RAFAEL MATESANZ. DIRECTOR DE LA ORGANIZACIÓN NACIONAL DE TRASPLANTES
OPINIÓN

¿Habrá trasplantes de cabeza?

El doctor Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes.
El doctor Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes.
ONT
El doctor Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes.

¿Es viable el varias veces anunciado trasplante de cabeza? ¿Lo veremos en los próximos meses/años?

Ante anuncios de este tipo, es lógico plantearse si realmente se puede trasplantar todo hoy en día. Técnicamente se puede decir que casi todo, siempre que aporte un beneficio al receptor, o que dicho beneficio no pueda conseguirse con un procedimiento más sencillo. Solo hay una línea roja infranqueable que es el cerebro, o mejor el sistema nervioso central. Y no por una razón técnica, que también en el momento actual, sino por una barrera conceptual: la vida, la personalidad del individuo, radica en su sistema nervioso central.

Por eso existen los trasplantes, porque cuando se produce la destrucción del cerebro por un traumatismo o una hemorragia, se llega a la mal llamada 'muerte cerebral' (muerte solo hay una), que equivale tanto desde un punto de vista científico, como ético y legal a la muerte del individuo, aunque el corazón siga latiendo unas horas y el oxígeno siga llegando a los órganos gracias a la ventilación artificial. Sin la existencia de respiradores en las UVIs, la muerte cerebral no existiría y los trasplantes no habrían alcanzado ni de lejos su desarrollo actual.

La consecuencia es clara: si se llegara a trasplantar un cerebro (o mejor una cabeza completa) a un cuerpo, rememorando el mito de Frankenstein, en realidad estaríamos trasplantando un cuerpo de una persona fallecida a un cerebro vivo y nunca a la inversa. Esta es la situación que se plantea ante el tan imposible hoy día como muy publicitado 'trasplante de cabeza'. En realidad sería un trasplante de cuerpo entero, de cuello para abajo a la cabeza de una persona con alguna enfermedad invalidante, pero con el cerebro sano.

No es que el tema no tenga sentido desde un punto de vista médico. ¿Se imaginan el cerebro de Stephen Hawking al que se trasplante un cuerpo sano? Y lo mismo con otras situaciones en que el cerebro está intacto pero con un cuerpo severamente afectado. Una nueva frontera médica podría cruzarse.

¿Pero entonces por qué se antoja inviable hoy en día? A las enormes dificultades de encontrar un donante adecuado con todos sus órganos y el sistema nervioso intactos, se suma que todo ello vuelva a funcionar. Habría que conectar una cabeza a su medida, a través de todas las estructuras del cuello: arterias, venas, vías respiratorias, digestivo, huesos... El problema es que no sabemos cómo unir el encéfalo y la médula espinal cuando se separan por un corte, ya sean de la misma persona o, mucho más complicado, de donante y receptor. Imaginen un cable de varios cm de diámetro por cuyo interior corran millones de fibras nerviosas, todas ellas seccionadas, y que habría que reparar uniendo una a una con las de abajo del corte.

Por eso una sección medular por un accidente u otra causa, produce una paraplejia (parálisis de las dos piernas) o una tetraplejia (parálisis de brazos y piernas), según el nivel del corte, algo que por desgracia no sabemos curar. Si la hipótesis del Dr Canavero, el neurocirujano turinés que ha montado toda esta historia y a quien ya le han salido tanto un candidato ruso a la operación como un seguidor chino dispuesto a hacer lo mismo, fuera cierta y una sustancia como el polietilenglicol fuera capaz de 'pegar' las secciones del sistema nervioso, se entiende mal que no la haya utilizado para algo mucho más útil como es tratar los enfermos medulares.

Tampoco se entiende, y esto es más grave aún, que esta operación no sea precedida de una experimentación animal donde se demuestre su viabilidad. Los monos sometidos a esta macabra experiencia murieron paralíticos sin recuperación nerviosa alguna y en una situación descrita como "entre terribles crisis de angustia".

Esperemos que alguien con un poco de sentido común detenga esta locura, pero la ley de Murphy suele ser bastante inexorable.

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