Más de la mitad de los suecos se están olvidando de lo que es llevar dinero, o tarjetas, encima gracias a una aplicación del móvil llamada Swish. Esta app permite pagos y transferencias de efectivo instantáneas entre personas con tan solo conocer el número de móvil del destinatario y sin comisiones de ningún tipo con un máximo 10.000 coronas suecas (1.037,3 euros), aunque se puede aumentar temporalmente este límite hasta las 150.000 coronas (15.560 euros). Para hacerlo funcionar hace falta disponer de un móvil y la aplicación (que también sirve para conectarse a los bancos suecos), así como de una cuenta corriente en aquel país; al principio era necesario darse de alta en una oficina bancaria o al menos con una tarjeta y lector de tarjetas, pero desde 2016 se puede activar el sistema desde las páginas web de los bancos. Y ha tenido un éxito tan brutal que en Suecia hasta los inicialmente escépticos se han visto empujados a adoptarlo: cuando una tecnología es usada por más del 50% de la población, quien no la usa se queda fuera.

Las utilidades de Swish son múltiples: no solo se usa para enviar dinero al adolescente que se ha quedado sin efectivo para un taxi o sin datos en el móvil, sino para compartir los gastos de la cena entre amigos o para pagar el autobús. Las tiendas, incluso las de chucherías, ya no aceptan billetes o monedas; muchos bancos ya no los almacenan. Cualquier pequeño negocio, desde una cafetería a un puesto de mercadillo, puede recibir pagos sin necesidad de disponer de terminal de datos. Y desde enero de 2017 se puede emplear también para compras en internet.

El resultado está convirtiendo a Suecia a ritmo acelerado en el primer país sin dinero del mundo. Ningún sistema de transporte público de Estocolmo acepta dinero en efectivo; la ley permite a las tiendas rechazar este modo de pago y hasta las iglesias pasan el cepillo en versión digital vía Swish. Muchos suecos ya no llevan dinero encima, porque no lo necesitan y se convierte incluso en una molestia. Los cajeros automáticos están desapareciendo, sobre todo en las áreas rurales, y la circulación de billetes y monedas denominados en coronas suecas ha caído más del 20%. El país va camino de abandonar por completo el dinero, y no es el único; un sistema similar llamado MobilePay es utilizado ya por la mitad de los daneses. Y en la propia Suecia otros sistemas de pagos como iZettle, usado por ejemplo por los sintecho que venden periódicos y otros vendedores callejeros, que emplea un minilector de tarjetas acoplado al móvil.

En el caso de Swish el sistema fue creado por un consorcio que agrupa a varios grandes bancos suecos, sin el concurso de financiación externa. Las claves de su éxito se considera que son la ausencia de tarifas de uso o comisiones, así como la seguridad garantizada y la instantaneidad (y confirmación) de las transferencias, lo cual le permite servir como sistema de pago. Basado en el móvil, que se ha convertido en obligatorio en nuestros bolsillos, no precisa de ninguna otra infraestructura. Y permite pagos muy reducidos sin límites mínimos y sin generar calderilla.

El principal inconveniente es quizá la preocupación por la privacidad. Ya a principios de este año los bancos suecos reconocían procesar más transacciones de Swish que en cajeros automáticos, lo que implica que ya no solo conocen dónde ha sacado dinero cada cliente, sino en qué y dónde lo ha gastado, incluso cuando son céntimos. Esto genera incomodidad entre muchos que temen que esta información pueda ser usada y abusada por los bancos. Para los optimistas incluso esto puede ser una ventaja: en una sociedad en la que todas las transacciones económicas están registradas se hace imposible, por ejemplo, evadir impuestos o vender materiales o dinero robados, lo cual tendería a hacer desaparecer buena parte de la delincuencia común. Aunque la calle siempre encuentra su propio uso a las cosas...