Carlos Santos Periodista
OPINIÓN

El problema del PSOE no es Pedro Sánchez

Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
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JORGE PARÍS
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.

En los buenos tiempos del PSOE, cuando gobernaba en todas partes y encadenaba mayorías absolutas, tenía como número 2 a un político, ya retirado, del que muchos votantes de nueva generación no conocerán ni siquiera el nombre: se llamaba Alfonso Guerra y tenía fama de controlar magistralmente las encuestas. En realidad ni las controlaba ni las hacía pero, con ayuda de un eficaz equipo de expertos encabezado por Luis Pérez –un hermano del dibujante Peridis, a quien llamaban Luisómetro–, las analizaba como nadie. De vez en cuando compartía con el Consejo de Ministros esos análisis, en los que había siempre una constante: allí donde había división dentro del partido, descendía su expectativa de voto. Las elecciones locales y autonómicas confirmaban luego la veracidad de esos análisis: la división tenía costes electorales para los socialistas pero no para el Partido Popular, que en aquel entonces estaba en la oposición. Algo parecido ha pasado también siempre con la corrupción; parece evidente, al cabo de los años, que los votantes de la izquierda son mucho menos tolerantes con esas conductas que los de la derecha.

¿Y por qué empezar el análisis del 25-S con esta mirada al pasado? Porque no es la presunta perseverancia en el error de Pedro Sánchez, sino la división, que se ha hecho patente en plena campaña, lo que le está dando la puntilla al PSOE. Viene de lejos. Desde mayo de 2010, cuando Zapatero bajó el sueldo a los funcionarios y empezó a echar sobre las espaldas de los votantes las cargas de la crisis, ese partido no solo ha perdido la cabeza sino, sobre todo, el norte. Se equivocan quienes piensan que el problema reside en un nombre propio. El liderazgo es tan solo una parte de ese problema, de mucho mayor calado: después de tocar fondo, en lugar de coger fuerzas para salir a flote han continuado escarbando, y todo apunta a que pueden continuar así por mucho tiempo, salvo que se produzca una catarsis que quizá ya llegue tarde. Los socialistas, tal y como los hemos conocido, corren riesgo cierto de convertirse en especie en extinción, y ese es uno de los elementos que deben tener en consideración quienes, dentro o fuera del PSOE, intenten hacer lecturas de alcance nacional tras su resultado de ayer en Galicia y en el País Vasco. La duda no es si Sánchez, después del nuevo fracaso del partido que lidera, apoya o deja de apoyar a Rajoy, que se acaba de apuntar un nuevo éxito. La duda es qué piensa hacer ese partido para seguir siendo una referencia política en España.

Pero no será aquí donde se dedique una sola línea a hacer extrapolaciones. Cada proceso electoral es un hecho político en sí mismo y el único análisis válido es el del número de votos y escaños: el poder que se gana y el que se pierde. Ese análisis contable ofrece en esta ocasión muy pocas dudas. El PP mantiene el poder en Galicia, con un magnífico resultado (las mayorías absolutas empiezan a ser rara avis en Europa), y el PNV lo mantiene en el País Vasco, mientras que el PSOE pierde votos y escaños en las dos comunidades; muchos, demasiados, en Euskadi, donde estaba una de las patas fundacionales de un partido que gobernó España entre 1982 y 1996 con Felipe González y entre 2004 y 2011 con Zapatero. Suficientes en Galicia, como para que la coalición de En Marea y Podemos se le ponga por delante en votos, aunque empaten en escaños.

Tanto en el País Vasco como en Galicia, Podemos consigue un buen puñado de parlamentarios que no tenía: once en el País Vasco y catorce, junto con En Marea, en Galicia. Respecto a Ciudadanos... sigue sin meter cabeza en estas dos comunidades, lo que quiere decir, sin necesidad de extrapolar nada, que se lo va a tener que hacer mirar. Quien sí mantiene el tipo, en contra de múltiples pronósticos, es Bildu, que a pesar de la irrupción de Podemos y el buen resultado del PNV solo pierde tres escaños. En Galicia, el BNG también aguanta el tipo, con un parlamentario menos, pero En Marea se consolida como referencia y opción de futuro para la izquierda. Lo que pasa es que el futuro de esa izquierda fragmentada, en Galicia y en el resto de España, hoy parece más lejano que nunca.

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