PEPE CERVERA. EXPERTO EN TECNOLOGÍA
OPINIÓN

Los extraños casos judiciales del presente

Pepe Cervera, columnista de 20minutos.
Pepe Cervera, columnista de 20minutos.
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Pepe Cervera, columnista de 20minutos.

La ley es un instrumento que nos damos los seres humanos para resolver los enfrentamientos, incomprensiones e injusticias entre nosotros. Es una herramienta poderosa, tanto que a lo largo de la historia hemos incorporado toda una serie de complejos mecanismos a su creación y uso; en los países más avanzados las leyes son fabricadas por un poder elegido específicamente para ello siguiendo reglas arcanas y complicadas que garantizan largos periodos de deliberación y análisis y facilitan la incorporación de múltiples puntos de vista a su letra. La ejecución se deja a otro poder, más o menos independiente y con sus propias reglas y procedimientos, y en caso de conflicto se acude a un tercer poder todavía más formalizado cuya única función es resolver diferencias de interpretación. Legislativo, ejecutivo y judicial, una separación que ha evolucionado tras milenios de conflictos y problemas. Y que garantiza que la ley y su aplicación será buena, mala o regular, pero seguro que será lenta para adaptarse a los cambios sociales.

Y así en periodos de rápida evolución social nos encontramos con situaciones en las que el poder judicial se ve forzado a resolver conflictos que no están previstos en la ley, porque cuando esta se creó simplemente eran impensables. Veamos algunos ejemplos, sacados de titulares recientes.

Miles de conejos virtuales han muerto (o entrado en hibernación permanente) a causa del hambre cuando la empresa que fabricaba su ‘ciberpienso’ sometido a un sistema de control de copia recibió una amenaza de demanda judicial. Incapaces de llevar a juicio el tema, los creadores de conejos y pienso desconectaron los servidores de su sistema de DRM; la comida virtual dejó de funcionar y los conejos murieron de hambre. Una ley que protege la creación original de copias irregulares ha acabado causando hondo desasosiego a miles de personas que han perdido sus mascotas, digitales.

La actriz Amber Head, exesposa de Johnny Depp, ha demandado a los productores de la películaLondon Fields alegando que han usado su cara superpuesta al cuerpo de otra actriz para rodar escenas de alto contenido erótico («pornográficas», alega) que estaban prohibidas en una cláusula específica de su contrato original. Los productores, a su vez, han demandado a la actriz por no cumplir su contrato. Si un actor o actriz firma un contrato que explícitamente prohíbe la desnudez, ¿es legítimo que el productor use el cuerpo de un tercero para saltárselo? En estos tiempos de Photoshop y sistemas equivalentes, pero en vídeo, ¿a quién pertenece la desnudez de uno, si pueden poner su cara en cualquier cuerpo?

Un grupo de artistas del tatuaje cuyo trabajo exhiben estrellas del deporte estadounidenses han demandado a los creadores de un videojuego de baloncesto por violar su propiedad intelectual al crear personajes en el juego con las caras y cuerpo de los atletas, incluyendo sus tatuajes. Resulta que es posible que legalmente un motivo dibujado en la piel no le pertenezca al propietario de esa piel, sino a quien lo hizo: en efecto un trozo de uno mismo es de otros. ¿Tiene sentido que un trozo de piel tatuado sea, legalmente, de otra persona?

El problema, claro está, es que las leyes que se hicieron para resolver los problemas de copia y de protección de la ‘propiedad’ intelectual cuando esta solo afectaba a grandes empresas (discográficas, fonográficas, radios, televisiones) hoy ya no tienen sentido. Cada ordenador, incluyendo todos los móviles del mundo, es una máquina de copiar, y la situación se complica todavía más si tenemos en cuenta las infinitas (y crecientes) posibilidades de lo digital. Esta variopinta mezcolanza de juicios diversos no es más que el principio de lo que se viene, y si nuestras leyes se muestran incapaces de lidiar con el presente, no digamos con el futuro, siquiera inmediato. La majestuosa lentitud de la creación legislativa nos ha servido bien durante siglos, pero será cada vez menos capaz de ajustarse a lo que viene.

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