Envidia y celos, un dúo que carcome el corazón

Celos y envidia. No sois iguales, aunque muchos os confunden.
Celos y envidia. No sois iguales, aunque muchos os confunden.
Pedro Perles
Celos y envidia. No sois iguales, aunque muchos os confunden.

Hermanos que gustan del disfraz y de malmeter sentimientos. Celos y envidia. No sois iguales, aunque muchos os confunden. Naturales entre seres humanos, crecidos en la cultura, multiplicados por la presencia o éxitos de otros. Emociones complejas, tildadas de secundarias, dependientes del entorno, del caldo emocional y social en el que pueden progresar. Un conjunto cromático, una suma de factores. Quizás un proceso adaptativo para encarar nuevas realidades. Sois emociones que nacen en la comunidad, propias de la especie social.

Os coláis como fantasmas en el mundo interior, navegáis como piratas en los límpidos canales del resto de emociones, usáis el miedo para vincularos al amor, la alegría para inclinar el enfado. Podéis ser muy destructivos, un chapapote en el océano del alma.

Vosotros primero, celos... El miedo trabaja en vuestras calderas y aviva los fuegos. "Los celos son una parte de miedo mezclado con una parte de amor. Si tú no amas a una persona no sientes celos, pero si no tienes miedo a perder su amor, tampoco los tienes; se van combinando los colores y van formando distintos esquemas emocionales en este tipo de emociones secundarias", dice la psicoterapeuta Begoña Ibarrola.

El niño que teme perder el amor absoluto por la llegada de ese hermano que lo amenaza. El hombre o mujer que teme perder a su pareja por otro que imagina mejor que él o ella. Os relacionáis con la posesión y la exclusividad. Ladráis dominio. Como buen parásito os armáis de pensamientos negativos, círculos concéntricos, y desatáis la inseguridad y el resentimiento, dispuestos a azotar nuestro pensamiento como una bandada de murciélagos.

Vuestro estímulo puede ser real o imaginario. Vuestro lema: todos son intrusos. Vuestra respuesta: la protección. Territoriales. Llamáis a la puerta, es legítimo, porque formáis parte de la vida; el problema será si os dejamos entrar en la casa y os acomodáis en el salón. Cambiaréis todos los muebles de sitio, trastocaréis la armonía emocional. Entonces podéis destruir el amor, y lograr la profecía autocumplida. Os encanta la distorsión de los hechos e imaginar desastres futuros.

Nadáis en la baja autoestima durante la edad adulta. En la niñez, vuestro reino es de los dos años a los cinco buscando la plena atención. Una sensación extraña que necesita ser atendida, es algo nuevo, una fiebre emocional. Vuestros síntomas aparecen si se enrarece el comportamiento y la mejor respuesta es la empatía del entorno, una mirada integradora, comprensiva, serena. Tenéis más poder en un ambiente familiar basado en la desigualdad o una atención a los hijos asimétrica.

Envidia

Envidia, tu nombre encajaría con el de una víbora o alimaña de mil pies. Eres una emoción cavernosa, poco reconocida, y por tanto oculta. Corroes, te mimetizas. Separas amigos, causas sufrimiento. Poderosa sensación cuyos nutrientes son la tristeza y la ira. Alien de la zona oscura, deseas el fracaso en secreto.

Te gusta mostrarte de modo indirecto, nunca vas de cara, y ahí tu peligro. Si los celos se basan en el miedo a perder, tú aportas la rabia de no tener. Tienes la vista fija en las posesiones de los otros. Te gustan sus bienes, cualidades o aptitudes. Apareces en distintos momentos de la vida y eres común en la infancia: exiges el juguete ajeno.

Te relacionas con la inseguridad y las carencias, una sacerdotisa de la frustración. Enemiga de la paciencia y demandante del exterior. Debes diferenciarte de la admiración. Ser gestionada, hipnotizarte como a una cobra. Aceptarte como la desigualdad natural de la vida, todos con dones y limitaciones, todos únicos y valiosos. Comprender el valor de uno mismo. Respeto, paciencia y autoestima te restan poder. Saber quién eres, ponerte cara y reconocer tu siseo. Y ahora regresa a tu caja, bicho de los mil ojos.

Recomendamos...

¡Yo soy el mayor! Los celos entre hermanos son comunes en la infancia, ya que muchos niños se sienten destronados. Con el cuento ¡Yo soy el mayor! podrán identificar esta emoción, comprenderla y hallar estrategias para poder encararla. Es recomendable poner en palabras esta clase de emociones complejas, generar empatía y darles otra perspectiva. Begoña Ibarrola (textos) y Arcadio Lobato (ilustraciones). SM, 2004. 32 páginas. 8,95€

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