Veinte años después del final de la guerra, Bosnia es un territorio de 'cielos grises y pájaros negros'

  • Los fotógrafos suizos Stéphanie Borcard y Nicolas Métraux recorren los escenarios, aún plagados de ecos bélicos y desconfianza, del sangriento conflicto.
  • Muestran cómo el país todavía 'está convaleciente' de una guerra que duró tres años (1992-1995) y dejó 100.000 víctimas mortales, el 65% bosnios musulmanes.
  • Empobrecida y con la edad media más alta de la región, la joven república ha sido ignorada por la comunidad internacional y se enfrenta con un 'incierto futuro'. 
Jasmina, una de las mujeres bosnias retratadas en 'Cielos grises pájaros negros'
Jasmina, una de las mujeres bosnias retratadas en 'Cielos grises pájaros negros'
© Stéphanie Borcard and Nicolas Métraux, from 'Grey Skies Black Birds, Bosnia and Herzegovina, 2013–2015' by Stéphanie Borcard and Nicolas Métraux
Jasmina, una de las mujeres bosnias retratadas en 'Cielos grises pájaros negros'

El libro comienza con las siluetas fúnebres de un par de árboles raídos hasta la médula por la inclemencia del invierno y concluye con un esperanzador almendro en flor en un prado al que reverdece la naciente pero brumosa primavera. Entre una y otra foto, el camino del lector surca ecos bélicos y retratos de personas discretas, desconfiadas que parecen paralizadas por un temor no verbalizable.

A veces, en un estallido revelador, surge la conciencia feroz de la historia: la colina donde la cámara está situada para mostrar la milenaria Sarajevo es la misma desde la que, durante el sitio y bloqueo de la ciudad, cazaban los temibles snajper (en bosnio, francotirador) buscando a través del visor telescópico a los vecinos que se atrevían a asomar por el céntrico bulevar Mese Selimovica al que rebautizaron, con el tétrico humor negro de quienes nada tienen que perder, como Snajperska aleja (Avenida de los Francotiradores).

Anita da la espalda

Anita, una muchacha joven de bella cabellera rojiza, no se deja retratar de frente. Sólo vemos la espalda: el jersey oscuro, la melena quizá teñida y culminada por bucles... Ni siquiera las manos asoman: las recoge al frente, como si rezara. La foto sólo es del todo comprensible cuando leemos el pie y sabemos que la chica es de Mostar, escenario de crímenes de guerra en masa contra civiles. Quizá Anita fuese una niña durante las matanzas.

Grey Skies Black Birds (Cielos grises pájaros negros), escrito como una exhalación de cuatro palabras que parecen un destino no interrumpido por signos de puntuación, es un libro doloroso que se edita cuando están a punto de cumplirse 20 años de los Acuerdos de Dayton, firmados en diciembre de 1995 y negociados en una base aérea de Ohio (EE UU).

Fue el fin de la Guerra de Bosnia (1992-1995), uno de los conflictos bélicos balcánicos, con raíces étnicas, religiosas, políticas y económicas. Ocurrió en el centro de Europa, transmitidos con diligencia por las televisiones de la impasible cuna de la civilización occidental, y causaron al menos 100.000 muertos, el 65% musulmanes bosnios.

El 125º puesto del mundo según el PIB

El ensayo fotográfico, firmado por la pareja de documentalistas suizos Stéphanie Borcard y Nicolas Métraux, pone rasgos a la población y el paisaje de Bosnia-Herzegovina, y examina el impacto de la guerra y las dos décadas posteriores en los nacidos antes, durante y después de un conflicto que, si hacemos caso a las páginas de los medios de comunicación de hoy, jamás sucedió. Los reporteros se han encontrado con un país empobrecido —ocupa el puesto 125º en las estadísticas de producto interior bruto—, con la población más envejecida de la zona y un "incierto futuro" por delante.

El tono del libro es sombrío y los fotógrafos lo justifican por el clima de "desconfianza" que reina entre la población —unos cuatro millones de personas—.  "A pesar de la extraordinaria belleza de la región, es palpable una sensación de miedo que nos llevó a fotografiar los paisajes desde la distancia. Los bosnios se preguntan: ¿cómo confiar en el suelo?, ¿cómo saber qué puede ocultar en su interior?", escriben Borcard y Métraux en el libro, que acaba de ser editado por Gost Books [210 páginas y un precio que va de 30 a 50 libras esterlinas según el tipo de acabado de la edición].

Un país 'convaleciente'

Las dos décadas de paz no han curado las lesiones, ni las físicas —en las imágenes son notables los descampados arrasados por la guerra— ni las anímicas —no hay una sola sonrisa en los retratos—, y Bosnia todavía es como un "convaleciente" que atraviesa una "transición larga y dolorosa, para "encontrar el equilibrio que podría curar permanentemente las heridas", añaden Borcard y Métraux, que han dedicado dos años a la culminación del reportaje.

En un ensayo incluido en el libro y titulado La intrascendencia de Bosnia-Herzegovina, el periodista Srećko Latal, nacido en Sarajevo, donde cubrió la guerra para la agencia AP, afirma que la "prolongada crisis política" ha "estancado" al país y "revertido el proceso de reforma" postbélica, "paralizando la estructura económica y social y bloqueando el camino para la integración con Europa". La desidia se ha extendido a todas las instituciones administrativas y la situación hace prever una "tormenta perfecta" que podría culminar en el desmoronamiento de la república, añade.

Más preocupados por otras zonas

Cuando parece que la historia se repite y "sólo la autoridad internacional tiene la capacidad de detener la caída de Bosnia y Herzegovina y garantizar la protección territorial del país y su integridad constitucional", añade Latal. Constata, sin embargo, que la comunidad internacional "sigue siendo en gran medida ignorante de los problemas crecientes en los Balcanes", porque está "más preocupada por otras zonas del mundo".

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