La arquitectura galáctica y mágica de Frederick Kiesler

  • Una exposición en Berlín recuerda la obra de Frederick Kiesler (1890-1965), un artista total y visionario que llevó a la arquitectura la idea de infinito del cosmos.
  • Todas sus obras —edificios, escenografías, diseños...— estaban basadas en la teoría holística del espacio que fluye sin cesar, que bautizó como correalismo.
  • Fue director del departamento de Diseño de la Universidad de Columbia, desde donde predicó la construcción de casas y espacios culturales de formas ilimitadas.
Interior del salón de cine Film Guild Cinema, diseñado por Kiseler en Nueva York en 1929
Interior del salón de cine Film Guild Cinema, diseñado por Kiseler en Nueva York en 1929
Photo: Ruth Bernhard, Princeton University Art Museum © Trustees of Princeton University
Interior del salón de cine Film Guild Cinema, diseñado por Kiseler en Nueva York en 1929

Sólo era arquitecto por titulación. Deseaba en realidad establecer un postulado filosófico existencial sobre el espacio como un territorio que, al igual que el cosmos, es infinito y fluye sin cesar. Con esa aspiración, Frederick Kiesler (1890-1965) solo puede ser considerado como un artista total o un visionario.

Aunque era muy conocido en los círculos de las vanguardias de la primera mitad del siglo XX —fue amigo de los surrealistas, que apreciaban su visión mágica de la vida y, por ende, de la arquitectura— y fundó y dirigió el influyente departamento de Diseño de la Universidad de Columbia, Kiesler sigue siendo un creador casi secreto para el gran público, quizá porque pocas de sus obras, complejas y doctrinales, llegaron a materializarse.

La exposición Friedrich Kiesler: Architekt, Künstler, Visionär (Frederick Kiesler: arquitecto, artista, visionario), en el museo público Martin-Gropius-Bau de Berlín hasta el 11 de junio, recuerda a un "artista universal" y reivindica su "compleja obra", un cuerpo de trabajo de "importancia decisiva en la arquitectura del siglo XX y en la historia del arte".

Nacido como Friedrich Kiesler en Czernowitz, ciudad que pertenecía al Imperio Austro-Húngaro y hoy está en territorio de Ucrania, estudiante universitario en Viena y fallecido en Nueva York, ciudad a la que se había trasladado en 1926, quizá la gran obra arquitectónica de este diseñador difícil de encuadrar sea el Santuario del Libro de Jerusalén (Israel), el único edificio hoy en pie del creador.

Es la sede donde se exhiben los Manuscritos del Mar Muerto y está edificada en forma de carpa bajo las ideas de la meditación y el retiro. Kiesler trabajó en el proyecto, inaugurado en 1965, poco antes de la muerte del arquitecto, en colaboración con Armand Bartos.

Un local de cine icónico

Aunque había llegado a los EE UU con muchos proyectos de ambiciosa vanguardia en el equipaje, Kiesler se encontró con una sociedad que padecía el desgaste de la Gran Depresión y no aceptaba ideas demasiado complejas. Sobrevivió diseñando la decoración y escenografía de escaparates comerciales y en 1929 consiguió levantar su primer edificio en Nueva York, el Film Guild Cinema, que se convirtió en un icono de la arquitectura cinematográfica moderna.

En 1933 firmó el diseño de la Space House (Casa del Espacio), una vivienda de "diseño elástico" que planteaba como un "organismo vivo" y no una construcción elaborada con "materiales muertos". El diseño era tan innovador —era la primera vez que se aplicaba la idea de "correalismo espacio-temporal", como llamaba el autor a su teoría— y sorprendente que el MoMA financió a Kiesler para que construyese un modelo de tamaño real para exponer en el museo.

Arquitectura, entre la realidad y los sueños

Kiesler también firmó diseños de escenografías teatrales; creó dos prototipos de espacios culturales multifuncionales que nunca llegaron a materializarse; dejó escritos un par de tratados teóricos, entre ellos Arquitectura Mágica, donde proponía una forma de construir que mediara entre la realidad y los sueños; firmó esculturas de inspiración galáctica con grupos de placas de imágenes dispuestas en intervalos meticulosamente definidos, y diseñó una Gruta para Meditar que tampoco encontró financiación.

"Si la revalorización de los ideales en estos tiempos tensos es necesaria para todos y cada uno de nosotros", escribió, "estoy convencido de que la obra del artista tampoco puede ser aislada: el arte debe esforzarse de nuevo por formar parte de la experiencia cotidiana. Los pintores, escultores y arquitectos deben concebir su trabajo como parte del mundo".

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