El reportero de guerra Peter van Agtmael y el shock postbélico que se apodera de la mirada

  • El multipremiado fotoperiodista de Magnum edita un libro sobre la indeleble mancha sobre el ánimo provocada por el trabajo en las zonas de conflictos bélicos.
  • 'Zumbando en el alféizar' es una crónica emocional de gran intensidad sobre lo imposible de sacudirse de la muerte para los reporteros que regresan a casa.
  • Tratando de disociarse del supuesto valor de los fotógrafos de guerra, Van Agtmael busca en las grietas internas de los EE UU un camino de autocuración.
Niños de la trtibu Lakota en una granja de Dakota del Sur. Peter van Agtmael, que había sido invitado al lugar, llevó latas de cerveza. La matriarca del clan le dijo que los blancos habían convertido a los Lakota en alcohólicos y el fotógrafo tuvo que disculparse.
Niños de la trtibu Lakota en una granja de Dakota del Sur. Peter van Agtmael, que había sido invitado al lugar, llevó latas de cerveza. La matriarca del clan le dijo que los blancos habían convertido a los Lakota en alcohólicos y el fotógrafo tuvo que disculparse.
© Peter van Agtmael / Magnum Fotos
Niños de la trtibu Lakota en una granja de Dakota del Sur. Peter van Agtmael, que había sido invitado al lugar, llevó latas de cerveza. La matriarca del clan le dijo que los blancos habían convertido a los Lakota en alcohólicos y el fotógrafo tuvo que disculparse.

Para el fotoperiodista Peter van Agtmael (1981) las huellas de haber trabajado en guerras de tal brutalidad como las de Iraq y Afganistán no son reversibles. No sirve de nada volver a casa o buscar un paraíso vacacional: las heridas se han quedado en la mirada y nunca volverás a ver el mundo de la misma forma. La única posibilidad de seguir viviendo con la carga que trajiste de regreso de los combates y la masacre es buscar una "combinación de las dos visiones del mundo" que lleva encima, dice.

Buzzing at the Sill (Zumbando en el alféizar) —una imagen literaria tomada de un poema de Theodore Roethke donde el narrador observa cómo una mosca, atontada por el calor del verano, es incapaz de salir por la ventana, y se pregunta si él mismo no será esa mosca— es uno de los más emotivos libros de fotografía de los últimos años por dos razones: escapa de la mitificación del reportero de guerra como héroe valeroso y busca una forma de readaptación a la vida civil mediante el amolde de la mirada herida a las escenas de casa.

Colaborador de Magnum desde 2008 y miembro de pleno derecho desde 2013 y ganador, entre otros premios, del W. Eugene Smith, estamos frente a un reportero peculiar: no le importa demasiado la excelencia técnica y ancla las fotos en la narrativa emocional —busca, dice en una entrevista, "la construcción de un sentimiento y la narración en el curso de una gran secuencia de imágenes"—.

En ocasiones las imágenes parecen tomadas con los ojos cerrados y quizá por ese impulso incorpóreo compongan uno de los grandes reportajes sobre los EE UU de hoy, con temas a menudo ocultos para el público por el desinterés editorial.

Temor a las imágenes violentas

"Es casi imposible que publiquen imágenes brutales en los medios generalistas, sobre todo si son violentas o aparecen estadounidenses moribundos. A veces lucho contra esas decisiones editoriales. Ocasionalmente tengo éxito", dice el fotógrafo, que desde 2006 trabaja en las guerras posteriores al 11-S y, en los descansos, radiografía la sociedad de su país.

Como en un vuelo rasante y muy rápido, en el fotoensayo —más afilado y directo que el anterior, de por sí notable, Disco Night Sept 11— aparecen asuntos de absoluta incorrección política y poco o nada frecuentes excepto cuando saltan la barrera de lo local: desde un militante del Klu Klux Klan saliendo del bosque con un destino que no conocemos, hasta escenas nocturnas surrealistas provocadas por el alcohol y muchas imágenes sobre la vida de las comunidades afroamericanas. No por casualidad, la mayoría de las fotos son nocturnas y, por tanto, de grano reventado y sucio.

'Los márgenes poco vistos del país'

En Buzzing at the Sill , que acaba de editar Kehrer [160 páginas y 39,90 euros de PVP], aparece "el paisaje anónimo" de "los márgenes poco vistos del país", un espacio en el que Van Agtmale, quizá como ruta de autocuración, parece "moverse sin sentimientos", dicen los editores. "Las imágenes tienen una belleza problemática que evita la polémica y el cliché", añaden.

Puntualizan que esta especie de analítica completa no es casual en los tiempos trastornados de la era Trump: "Estamos en un momento histórico preocupante y muchos se preguntan qué tan bien conocen y entienden a los EE UU".

Hija asesinada, hijo suicida, casa incendiada

Van Agtmael sólo añade algunos recuerdos e impresiones por escrito, entre ellos la mención repetida de Lyniece Nelson, una mujer negra a la que retrató en varios momentos y a cuya presencia decidió dar importancia por el calado de la peripecia que la rodea: asesinaron a su hija transexual Treasure —el cuerpo apareció mutilado en un contenedor de basura y como autor fue detenido un camello de heroína—, luego se suicidó otro de los hijos varones y finalmente ardió el hogar familiar.

Porque tal vez no pueda evitar compartir el proceso de disección social y análisis personal que atravesó durante la composición del libro, en el que empleó más de cinco años, en la parte final del tomo se insertan pies de foto escritos por el autor para revelar detalles de cada imagen.

"Después de uno de los períodos más violentos de la guerra de Iraq, volé a casa (...) Pensé que sería relajante estar en un lugar al que consideraba como un santuario, pero de nuevo me equivoqué. Pasé gran parte del tiempo vagando por los márgenes de las calles de la pequeña ciudad, fumaba en lugares donde sabía que familia no me encontraría y no dejaba de pensar en las muchas muertes que había presenciado en los meses anteriores. No sabía cómo qué hacer para combinar las dos visiones en un solo mundo", escribe el fotógrafo.

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