en el horizonte, era puro Labordeta por la naturalidad y la valentía frente a quienes querían tapar con gamberrismo parlamentario su palabra. Pero también representaba la capacidad para respirar sin filtros el mismo aire que respiraba la calle en aquellos tiempos convulsos.
Y sin embargo, él era mucho más que ese exabrupto que lo convirtió en un icono parlamentario. Un diputado trabajador, pundonoroso, que se empleaba a fondo en su trabajo del día a día, obsesionado con las PNL —proposición no de ley— y con las PL —las proposiciones de ley— que dedicaba tiempo a su estudio y a su preparación. Aquellas dos legislaturas que estuvo en la carrera de San Jerónimo las contó en un libro delicioso titulado Memorias de un beduino en el Congreso, donde las crispación se contaba desde la inteligencia de su ironía.
Un beduino porque, en cualquier caso, su tarea en el escaño no abarcaba para nada la figura del poeta, el escritor, el cantante, en definitiva el intelectual —qué palabra, ¿eh?— comprometido y versátil que podía y quería enfrentarse al mundo en su complejidad, sin miedo ni complejos.
No son tiempos estos, y muchos menos los últimos días en España, para tratar de explicar la complejidad. No tengo ni idea de lo que diría hoy Labordeta y no voy a arriesgarme ni un milímetro en ese territorio.
Pero qué quieren ustedes, en días como hoy me encantaría levantar la mirada del ordenador y encontrármelo delante. Él no está, pero sí sus poemas y sus canciones. Entre ellas mi favorita:
Somos
como esos viejos árboles
batidos por el viento
que azota desde el mar.
Hemos
perdido compañeros,
paisajes y esperanzas
en nuestro caminar.
Vamos
hundiendo en las palabras
las huellas de los labios
para poder besar tiempos
futuros y anhelados,
de manos contra manos
izando la igualdad.
Somos
como la humilde adoba
que cubre contra el tiempo
la sombra del hogar…
Comentarios
Hemos bloqueado los comentarios de este contenido. Sólo se mostrarán los mensajes moderados hasta ahora, pero no se podrán redactar nuevos comentarios.
Consulta los casos en los que 20minutos.es restringirá la posibilidad de dejar comentarios