Sara: "Las operaciones de niña son el mayor trauma de mi vida"

Sara, mujer intersexual, en el salón de su domicilio.
Sara, mujer intersexual, en el salón de su domicilio.
EVA MAÑEZ
Sara, mujer intersexual, en el salón de su domicilio.

Mis padres me guardaron en secreto. Tan en secreto lo llevaron que años después me he dado cuenta de que mis padres borraron de su memoria las intervenciones quirúrgicas a las que me sometieron de niña. Con dos años me quitaron los testículos. Con cuatro años me hicieron una segunda intervención estética.

Ahora sé que hay padres que se niegan, pero antes era impensable no operar. A mí me hubiera gustado que no me hubieran intervenido. Fue dramático y doloroso. El mayor trauma en mi vida. Hace treinta años el protocolo hospitalario decía que los padres no podían entrar después de la intervención a quedarse junto a su hija. Y, así, con dos años, estuve diez días en el hospital ingresada, atada a la cama para que no me tocara y con mis padres al otro lado de un cristal. Una soledad tremenda.

Yo culpo a mis padres de no haberme defendido lo suficiente. Los padres de ahora deberían saber que las anestesias tienen más riesgos si se aplican a los niños menores de cinco años, deberían saber los pros y los contras de estas operaciones y con eso que asuman los riesgos que toman. Es verdad que antes los médicos asustaban a los padres y les decían que siempre había que quitar las gónadas que no coincidían con el sexo asignado porque había alto riesgo de tumorización. Como si por el riesgo de padecer cáncer de mama se extirpara los pechos a todas las mujeres, sin contemplación.

Hasta los veinte años no supe exactamente lo que me sucedía. Bueno, en la pubertad ya sospechaba, porque no me venía la regla y eso era algo que tenía que guardar en el más absoluto de los secretos. Mi cuerpo me acomplejaba y yo callaba. Mi primera idea era que de esto no se tenía que enterar nadie. Fue en una visita al médico rutinaria, a los 20 años, cuando el doctor mencionó el Síndrome de Insensibilidad a los Andrógenos (SIA) y acudí al vademecum de mi compañera de piso, que estudiaba medicina, para aprender quién era yo.

Después sería lo de acercarme a Grapsia, al grupo de apoyo. Tenía pánico al principio, pero fue una pasada... qué sensación de haber encontrado a una verdadera familia, el alivio de poder hablar con tranquilidad, de desenmascararme. Es una conexión muy especial la que se crea con otros afectados, mayor incluso que con las personas con las que has convivido toda una vida.

Cuando tenía veintitantos decidí voluntariamente pasar por dos intervenciones para construir mi vagina. Otras chicas tienen vagina corta, yo no tenía. Pero fue un auténtico fracaso. Ya ni me lo planteo. No quiero saber nada. Aunque no pueda tener penetración vaginal. Tampoco puedo tener hijos. En mi caso no es posible, que no en todos. Hay mujeres que tienen principio de útero y si les estimulan hasta lo consiguen. Las relaciones íntimas son mi caballo de batalla, pero no tengo problemas de salud.

Yo no soy una 'fan' del término intersexual. Si hay que utilizarlo para reivindicar se usa, pero yo no me identifico con él. No me dice nada. Yo soy una mujer como soy y ya está. Intersexual es una palabra inventada que tiene un prefijo, inter, entre sexos con el que no me identifico.

Yo no me siento entre sexos. Me siento mujer y ya. A veces pienso que estar bajo el paraguas del activismo LGTBI puede tener su parte positiva, porque ellos hacen difusión de nuestros derechos y luchas, pero creo que también puede tener una parte contraproducente de que se nos vea como esos cuerpos que se revelan contra lo normativo, de forma idealizada. y no es así. Somos personas con un cuerpo diferente de forma natural. Y punto.

(Testimonio de Sara, pseudónimo de una mujer intersexual de Alicante).

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