Ha dicho el presidente Rajoy que España tendrá en junio de 2017 la riqueza que tenía antes de que empezara la crisis. No se refiere a usted y a mí, claro, se refiere a España: a ‘la patria’, como dice Pablo Iglesias, a ‘esta gran nación’, como dirían Trump o el propio Rajoy, a la ‘nación de naciones’ de Iceta o a eso que Franco llamaba y los independentistas llaman ‘El Estado’. Quien volverá a ser rico es ese ente abstracto y superior que tanto gusta a los políticos de nuestro tiempo, tan nacionalistas todos. O se refiere a eso o se refiere a una realidad virtual hecha de estadísticas o, ya puestos, una fantasía audiovisual como la que montan a Carmina, la del anuncio de la Lotería, con buenas voluntades y falsas ilusiones.

Pongamos que Rajoy atina y de aquí a siete meses recupera España la riqueza perdida. ¿Quiere eso decir que la señora Carmina, usted y yo recuperaremos la riqueza -un decir- que teníamos antes de la crisis? Pues no. Ni siquiera el señor Rajoy recuperará la suya, salvo que tenga intención de devolver a los presidentes, ministros y dirigentes de partidos los sueldos que, sobres aparte, cobraban antes de los ajustes. Carmina tendrá que conformarse con el reintegro del Gordo, en el mejor de los casos, y lo reinvertirá en El Niño para que no sufra más de la cuenta Montoro. Por lo que nos toca a usted, a mí y a los demás contribuyentes nos conformaríamos con seguir contribuyendo, señal de que conservamos ingresos regulares, y ver con trabajos dignos a las personas que nos rodean y siguen colgadas de la crisis.

Yo me daría con un canto en los dientes si los periodistas volviéramos a estar pagados como estábamos no ya en 2007, sino en 1990. Hasta ahora, la  única buena noticia de ‘la recuperación económica de España’ que me ha llegado de cerca es que sigo currando todos los días y ya he dejado de ser el empleado con menor edad de mi familia. En los últimos años todos mis parientes directos más jóvenes que yo estaban en el paro. Han mejorado las cosas. Uno de mis sobrinos, que se pasó dos años fregando platos en un restaurante turco de Manchester, ha encontrado trabajo en Madrid. ¿En qué? No sabría decirles, pero es algo así como trabajar de pollo en una granja avícola. Me explico. ¿Saben ustedes que en algunas de esas granjas tienen la luz encendida día y noche, para que los pollos estén comiendo pienso y engordando todo el rato, y de vez en cuando les dan una descarga eléctrica para que esos bichos, que jamás han pisado el suelo o el campo, se muevan un poco, no les den infartos y sigan musculando? Pues en algo así trabaja mi sobrino, por 800 euros al mes, sin pagas extraordinarias. Sentado en un sillón de astronauta pasa diez horas al día frente a un ordenador; de vez en cuando le traen cocacolas al sillón y se lo cambian de postura para que no deje de producir ni un minuto. Un tipo afortunado, si se compara con esos millones de españoles de su edad que por las mismas horas cobran 400 euros, los que mantienen familias con ingresos inferiores al salario mínimo, que es una birria, los que siguen sin empleo o los que mueren en el incendio causado por una vela, porque les han cortado la luz.

Vamos a tener que centrar el tema de la recuperación, presidente. O nos recuperamos todos, vía salarial, o no hay recuperación que valga ni a usted le van a salir nunca las cuentas. Si la riqueza de España vuelve a ser la que era, pero la mayoría de los españoles somos más pobres que antes, aquí está fallando algo. ¿Quién se ha llevado nuestra parte: la mía, la suya, la de Carmina, la de mi sobrino?  ¿Quién se ha hecho rico a mi costa y a costa de todos los demás ciudadanos empobrecidos por las políticas anticrisis? Si puede, dígamelo con nombres propios, no con cifras. Uno de los errores que han cometido todos ustedes en estos años -y así están las cosas como están, incluso en los Estados Unidos- es confundir con cifras a las personas.