ROSALÍA LLORET. PERIODISTA Y EXPERTA DIGITAL
OPINIÓN

El increíble caso del chip menguante

Rosalía Lloret, periodista.
Rosalía Lloret, periodista.
JORGE PARÍS
Rosalía Lloret, periodista.

IBM ha salvado la cara de Gordon Moore, el cofundador de Intel que dio inicio hace más de 50 años a la carrera por la miniaturización de la electrónica con su famosa ‘Ley de Moore’. Cada año, dijo Moore en 1965, el número de transistores que caben en un chip se multiplica por dos, acelerando la computación y rebajando los costes. Solo una década más tarde, Moore tuvo que rebajar el ritmo a cada dos años. Y desde entonces, la ley había sufrido considerables altibajos, llevando incluso al propio Moore a temer por su fin.

Pero la nueva creación de IBM, ha devuelto la Ley de Moore a la vida. El chip presentado hace unos días por sus científicos tiene el tamaño de una uña y alberga nada menos que 30.000 millones de transistores. Una escalada vertiginosa frente a los 128 transistores que se alojaban en el chip Fairchild al que se refería Moore en 1965 y que, pese a todo, fue usado en el programa Apolo para llevar al hombre a la luna. Para alcanzar semejante récord, IBM ha debido crear transistores microscópicos de 5 nanómetros cada uno, es decir, unas 200 a 400 veces más pequeños que una bacteria, o aproximadamente del mismo tamaño que uno de los nucleótidos que forman el ADN de una célula. Para quien quiera echar cálculos, un nanómetro es la mil millonésima parte de un metro (10−9 m).

¿A qué se debe esta obsesión por la miniaturización de la industria informática? Como ya anticipaba Moore, cuantos más transistores puedan embutirse en un chip, más rápido circula la información entre ellos, mejorando la velocidad de cálculo y la eficiencia. No se trata solo de facilitar la creación de ordenadores cada vez más diminutos con cada vez mayor capacidad computacional -que también, basta mirar a nuestro alrededor-, sino de hacerlo además a un precio más bajo. De hecho, según los expertos de IBM el nuevo chip con transistores de 5 nm consigue una aceleración del 40% del rendimiento y un ahorro de energía del 75% con respecto a los chips más potentes que hay ahora en el mercado, y que disponen de transistores -ya microscópicos- de 10 nm (presentes en el Samsung Galaxy 8, por ejemplo).

Para mayor sorpresa de los expertos, los nuevos transistores de IBM se han construido otra vez en silicio (silicon, en inglés, de ahí el Silicon Valley), cuando casi toda la industria daba ya por finiquitadas sus capacidades físicas para seguir menguando. “En mis 34 años en el sector de los semiconductores” declaraba ya algo cansado el CEO de Intel Brian Krzanich el pasado 2016, “he presenciado la muerte anunciada de la Ley de Moore no menos de cuatro veces”. El nuevo desarrollo se sirve de ‘nano-láminas de silicio’ que facilitan el ‘empaquetado’ aún más apretado de los transistores y estrena un nuevo diseño que permite seguir avanzando en la miniaturización sin pérdidas de información. Justo a tiempo para acelerar el espectacular desarrollo de la inteligencia artificial en millones de objetos y dispositivos conectados que se multiplican a nuestro alrededor: el llamado ‘Internet de las cosas’.

Para fabricar estas miniaturas, IBM ha usado un nuevo proceso llamado ‘Litografía Ultravioleta Extrema’ (EUV, en sus siglas en inglés) que estará disponible para su uso masivo en 2020. Pero su producción no correrá ya a cargo de IBM. La multinacional americana abandonó en 2014 la fabricación de chips electrónicos en manos de la especialista Global Foundries para centrarse en la investigación y desarrollo, así como en otras líneas de producto. De hecho, IBM ha creado los nuevos chips en alianza con la propia Global Foundries y con la coreana Samsung, quienes previsiblemente se ocuparán de la producción en masa de los nanotransistores a partir del 2020. Lo que es seguro es que sus multimillonarios, ultratecnológicos y purificados procesos de fabricación tendrán poco que ver con la fábrica en Nuevo Mexico que producía casi artesanalmente el chip de Moore allá por 1965 gracias a las diestras manos de más de 1.000 indias Navajo.

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